Breve historia de una familia (Jianjie Lin)

Cuando el cine quiere explicar alguna cosa de suma importancia, o como mínimo así lo cree su director, hay dos vías para contarlo. Mediante una sobreexposición en el diálogo y haciendo que pasen cosas continuamente o bajo el manto de la discreción, la distancia y los silencios velados. Evidentemente no hay método perfecto o más adecuado. Ambos estilos tienen sus ventajas y sus defectos que no son tan inherentes a la posición formal como a la habilidad de plasmarlo.

Si es cierto, sin embargo, que cuando entramos en el territorio de lo sutil, como es el caso que nos ocupa, hay ciertos defectos más fácilmente disimulables, por así decirlo. A veces la no concreción puede confundirse con ambigüedad, el agujero de guión puede pasar por elipsis y el giro argumental tramposo como matiz. En Breve historia de una familia, Jianjie Lin flirtea continuamente con todo ello dejando una sensación extraña a su finalización.

Si bien es cierto que hay que tener en cuenta la condición de film debut, no deja de sorprender que estemos ante una propuesta, si bien no exactamente original, tan bien planificada. Desde los silencios, hasta la gelidez de la fotografía pasando por la distancia emocional hacia sus personajes, todo está planteado como una gran paradoja emocional. Ante una situación de drama sustituimos las emociones exorbitantes, la calidez y la pasión por algo muy cercano a un estudio clínico.

Algo que, dado sus giros argumentales parece hasta adecuado y que deja la película en un territorio más cercano a un juego de espejos entre realidad y ocultaciones que a un drama familiar más clásico. De hecho, y quizás es lo más interesante más allá del aparato formal, que todo se vea incluso como una metáfora que trascienda las barreras de lo meramente íntimo para poder trasladarlo a un contexto social más amplio.

Pero he aquí el problema fundamental de la cinta: una vez hemos entrado en dicho juego y entendemos las pretensiones de lo ofrecido todo resulta más obvio que lo que se quiere hacer ver. Ni el giro dramático sorprende del todo ni el subtexto resulta tan demoledor como parece. De hecho, y como aspecto más negativo, se podría resaltar que al final esta es una película que podría llegar a exhibir cierta crudeza y acaba por ser un producto altamente inofensivo, como si estuviera más pendiente de su diseño en cuanto a forma que de cumplir con el mensaje que quiere ofrecernos.

Dicho esto, y resaltando una vez más la habilidad de su realizador para desarrollar la obra a su gusto estético y su capacidad para hacerlo de forma brillante, la sensación que nos queda es que, una vez más y paradójicamente, esta es una película de mucho ruido aséptico y mucha frialdad emocional pero que se deja por el camino la capacidad de ofrecer algo que verdaderamente capte nuestra atención. En definitiva, mucho adorno de autor para algo más bien pequeño. Una película que quizás con un enfoque más íntimo, más detallista, hubiera conseguido salir de su zona de confort glaciar.

 

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