En Los domingos, la nueva película de Alauda Ruiz de Azúa, ganadora de la Concha de Oro en esta última edición de San Sebastián, hay una concreta elección musical que me parece inusitadamente significativa y de la que me gustaría hablar. Sin embargo, primero debo explayarme un poco en torno a la película.
Los domingos es, en apariencia, la película de Ainara, interpretada por Blanca Soroa, una chica de 17 años a las puertas de decisiones prematuramente adultas como elecciones profesionales y de estudios superiores, que descubre una profunda llamada religiosa, católica concretamente, que le hace plantearse la vida clerical. Esta noticia desestabiliza el entorno familiar de Ainara que, como muchos hogares españoles, es cómodamente religioso con una fe, sí, existente pero no exigente; nadie de su alrededor siente lo suficiente a Dios como para entregar su vida, y no ven con buenos ojos que la niña lo haga. Es especialmente crítica su tía Montse, interpretada por la excelente Patricia López Arnaiz, que como figura progresista, atea y consciente de la familia, encuentra la decisión de Ainara un retroceso y claudicación de muchas de sus libertades, por no decir derechos.
Bien, podemos ahora volver a la canción que mencioné al inicio. Una parte del mundo de Ainara se concentra en el coro, donde los chavales del colegio, institución religiosa por cierto, cantan como ejercicio de grupo y crecimiento personal. En cierto momento de la cinta bastante importante, se interpreta la canción que, seguramente, más suene al público de la sala: esta es Into My Arms de Nick Cave & The Black Seeds (canción que también suena a lo largo del tráiler de la cinta). La elección sorprende porque, además de tener un registro diferente del presentado hasta entonces en las secuencias del coro, posee una letra especialmente significativa; firmada originalmente por un no-creyente, pide la no intervención de Dios sobre un ser amado. Esto no tiene nada que ver con el conflicto de Ainara, teóricamente protagonista del filme, aunque resuena mucho con el de su tía y, para mí, es el mayor ejemplo de la confusión que reside en el corazón de esta cinta.
Hay una pugna constante entre película y espectador, porque a medida que avanza el metraje, con quien la obra claramente se identifica más, con quien empatiza y te hace empatizar es con Montse. La tía de Ainara tiene un mayor peso en todas las secuencias, su punto de vista es el más veces narrado, incluso a veces en solitario y, lo más importante, es el contenedor de los conflictos más atrayentes del guión. No solo la decisión de Ainara le incumbe, sino que tenemos tanto o más acceso a la vida privada de Montse que a la de la supuesta protagonista del filme. Además, la niña no parece tener muchas dudas desde buen inicio, lo cual hace su travesía emocional interesante, sí, pero no emocionante. Que la cinta conceda sus momentos cumbres finales a ambos personajes por igual, o incluso en mayor medida al personaje de Arnaiz, no hace más que acrecentar en mí estas sensaciones. Y sin embargo esta debería ser la película de Ainara, pero su conflicto se acaba diluyendo, tan interior y tan incierto que no podemos sino observar fríamente, cuando no con indiferencia.
Azúa dirige elegantemente la película, que no se entienda lo anterior como lo contrario. El talento de la directora en la dirección de intérpretes es soberbio y encuentro el ‹casting› de todos, entre ellos el siempre genial Juan Minujín y la ya alabada Patricia López Arnaiz, que para servidor es una de las mejores intérpretes actuales, sumamente acertado y funcional. Además, Azúa, consciente de un guión pesado en diálogos y secuencias estáticas, consigue sacar expresividad cinematográfica a las secuencias con una gran atención al ‹blocking› de estas y su evolución visual, tanto espacial como de escala de plano. Quizás eche de menos algo más de trabajo en el uso del sonido, que no explora tanto como me gustaría las diferentes cacofonías de los espacios religiosos, que siempre son especiales y ricas.
Puede que haya sido algo duro con Los domingos, pero considero a Alauda Ruiz de Azúa una de las cineastas con mayor talento del panorama nacional actual y, precisamente por ello, creo que hacemos un flaco favor a autores de calibre cuando somos permisivos.
