L’Ancre de Jen Debauche ha pasado por l’Alternativa sin dejar indiferente a nadie: se ha llevado el premio Don Quijote de Largometraje Internacional, y lo ha hecho de la mano de Charlotte Rampling, para quien Debauche escribió el personaje sin ni siquiera conocerla.

El punto de partida de L’Ancre es una amistad. En concreto, un episodio psicótico que sufrió una amiga de la directora y el cual ella quiso gravar y conservar. Así pues, L’Ancre, nace del deseo de hacer una película para alguien, pero también de la necesidad de hablar para otras personas que pueden haber sufrido estos episodios —saltando de lo personal a lo universal—.
Debauche ha construido una pieza documental contada desde la experiencia de quienes han vivido la psicosis, poniéndole voz e imagen a un estigma. El proceso de creación incluye una estancia en la residencia The Artic Circle, un programa que junta a artistas, científicos y educadores para explorar el archipiélago de Svalbard a partir de una travesía por el Ártico.
Uno de los aspectos más cautivadores de la película son sus imágenes. Al inicio, parecen lejanas, la inmensidad encuadrada en 16 mm. No obstante, plasman a la perfección las sensaciones y experiencias de los testimonios. Escuchamos sus voces mientras navegamos entre imágenes conmovedoras y asfixiantes, como sus historias. La película explora lo experimental, combinando paisajes e imágenes del velero con planos de la psicoterapeuta (Charlotte Rampling) ensimismada escuchando las grabaciones en un reproductor de casetes. Un viaje filmado a través de no uno, sino tres barcos que atraviesan las aguas del Ártico. Así es como invitan a pensar la psicosis «como una tormenta que hay que atravesar».

La libertad de las imágenes permite múltiples interpretaciones, desde el simbolismo que encontramos en los distintos estados del agua (gaseoso, sólido y líquido) hasta el mismo título de la película, “el ancla”, el elemento que sostiene el barco. El barco como un cuerpo que sufre. Y cuando por fin logra atravesar la tempestad, todo es calma. Las secuencias del deshielo del Polo Norte nos remiten al cambio climático, pues la directora quería aludir a esta locura colectiva con la que estamos destruyendo el planeta.
Sin embargo, aún queda la otra mitad de la película: el sonido. De nuevo capas que se mezclan: la voz de los testimonios, los sonidos de la natura y la música de Fred Frith. Para la música, el compositor británico le propuso una serie de fragmentos a Debauche para que los colocara donde más le encajaran. Respecto los sonidos de la naturaleza, la directora menciona a Freud y su teoría del cristal y la psique —la mente humana es como un cristal que se rompe por donde había fisuras— es una teoría muy visual. Observamos el Polo Norte rompiéndose, como consecuencia de una crisis global y colectiva.

Para acabar, sin duda alguna es imprescindible realizar un proceso de investigación previo para hablar de un tema tan complejo como es la psicosis. Así pues, cabe destacar que la directora estuvo más de tres años indagando sobre ello, relacionándose con profesionales del sector y con cineastas que la habían tratado en sus películas. Es más, produjo dos documentales radiofónicos sobre la psicosis antes de estrenar el film. Por otra parte, se puso en contacto con La Borde, una clínica psiquiátrica en Francia conocida por ser un gran referente en la psicoterapia institucional, es decir, aquella que se centra en transformar el hospital psiquiátrico en sí mismo en un agente de tratamiento y no solo un lugar de encierro. Y así, paso a paso, Jen Debauche empezó a construir este documental que ya encamina su prometedora trayectoria.






