El noir ha llegado a los confines de la tecnología. Aunque en La mort viendra (2024) sea una excusa para reformular el clásico, no queda otra que sorprenderse ante la hazaña de Christoph Hochhäusler, quien ya creó una extraña pareja en su anterior película Till the End of the Night (2023) y que ahora crea un thriller a través de una trama de prostitución digital filtrada por las mafias de vieja escuela.
Aunque la premisa tecnológica sea un aliciente novedoso, Hochhäusler se centra en unos estigmas por todos conocidos para dar vida a esta historia. Tras el arresto y posterior (y misteriosa) muerte de uno de los trabajadores del respetable gángster belga Charles Mahr, entra en escena una asesina a sueldo que tiene como misión pagar con la misma moneda al culpable de esta violenta muerte. Es sustanciosa la idea del ojo por ojo en las nuevas mafias de la Europa más rica, invitando a ver un apartado criminal de alto standing que siempre contrasta con la imagen de la mujer aparentemente normal que esconde una voracidad letal propia de su profesión, pero sucede que La mort viendra nunca llega a desplegar sus alas y aprovechar esta intriga de cine negro llena de perdedores con demasiado dinero.
Todo sucede en términos calmos y soslayados, donde Tez debe averiguar por sus propios medios qué es lo que sucedió con Yann y cómo llegó a suceder su muerte. Esa muerte evoca a un título que, de modo premonitorio, obliga a pensar en un final definitivo para cada uno de los implicados. Esto nos lleva a una colección de imágenes sobrias y apagadas, mimetizando las calles de Luxemburgo con el ánimo autodestructivo de los personajes sumergidos en esta trama.
El mayor esfuerzo del director es crear unas personalidades muy marcadas para todos los estratos de esta lucha por el poder, no hay tanto un interés por el control como por renovar las lindes del crimen de lo tangible a lo invisible con este casi interesante intento de introducir las nuevas tecnologías en la ecuación, creando una abismal distancia entre el hombre de vuelta de todo que solo quiere llevar a cabo una venganza contratando unas manos ajenas para ello y el tipo estridente con demasiado dinero y energía como para poder controlar sus ansias de poder. Intenta focalizar los verdaderos misterios de estos dos jefes a través de las personas que para ellos trabajan, creando nuevos focos por los que debe pasar Tez para resolver la duda de sobre quién debe penetrar la bala definitiva. En esta búsqueda de reiniciar los tropos del noir, Hochhäusler utiliza a una mujer para el trabajo sucio eliminando cualquier parecido a una ‹femme fatale›, de hecho, se podría decir que masculiniza todo el ambiente hasta equipararlo a un universo lleno de hastío, una decadencia propia de los bajos fondos en una época muy diferente a la que vio nacer este género. Aquí el lujo no contempla la elegancia, es más bien una adherida impostura propia del dinero que se enfrenta vez tras otra al bailar el objetivo de la cámara entre esos dos clanes que investiga Tez, llevando ese lujo a la puerta de atrás, como una crítica amagada entre la fría arquitectura de un país que esconde fortunas insospechadas y escombros.
El resultado es una película con potentes imágenes y demasiado misterio para no contar gran cosa. Los silencios son más cómplices de la atmósfera que de la resolución, alargando la angustia de los perdedores hacia un previsible final. Es curioso el enfoque que rodea a la muerte pero no obtiene el impacto que se busca con ello, siendo La mort viendra otro homenaje a tiempos más oscuros y oportunistas.
