La alternativa | FernGully, las aventuras de Zak y Crysta (Bill Kroyer)

El primer y hasta el momento único largometraje como director del animador estadounidense Bill Kroyer es una fábula ecologista en torno al bosque de Ferngully, habitado por unas pequeñas hadas, que se ve amenazado por los humanos y por un misterioso ente diabólico llamado Hexxus. Crysta, una joven hada, salva a un humano llamado Zak al reducirle a su tamaño y entabla amistad con él, sin saber que es en realidad uno de los responsables de la deforestación, al encargarse de marcar los árboles para que la máquina los tale.

Teniendo en cuenta la escasa experiencia tanto de su director como de los estudios implicados en su producción, FernGully, las aventuras de Zak y Crysta es una obra de una calidad técnica irreprochable, que combina animación por ordenador y tradicional y logra con ello un acabado que, sorprendentemente para una cinta de un estudio con muy pocos recursos, no tiene nada que envidiar a otras producciones animadas de perfil más alto de la época, mostrando un mundo y unos diseños de personajes visualmente atractivos con un movimiento siempre fluido. El mérito de la película desde este punto de vista técnico es irreprochable, ayudando a cimentar la categoría de culto que disfruta hoy en día y siendo el aspecto más destacado de la misma; especialmente en lo que se refiere al diseño y la animación del villano, una figura realmente pesadillesca.

A nivel narrativo, el film cumple sin problemas, ofreciendo una historia reconocible y efectiva aunque no demasiado original en sus giros dramáticos, y con multitud de elementos familiares, como por ejemplo la presencia de un secundario animal gracioso (Batty, el murciélago), que ya es recurrente en la animación infantil y que, sin duda, tuvo una inspiración muy clara en los clásicos de Disney. Crysta carga con el peso emocional de gran parte de la historia, y su ingenuidad y posterior decepción resultan conmovedoras; Zak, por otro lado, es retratado de manera repetida como un tipo caradura y sin escrúpulos para mentir, tal vez en exceso de cara a su arrepentimiento y redención posteriores. En ese sentido, tal vez mi mayor problema con esta película es que intenta transmitir una química romántica entre los dos personajes siendo a su vez consciente de que se encuentran en puntos muy distintos, y hace surgir una chispa entre ambos mientras el espectador se encuentra claramente posicionado de un lado, lo cual hace que, al final, este elemento me sobre un poco en una trama que ya es lo suficientemente competente con su conflicto principal.

Otro elemento que no está del todo logrado es la faceta musical. La película recurre a una sucesión agotadora de canciones para presentar los personajes y su mundo, en una acumulación inicial de un recurso del que prescinde casi por completo más adelante, y, por ello, en este aspecto la narración se siente severamente descompensada. En cierto modo, esta inclusión tan desordenada de momentos musicales parece deberse más a la presión por seguir las tradiciones del género y la estela de Disney que a una inspiración real, y ninguna de estas secuencias son excesivamente memorables.

Sin embargo, con estos problemas tal vez derivados de querer parecerse mucho a sus modelos e inspiraciones contemporáneas, FernGully, las aventuras de Zak y Crysta está llena de momentos muy logrados, en especial el enfrentamiento final con el villano, que es una secuencia digna de pasar al imaginario colectivo, y un excelente colofón a un desarrollo tan esquemático como efectivo. Asimismo, lo son la descripción del mundo y de su magia, los poderes de las hadas y su relación ancestral con la naturaleza, creando una mitología rica y fascinante y una historia de roles y tradiciones transmitida a través de generaciones; por ello, uno de mis elementos favoritos de la película, bastante más de hecho que la relación entre Zak y Crysta, es la relación de Crysta con su mentora Magi, la veterana hada protectora del bosque. Por otro lado, el mensaje ecologista de la película, en aquel momento un tema poco común en la animación infantil, da a FernGully un carácter de pertinencia temática que hoy todavía se mantiene.

El resultado de todo ello es una cinta que, si bien no puede compararse en las cotas de perfeccionamiento técnico y narrativo de las animaciones infantiles contemporáneas más conocidas, sí se alza como una contendiente digna, que parece verse obligada a imitar esquemas y recursos para llegar a ese mismo público, pero que, en aquellos que le permiten mostrar de manera nítida su personalidad artística y su compromiso ambientalista, brilla y ofrece imágenes y perspectivas atemporales.

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