Adorable (Lilja Ingolfsdottir)

A veces lo último que necesitas es que la pantalla te grite, que tengas la sensación de ser un daño colateral de la batalla campal que se genera entre los integrantes de la trama en la que intentas sumergirte, a pesar de estar empujándote a otro lugar, como contemplar una foto de una palmera, una de un arbolito de navidad, unos patos a remojo… cualquier lugar que no sea una colección de problemas de otros volcados con mala baba sobre ti.

Adorable tiene algo de intrigante y de humano, además de una actriz, Helga Guren, capaz de entregar toda su energía en un personaje lleno de altibajos que destruir y recomponer con total credibilidad. Lilja Ingolfsdottir es capaz, en su debut, de radiografiar a una pareja del primer mundo en un momento de estallido donde la rutina y los problemas no verbalizados son capaces de llevarse esa relación aparentemente idealizada por delante y lo hace a través de la sorpresa y la reinterpretación de su intimidad en momentos precisos, aprovechándose del cine en sí mismo para elaborar su propio experimento de laboratorio amoroso. Todo esto suena muy bien, es incluso exquisito y he sido capaz de observarlo sin ayuda de nadie, pero desde fuera del círculo que se crea en el film. A la primera tirantez en la relación de pareja, he saltado por la ventana de su cocina y he echado a correr.

Maria me resulta desesperante. Su frustración al no entender la repentina necesidad por desaparecer de Sigmund no hace más que reproducir estereotipos de mujeres dependientes al borde de un ataque de nervios, estigmas de los que desea huir el personaje y que no hace más que fomentar sin complejo alguno. Sigmund podría pasar por su alma gemela. El marido ausente en pantalla (por decisiones de guion) es el hito inalcanzable que se fija casualmente en la chica y la lleva del cielo al infierno sin pasar, visualmente hablando, por ninguno de los ritos de desestabilización que llevan al frío y al calor instantáneo a su pareja. Como dúo, tienen un inicio bonito, hijos bonitos, casa y profesiones inspiracionalmente bonitas y una mierda de relación que se convierte en el objeto de estudio de Ingolfsdottir, para que decubramos que no, todo esto no es “adorable”.

Por lo demás, Adorable elabora un meticuloso experimento en el que indagar sobre el concepto del individuo en pareja, una extraña obsesión por la perfección inalcanzable, la culpa no comprendida, el odio multidireccional y la cotidianidad misma, algo utilizado para ensalzar la figura de Maria, una mujer incapaz de doblegarse al amor que todo el mundo está desesperado por ofrecerle. El arco de Maria es inabarcable, y por tanto los tiempos empleados en la película son demasiado fugaces para todos los cambios que sobrevienen en la vida y actitud frente a la misma de la protagonista. Es difícil concebir la posibilidad de una ruptura, una autoreflexión y un perdón meditado para ella y su familia en el tiempo récord que lo ejerce Maria, pero es necesario para que todo aquello que nos quiere contar la directora tenga sentido. La película juega con la idealización y desmenuza la realidad sin apenas dar pistas de sus intenciones, algo que consigue revalorizar el relato, pero ver y comprender todas las fases que vive Maria no implica sentirlas con la misma intensidad que ella propone, para eso debes revolcarte en el drama y empatizar con su instinto de supervivencia en esto del amor, propio y compartido.

La directora se propone recordarnos que Maria no es un ser de luz, extrapolado al concepto de la inexistencia de la perfección, la repetición de los patrones vividos en las familias a lo largo de diferentes generaciones y le errónea visión de la pasión filtrada por la aceptación del otro cuando no existe la propia, lugares comunes de la psique y el comportamiento humano con pequeños visos de genialidad autoral (su forma de reinterpretar una misma escena vez tras otra hasta darle sentido es muy afortunada), pero de repente la reconstrucción de la protagonista se vuelve precipitada y por ello edulcorada, ajena a todo lo que ha creado hasta el momento y, aunque siempre se agradece que dejen de gritarte a pocos centímetros de la cara y el cierre tiene todo el sentido común que merece el film, desmerece el esfuerzo creado hasta el momento y te lleva a una especie de ‹feel good movie› que nada tiene que ver con lo que proponía desde su inicio, convirtiendo a la Maria mártir en la Maria todopoderosa, y a Sigmund, en el tipo guapo que marida bien con eso de las relaciones imperfectas, sin mucho más que ofrecer por haber nacido hombre. Como padres, todos los adultos del film dejan mucho que desear. Adorable es para un momento en que no estés sometida a un grado alto de irascibilidad; en ese momento, sin duda, la película te llegará a parecer imperfecta y encantadora.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *