El techo del mundo (Rémi Chayé)

Sasha es una joven de buena familia cuyo abuelo Oloukine falleció recientemente en una expedición marítima. Aunque en San Petersburgo se iba a inaugurar un museo en su memoria, el príncipe Tomsky finalmente descarta tal posibilidad, ya que el zar sigue enfadado porque Oloukine perdiera el fabuloso navío Davaï, considerado imposible de hundir. A cambio de esta noticia, Tomsky ofrecerá al padre de Sasha un cargo en la embajada de Roma que le hará olvidar semejante afrenta a su familia. Sin embargo, la nieta no parece demasiado contenta con este cambio de planes, por lo que buscará un remedio que dignifique la memoria de su yayo.

Así transcurren los primeros minutos de El gran viaje de Sasha al Polo Norte (más conocida por Tout en haut du monde o incluso por su título internacional Long Way North), una cinta de animación que dirige el francés Rémi Chayé y que ha sido colmada de reconocimientos, entre ellos el premio del público del pasado Festival de Annecy. Con un dibujo sencillo y una premisa no menos clara, el cineasta galo pretende narrar un cuento de aventuras que en sus formas está lejos de ser típico.

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Decimos esto porque El gran viaje de Sasha al Polo Norte es una película de animación que discurre por el camino necesario para trasladar al espectador únicamente la parte importante del relato. Esto significa arrojar por la borda todos esos minutos de relleno que muchos cineastas de películas aventureras introducen en sus trabajos para así abultar más el producto o incluso para tapar el vacío que se esconde entre sus fotogramas. Sin embargo, el film que aquí nos ocupa no entiende de estas burdas manipulaciones: sus 80 minutos de metraje ya son una pista suficiente como para comprender que Chayé no se va a andar con rodeos.

Además, la cinta se encuentra desprovista de cualquier atisbo de moralina barata. Aquí es necesario hablar de la extraordinaria protagonista femenina, que actúa como una verdadera adolescente y no como un subproducto moldeado en base a la topicoína existente; no tiene un talento natural ni pasa de la noche a la mañana a realizar actos increíbles, sino que se nutre únicamente de su ferviente deseo por restaurar la memoria del abuelo perdido. Poseedora de un carisma sorprendente, Sasha porta el emblema de naturalidad que impregna toda la película.

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En cuanto a la evolución de la trama en sí misma, desgraciadamente El gran viaje de Sasha al Polo Norte deja poco lugar a las sorpresas tras observar su título traducido al castellano. Aun así, es estupendo descubrir en cada escena varios detalles que alejan a la cinta de la previsibilidad. Por decirlo de otra manera, se desecha aquella guía prototípica que definía el carácter de los personajes en la literatura de aventuras, ya que aquí el único perfil claro es el del héroe (heroína, en este caso), quedando los otros papeles a consideración del espectador.

Más allá de este aspecto, hay que decir que El gran viaje de Sasha al polo Norte es un magnífico relato de aventuras que combina los mejores elementos del género de una forma noble. Asequible también para que sea degustada por el sector infantil, la película de Chayé pertenece a la carta gourmet de la animación que sabe hacer funcionar el género por sus propios medios y no como un mero volcado a lápiz de las películas de imagen real. Habrá que seguir la pista a este cineasta, sobre todo porque ya ha confirmado el estreno para 2017 de A Childhood of Martha Jane Canary, basada en la vida de Calamity Jane y que a priori parece seguir las líneas marcadas con su ópera prima.

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