
Peter Hujar fue uno de los más populares fotógrafos estadounidenses del Siglo XX, que bajo la especialidad cromática en blanco y negro trabajó para multitud de publicaciones y empresas de moda y publicidad recibiendo a posteriori un reconocimiento que se le negó en vida, debido a sus orígenes y en un espectro social más marginal. Es quizá por ello que el cineasta Ira Sachs (Forty Shades of Blue, El juego del matrimonio) reivindica su figura no optando por la vía rápida del ‹biopic›, sino siguiendo un retrato íntimo y cercano que parte de la conversación que la escritora Linda Rosenkrantz tuvo con el artista en 1974, que acabaría dramatizado en un libro publicado recientemente por la editorial Magic Hour Press en 2021 bajo el título Peter Hujar’s Day. La idea primigenia de la charla fue, dentro de las innovadoras propuestas editoriales de Rosenkrantz, que el fotógrafo anotase todo lo que haya hecho el día anterior, para que luego él se lo manifestase.
La dupla actoral formada por Ben Whishaw y Rebecca Hall dan vida a fotógrafo y escritora respectivamente, y más allá del íntimo retrato que los intérpretes se esfuerzan en dar, se detectan unas claras intenciones de dar a conocer el día a día de la vida artística del Nueva York de los años 70, además de percibir la mirada introspectiva de Peter Hujar hacia sus propias creaciones. Un apartamento de Manhattan sirve de escenario para que sea la palabra, en clara predisposición teatral, la que tenga la preponderancia necesaria en el que recrear esa conversación, fruto de la cual nos permite conocer mejor a un artista que otorgó de estirpe neoyorquina a la farándula del momento. Es a través de los recuerdos de Hujar la manera en la que el espectador puede conectar mejor con el personaje, así como el amplio prisma de celebridades que conoció, sus trabajos fotográficos, un peculiar y precario estilo de vida y especialmente sus maneras para crearse un espacio artístico propio en la rica subcultura urbana del Nueva York de aquella época. Una pieza cinematográfica de escasos 80 minutos que acaba funcionando como un proceso de reflexión, bajo el que conocer las riquezas emocionales y fragilidades creativas de Hujar.

Ira Sachs detona una personalidad peculiar a su película trabajando desde los cimientos del tono: dentro de la citada predisposición teatral que en una sola ubicación responsabiliza en el trabajo actoral la lucha por la intensidad dramática, vemos como la narración comienza a pivotar sobre ciertos manierismos del documental, con unos planos cerrados que quieren indagar sobre el verismo de su material de partida. Sobre ello, el cineasta da especial importancia al estilo, rodando en unos 16 mm que aportan una clara sensación de viaje en el tiempo: una vuelta a las texturas de lo analógico en plena era de lo digital. Es por ello que la pretensión funciona como una clara mirada retrospectiva hacia un prisma cultural inolvidable, en el que no sólo se siente la necesidad de homenajearlo, sino de vivirlo. Es esta naturalidad ambiental, unido a las propias disertaciones del protagonista, lo que acaba dibujando este ejercicio de rescate donde tiene cabida la reflexión sobre una época creativa inigualable en los tiempos actuales. La nostalgia hacia esos creadores dentro de un prisma artístico anárquico y polifacético es evidente, utilizando la desconocida figura de Hujar para mostrarlo.
Wishaw y Hall son los que asisten a la película para que el esfuerzo creativo conjunto funcione; la pasión de las palabras, la sabia incomodidad de los silencios y el lenguaje corporal son vitales para que el personal estilo de la cinta funcione, destacando el brillo de la pareja interpretativa gracias a lo ínfimo puesta en escena, que les permite danzar en torno la narrativa. La concepción de escenografía simple huye de cualquier tipo de artificio visual, más allá del excelente hálito cromático del director de fotografía Alex Ashe. Ira Sachs se esfuerza en filmar su narrativa menos convencional quizá como un desafío de conectar con unas querencias introspectivas más intelectuales, entendiendo que como admirador de la figura de Hujar sabe que esa historia tan sólo admite este tono si se quiere llegar a la recreación más fidedigna del fotógrafo y el cosmos creativo que le rodeó.







