Orfeo (Virgilio Villoresi)

Una revisión postmoderna del mito

No es la primera vez que el séptimo arte se decide a indagar en el legendario mito griego de los enamorados Orfeo y Eurídice. Jean Cocteau con su clásico poético encumbrado por la ‹Nouvelle vague› como un referente, o Marcel Camus con su vibrante Orfeo negro carnavalesco y atravesado de la maravillosa tradición musical brasileña —este, además, rotundamente premiado con la Palma de Oro del Festival Internacional de Cine de Cannes en 1959, y los premios Oscar y Globo de Oro a la mejor película en lengua extranjera en 1960—, son dos exponentes extraordinarios.

Muchos años después, en pleno siglo XXI con todo lo que esto conlleva, el debutante director italiano Virgilio Villoresi pone en juego una barroca amalgama de elementos estilísticos para entregar una versión revisada que transita entre el cuento gótico o romántico y el más puro surrealismo. Para empezar, se inspira en Poema a fumetti de Dino Buzzati, considerada la primera novela gráfica italiana. Y escenifica las aventuras de un Orfeo moderno (Luca Vergoni), enamorado casi hasta la locura de la misteriosa Eura (Eurídice; interpretada por Giulia Menza). Como en el mito, el mágico encuentro entre el pianista solitario y virtuoso, y la bailarina, igualmente esplendorosa, deriva en una pasión amorosa desatada hasta la misteriosa desaparición de Eura sin dejar rastro.

El Orfeo de Villoresi es una obra deliberadamente heterogénea, en la que se combinan animación (‹stop motion›) y ficción, realidad y sueño, poesía y misticismo, para componer un ‹collage› visual de poderosa originalidad y acusadas paletas cromáticas que evoca la opulencia decadente del cine de Dario Argento, pero también el esoterismo de Maya Deren o Kenneth Anger. En su esfuerzo formal y narrativo se adentra en un territorio plagado de equívocos, en el que todo puede transformarse en su contrario. Los protagonistas del film se convierten en metáforas de sentimientos humanos profundos que abarcan desde el deseo hasta el amor, pasando por el miedo a la muerte y la búsqueda de sentido en una vida que parece haberlo perdido. La tensión entre realidad y ficción es palpable, y el público se ve arrastrado, como un sonámbulo, a emprender un viaje sensorial que desconcierta y fascina por partes iguales. La película se articula a modo de ritual secreto cuyas reglas se ignoran, de manera que la audiencia se ve empujada a experimentar la magia del cine de los orígenes, a disfrutar de la belleza de las imágenes como artefactos artísticos y emocionales puros.

Los personajes, ya sean humanos o fantásticos, se convierten en elementos esenciales dentro de una estructura narrativa que busca más el símbolo que la racionalidad, más cercana al sueño —o más bien a la pesadilla— en estado de vigilia que a un relato lógico y realista. Estos mismos y misteriosos personajes se encuentran, se separan y se rozan en un mundo paralelo suspendido entre el deseo y la desilusión, la pérdida y la esperanza. Así es muy acusadamente en todo el tramo narrativo —el más prolongado del metraje— de la entrada de Orfeo al Inframundo para recuperar a su amada. También hay que destacar la figura de la bailarina, una suerte de encarnación de sentimientos contrapuestos que van de la gracia a la crueldad, y de la elegancia a la monstruosidad, cuyas danzas y coreografías funcionan como fórmulas de decodificación de los misterios que atenazan las vidas de los personajes. En este apartado, es casi inevitable aludir a la inspiración desde una perspectiva formal y emocional en el cine de los “arqueros” Michael Powell and Emeric Pressburger en la obra maestra Las zapatillas rojas. Y los demonios, esqueletos, seres invisibles agazapados en chaquetas voladoras, o enigmáticas figuras que parecen remitir a mundos mitológicos, forman parte de este universo suspendido en el tiempo y en el espacio, que nos lleva de manera reiterativa al lado más oscuro y contradictorio del ser humano.

Para terminar, no se puede dejar de mencionar el acompasado acompañamiento musical, obra de Angelo Tabarca, que contribuye a conformar una película atravesada de una profunda melancolía al mismo tiempo que de una atracción enfermiza. Sin embargo, en mi percepción, el indudablemente meritorio aparato estilístico y conceptual no consigue un resultado plenamente satisfactorio fundamentalmente por unas interpretaciones que considero mejorables.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *