Nocturno para uma floresta (Catarina Vasconcelos)

El nombre de Catarina Vasconcelos emergía en el panorama con su multipremiado debut tras las cámaras La metamorfosis de los pájaros —por el que recibiría el FIPRESCI a su paso por la sección Encounters de la Berlinale y alzaría el Premio Zabaltegi-Tabakalera en Zinemaldia—.

Film recorrido por una sinuosa y sugerente voz en ‹off› que reseguía el periplo de una familia a partir de la ausencia, Nocturno para uma floresta se surte de los mismos recursos en sus primeros minutos para contar cómo una placa enviada por el Papa Gregorio XV serviría para impedir la entrada de las monjas a un monasterio que estaban construyendo en Portugal.

Acompañada por imágenes que revisten un carácter misterioso, casi fantasmagórico, anticipan lo que vendrá haciendo gala de un fantástico con notas muy tenues de terror. No obstante, dicha composición es solo el armazón de una obra que se expande a través de las aristas de su relato, donde esa naturaleza que ya hacía acto de presencia en su debut a través de la relación que sostenía con ella una joven madre, aparece retratada como particular remanso que encontrarán esas mujeres despojadas de su lugar de oración.

La vegetación y la frondosidad de las hojas devienen protagonistas de un diálogo impensable que conecta las voces de esas monjas a la de Josefa de Óbidos, única mujer que pudo entrar en el monasterio y que vería expuesta en su interior una de sus pinturas, Sagrada familia, donde la Virgen María amamanta al niño Jesús. Una pintura que a la postre terminaría ardiendo durante un incendio en 2014, y que sirve para entablar una conversación donde la representación se contrapone a un presente en el que cada acto artístico es expropiado de su sentido para ser empleado como un arma arrojadiza.

Vasconcelo crea así una pieza rica en matices que, aunque extraña en su puesta en escena y en un formalismo que huye de las virtudes cosechadas en su debut, recluye en su interior una capacidad discursiva digna de elogio. Pero la portuguesa se aleja del sermón, y permite que tanto su narración como sus imágenes expresen una cierta dualidad desde la que Nocturno para uma floresta va más allá de sus fugas genéricas, encontrando una voz idónea desde la que revelarse.

Resulta, de este modo, de lo más sugerente el viraje que la cineasta portuguesa realiza en torno a un fantástico aderezado por un horror leve que a la postre expresa la raíz en la que se asentará el relato, hallando en sus composiciones iniciales el reflejo —resulta de lo más aguda esa estampa en la que el Papa Gregorio XV introduce su dedo índice entre las páginas de un libro— desde el que hacer germinar una de esas piezas que dialogan con destreza acerca de las capas de representación de un arte que a cada paso adquiere una dimensión mayor si cabe.

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