Bokshi (Bhargav Saikia)

¿Mito o superstición? ¿Realidad o fantasía? Bhagrav Saikia se sumerge con su primer largometraje en uno de esos terrenos con multiplicidad de capas. El periplo de Anahita, una joven que vive traumatizada por la pérdida y estigmatizada por su condición sexual, pronto apunta en esa dirección; refugiada en aquello que su abuela considera superchería, pero que sostiene como legado de su difunta madre, no parece haber una senda desde la que recomponer un periplo errático.

Partiendo de esa premisa, pronto Bokshi nos sitúa en terreno fecundo, y es que el llamado ‹folk horror› bordea las aristas de un trabajo que nos adentrará en las profundidades del bosque, punto desde el que se establece el viaje interno de la protagonista marcado por la aparición de una profesora que intentará velar por su estado. De este modo, se dan cita tanto la leyenda que surca el lugar, como un misticismo a través del cual el cineasta establece una línea narrativa muy específica. Ello, entremezclado con el rol que tendrán los personajes femeninos frente a los masculinos, dejando vislumbrar un cierto patetismo que traslada la discursiva a un terreno distinto, hace del film un espacio abierto, que no delimita sus posibilidades y que le permite extenderse en otras direcciones. No obstante, y más allá del abultado metraje, esto conlleva a una dispersión temática patente: como si Saikia quisiese abordar diversas materias, pero sin lograr hacerlo de un modo orgánico o conjuntado. De hecho, en ocasiones algunas de las cuestiones que busca introducir asoman mediante diálogos con una función tan definida que desplazan, en parte, el sugerente trabajo visual de la obra.

Los escenarios en que se desarrolla el relato funcionan en ese sentido potenciando tanto un estilo definido, cuya estética rememora precisamente y de algún modo esa mencionada naturaleza que nos aproxima al ‹folk horror›, como la presencia de una atmósfera que genera estampas malrolleras y, con poco, desata el flujo de ese horror sobrenatural. Destaca así la labor fotográfica realizada, que confiere un halo muy distintivo a los distintos elementos que trabaja el cineasta indio, aprovechando especialmente los parajes de los que se rodea y siendo capaz de aportar un misticismo propio a cada uno de sus segmentos.

Cabe destacar, también, que la narración del film logra obtener una destacable cohesión, en especial teniendo en cuenta que transita distintos tonos, incluso apelando a un conato de serie B que parece cortar con lo anteriormente descrito pero, sin embargo, logra sostener el esqueleto de la cinta. Es, de hecho, cuando el realizador se adentra en un cine genérico más prototípico, en parte asumiendo riesgos, pero al mismo tiempo desplazando algunas de las consignas y virtudes de su trabajo, donde Bokshi se resiente; no tanto por el hecho de indagar en otras formas de horror, como por sumirse en terreno resbaladizo debido a la dificultad de modular cada matiz con la suficiente destreza.

Hay que apreciar, en parte, el arrojo de Bhargav Saikia en el que supone su primer largometraje: siendo propositivo, sin buscar una zona de confort en la que podría haber caído con suma facilidad, e intentando expandir todos sus rasgos a un apartado visual que haga crecer la obra. El resultado, pese a todo, deviene un fallido artefacto que se disipa en su inconcreción, pretende transitar más caminos de los habitables y no termina de conjuntar satisfactoriamente sus temáticas. Una serie de desaciertos que podrían casar a la perfección con aquello que sucede en tantas ocasiones con una ópera prima, a las que además se suma un metraje difícil de administrar. El vuelo que termina por tomar Bokshi, demasiado alto, despliega las virtudes y defectos del cineasta debutante, que demuestra saber conjugar por momentos un género complejo, pero nunca logra que las posibilidades del conjunto fructifiquen del mejor de los modos.

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