La comedia romántica es todo un reto. Es quizá el género más complejo donde destacar aportando una mirada fresca o inteligente que te distancie de la multitud, siendo además ese “sota-caballo-rey” en sus guiones lo que consigue llevarse el éxito entre su público, sin querer decir esto que sean poco exigentes, sino muy partidarios del disfrute asegurado, que reírse y enamorarse con los protagonistas es gozoso y harto complicado.
Luego está lo que propone Cesc Gay en su película V.O.S. (Versión original subtitulada) que implica ver la comedia romántica mientras se crea esa misma comedia dentro y fuera de la cámara. Aunque la idea parte de una ya exitosa obra de teatro dirigida por Carol López, Cesc Gay siempre ha estado muy a favor de transformar lo que funcionaría en un único escenario en cine a través de afilados y divertidos diálogos con los que potenciar a su siempre numeroso equipo de actores. Aquí lo hace junto a su pareja, Àgata Roca, muy involucrada también en el mundo del teatro y que tiene la compleja misión de protagonizar esta historia a cuatro bandas mientras se implica en su creación artística (como pareja del director ficticio en esta ocasión) y se somete a la revolución hormonal de un embarazo. Solo apuntes con los que desgranar la complejidad de las comedias románticas.
Clara, Manu, Ander y Vicky se ven envueltos en una comedia de enredos que se vincula a la realidad ficcionada. Uno de ellos, guionista de cine, convierte esta situación en una película y todo sucede a un tiempo. La virtud de V.O.S. es la facilidad en la que se traspasa la pared de la ficción al mezclar situaciones propias de una película que se convierten de repente en decorados que trasladan lo ocurrido a un papel que interpretar, solo que, tal como va avanzando la película, el conjunto adquiere un cariz de vivencia propia contada de nuevo con la efusividad cinematográfica. Todo tiene más sentido en la gran pantalla.
Cesc Gay aprovecha esta subtrama de la creación de un film para citar literalmente a expertos directores y guionistas capaces de manipular las historias a su antojo —hola, Quentin Tarantino y Woody Allen—, claros inspiradores para la ocasión de una historia que se va construyendo a pedazos, sin necesidad de una línea temporal, y que vive de la soltura que sus cuatro actores protagonistas son capaces de afrontar en pantalla. Sus diálogos son naturales, y la impostura de la ficción frente a la cámara y la realidad tras ella sabe componer una historia divertida, imperfecta y elocuente que se consume como pipas —hola, Friends y película ‹random› de Meg Ryan—. ¿No es esta la esencia de la comedia remezclada con algo de amor?
Todavía con unos personajes accesibles que se mueven con soltura por el barrio de Gràcia (su hábitat natural), Cesc Gay remarca sus propios clichés, esos que hacen que la gente vuelva a su cine, con los enredos entre amistades, la incursión de la creatividad como elemento de peso y los fallos inevitables como seres sociales que hacen el conjunto cercano y cómico, donde reírse del suspiro y la ñoñez impasible de los enamorados se convierte en un hábito digno de disfrute colectivo. Se convierte así V.O.S. en una mirada más allá de la comedia romántica, es más bien esa necesidad que tenemos por indagar en ella lo que mueve al guionista a contar esa historia concreta, porque todos tienen vidas más interesantes si pasan por el filtro del que escribe los diálogos. Toda una sorpresa, digna madre de su última película, Mi amiga Eva, donde se esconde ese espíritu partidario (o no) de las mariposas en el estómago.
