Pieces of a Foreign Life (Gaya Jiji)

Una mirada diferente sobre la vida refugiada

En su segundo largometraje, la directora siria afincada en Francia Gaya Jiji parece desear una continuidad lógica y de índole vital y personal, a su primer largometraje My Favourite Fabric (2018). Si entonces se quedaba en Damasco para explorar con altas dosis de sensualidad el despertar sexual de una chiquilla ante la llegada de un hombre casadero que vive en Estados Unidos, ahora ha preferido centrarse en los estragos emocionales y sentimentales que el interminable conflicto sirio genera en las personas que decidieron huir en busca de una vida mejor. La acompañan en la escritura del solvente guion, Sarah Angelini y Agnès Feuvre, que ya obtuvo una nominación al premio Cesar en 2021 por La fractura (The Divide).

Selma, interpretada por la actriz iraní Zar Amir Ebrahimi —a la que recordamos por su rol en Holy Spider por el que fue reconocida por el premio en el festival de Cannes de 2022, además de obtener una nominación en los premios del Cine Europeo—, huye de la Siria devastada por la guerra dejando atrás a su hijo de 8 años, Rami, y a su esposo, Iyad, que desapareció en las cárceles del régimen. La conoceremos durante las noches angustiantes de su peligroso viaje cruzando media Europa oriental hasta alcanzar su destino soñado, Francia, y concretamente la ciudad de Burdeos. En el desarrollo de su personal odisea, Jiji nos muestra un trance especialmente crucial respecto a sus objetivos, la violenta situación que se genera en un control de inmigración de Hungría, cuando la funcionaria de turno la obliga a tomar las huellas dactilares. Selma se revuelve hasta el límite de sus mermadas fuerzas y de su miedo infinito, porque conoce las consecuencias legales de tal identificación en un país en el que no desea quedarse a vivir. Meses después, en Burdeos, conocemos de su precaria existencia aceptando trabajos no declarados para sobrevivir, hasta que la visita de una inspectora de inmigración al bar donde se oculta en la cocina fregando platos la deje al límite de la desesperación económica.

Será a partir de aquí cuando comience su verdadera lucha al enfrentarse al proceso de asilo y al intento de reunirse con su hijo en Francia. Y también comenzará el punto de inflexión de su historia personal, cuando convenza a un abogado ajeno a este terreno profesional, Jerome (Alexis Manenti), cliente habitual del bar en cuestión y sumido en su propia crisis personal, para que la ayude a conseguirlo. En en esta improbable relación que se va cimentado sobre un deseo recíproco, sobre la conexión de dos personas con circunstancias antagónicas, donde la cineasta consigue plantear a su audiencia cuestiones relevantes y poco exploradas sobre las consecuencias de la separación prolongada en una pareja en esas circunstancias políticas tan extremas, y sobre la posibilidad de enamorarse frente a la ausencia no resuelta. De hecho, en uno de los pasajes más impactantes del film, grabando en video el ensayo de su declaración frente a la oficina francesa de asilo en el despacho de Jerome, Selma confesará lo inconfesable, «A veces no sé si quiero que esté vivo… o esté muerto».

¿Y qué pasará cuando finalmente Iyad (Amr Waked) sea liberado con vida? Pues toda esa complejidad emocional y sentimental de los distintos agentes implicados en lo que a la postre se convierte en un triángulo amoroso por motivos tremebundos, es la que nos contará Jiji con humanismo y sutilidad, apoyándose en unas interpretaciones solventes y entregadas, especialmente en el caso de Amir Ibrahimi, que sustenta el film en gran medida, y en una filmación intimista, y muy expresiva cuando la intensidad argumental lo requiere, que consigue aprehender la esencia de un drama del que una mayoría de audiencias occidentales nos encontramos muy ajenas.

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