En nuestra reseña de Primate hablábamos de la celebración de género y de cómo construir un artefacto que remite a la serie B de antaño. Osiris podría ser otro ejemplo de ello. No obstante, este film de William Kaufman no pretende ser homenaje, es ciertamente una serie B de tomo y lomo. Y es que lejos de los lujos de un producto como Primate, a Osiris se le ven todas las costuras. Lo que hay que decidir al respecto es si esto es algo negativo o sencillamente el resultado de lo que una propuesta tan ambiciosa en relato como exigua en presupuesto acaba por ofrecer.
La imagen es simple: basarse en el concepto de que tratar de contactar con alienígenas es mala idea. A partir de esta premisa Kaufman no opta por debates filosóficos al respecto sino por mostrar un film de acción que bebe directamente de la base de Aliens. O sea, grupo de soldados atrapados en un espacio cerrado (en este caso una nave) después de haber sido abducidos/escogidos por sus capacidades en lo militar y que se pasarán la película a tiro limpio con monstruos positrónicos del espacio exterior tratando de escapar.
Y en cuanto a argumento poco más. Esto es básicamente lo que ofrece el film. Mucha acción, grupo de soldados a cada cual más cliché, personaje femenino para aliviar la cuota de testosterona, la presencia de un mito como Linda Hamilton haciendo otra vez de Sarah Connor y un girito final que no solo no tiene el efecto sorpresa deseado sino que parece dejar abierta una puerta a una más que posible e innecesaria secuela.
Dicho esto, hay que destacar lo bien filmadas que están las escenas de acción, especialmente en el prólogo, donde se nos muestran las habilidades de combate del grupo en lo que parece ser la Guerra de Irak. Una vez metidos en el espacio, o mejor dicho en la nave, es cuando empiezan los problemas. Y es que si al final quieres montar una película de guerra alien, qué menos que poder verlos más o menos claramente. Por ello, para tapar la posible pobreza de la recreación de los monstruos y que no sea al señor disfrazado de ‹porexpan›, todo resulta demasiado oscuro, tanto que por momentos resulta imposible distinguir qué está pasando, a quién disparan o a dónde van.
Vale que la oscuridad también juega para crear un ambiente claustrofóbico pero justo eso se disipa cuando hay solo interacción humana, casualmente en habitaciones bien iluminadas para que sepamos quién es quién. Todo esta pesa, claro, a la hora de valorar el resultado final, dando una sensación bastante pobre, cierto, pero al fin y al cabo hay que hacer un ejercicio de abstracción y pensar realmente qué es lo que estamos viendo, qué pretende y qué recursos tiene para ello. En este sentido es innegable que Osiris funciona como un tiro, un divertimento sin más que celebra ese cine de terror/acción de la era de los videoclubs con productos como por ejemplo Creepozoides (1987) u otros dentro de la línea de la explotación italiana.
