Bruno Dumont… a examen (III)

La humanidad (L’humanité, 1999) de Bruno Dumont es una película conflictiva, tanto en sí misma como en su repercusión social, y esto se nota antes incluso de leer opiniones de terceros respecto al filme. Sucede algo con la propuesta de Dumont, eso seguro, aunque mucha gente, tanto los que la proclaman gloriosa como las que quieren ahogarla en un barreño de agua, no saben decir bien el qué; no se preocupen, esto no es un ataque pedante y pretencioso para ponerme por encima de cinta o público; llevo días reflexionando y yo tampoco sé qué es lo que tiene, bueno o malo, para causar tal efecto, pero voy a intentar perfilarlo.

La humanidad, pese a las acusaciones contrarias, no se presenta nunca como lo que no es. Si se ha leído una sinopsis previa, se sabe que la obra, teóricamente, gira entorno a una investigación policial, de la violación y muerte de una menor, nada menos. Sin embargo, en sus primeros compases revela, en mi opinión, tanto sus virtudes como sus pecados. La humanidad abre con un paisaje vacío, donde acto seguido aparece un único personaje caminando a lo lejos. Seguidamente el sujeto tropieza y cae en el barro, casualmente se trata de nuestro protagonista, Pharaon de Winter, al que el deber le llama para investigar lo citado anteriormente. Durante el resto del filme, lo que se nos presentará es una nula investigación y una trama “voyerísticamente” romántica medio cocida, con solo preguntas antes que respuestas; pero cabe recordar que conocimos a Pharaon sin siquiera saber a dónde iba. Resta saber si él mismo lo sabia.

El guión, sin duda, es el corazón en tinieblas de la película y el culpable es por entero Dumont. La investigación importa más bien nada, pase, pero la tendencia que permea a todo el metraje, que es palpable y que es una característica que envejece en el arte como un huevo cocido al sol de agosto, es su pretensión de generar controversia. Un ejemplo. Dicho crimen, que carece de importancia, pues Dumont no quiere jugar al género policíaco, se presenta con la imagen terrorífica y de una fuerza gigante del cuerpo de la niña muerta, en concreto de su ingle y sus piernas violentadas. Esperar que el público no sienta la necesidad de encontrar al culpable es, si bien provocativo en caso de ser deliberado, de una falta completa de conocimientos narrativos humanos. Si Dumont se sorprendió por las reacciones hostiles del público o si actuó como un mago realizando un truco exitoso, es algo que solo él sabe.

Aunque para servidor es cristalina la intención de Dumont de impactar, de hecho la considero la mayor meta del filme. Hay un texto y mensaje claros, en especial en lo referente al sexo, siempre explicito y con rimas visuales evidentes entre secuencias, pero no posee profundidad de discurso más allá de, otra vez, una vocación controversial. Y puede ser frustrante si lo que esperas de la película es otra cosa, en especial porque Dumont sabe filmar. Estéticamente es una propuesta soberbia. El formato de la imagen está genialmente aprovechado, rara vez las secuencias no trabajan con efectividad su apartado visual y sonoro, incluso el montaje es sugerente cuando no quiere pasarse de listo o reiterativo. Es una buena obra fílmica, un bello navío, pero que tiene madera carcomida.

No soy el único rompiéndose la cabeza con la película. Los tres premios concedidos por un jurado de Cannes presidido por David Cronenberg hicieron que muchos se lanzaran en busca del oro; las reacciones que provoca el trabajo de Dumont son tan variadas como vasto es internet. Hay gente haciendo lecturas de todo tipo, desde los reaccionarios artísticos negándose a entrar en su juego, hasta los fanáticos, de obra o cineasta, conjurando lecturas excesivas a cada plano individual. Curiosamente, quizás es en este aspecto donde La humanidad ofrece una imagen más variada de, valga la redundancia, la humanidad.

Termino este texto, porque en algún momento debo terminarlo, sin resolver mi conflicto. Puedo haber parecido muy duro con La humanidad, y mentiría si dijera que solo tengo sentimientos positivos hacia el filme, pero justamente son frustrantes cuando entran en contacto con las cosas que sí me gustan. Porque hay mucho bueno en esta cinta y no son pocas las capas que presenta su universo, a la vez, no me ciegan sus fuertes focos y me reboto contra la idea de perdonarle todo. La visión de la humanidad de Dumont no me impresiona y sus trucos de artificio no me sorprenden demasiado, aún así, podría ser la película más fascinante sobre la que he escrito en esta magnífica revista.

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