Virus tropical (Santiago Caicedo)

Adaptación de la novela gráfica homónima de la ilustradora ecuatoriana Power Paola, Virus Tropical nos presenta en forma de cronología a una familia de clase media ecuatoriana a través de las vicisitudes que irán acaeciendo en el núcleo de la misma, poniendo especial interés en la perspectiva —y crecimiento— de Paola, la más pequeña de tres hermanas en un hogar que terminará siendo jerarquizado por la mirada femenina después de que el padre, un sacerdote que abandonó su hábito, decida emigrar a Colombia. Una situación, la de esa huida por motivos sentimentales —aunque ante las tres muchachas se alegue que han sido personales—, que propiciará el espacio en el que acoger los cambios que irá viviendo la protagonista con el paso de los años. De la doctrina conservadora implementada por su padre en un núcleo doméstico tradicional, al posterior ambiente suscitado por el entorno alternativo en que se moverán sus hermanas y la vocación que encontrará su madre en el esoterismo como sostén de un hogar con demasiadas bocas que alimentar. Paola se encontrará pues en una situación donde la figura de la mujer emerge como eje central en un universo del que pronto la joven muchacha empezará a experimentar nuevas vicisitudes, especialmente cuando se halle ante coyunturas sin relación alguna con el seno familiar. Una experiencia que afrontará en parte gracias al vínculo mantenido con su hermana mayor, que se irá fortaleciendo con el paso tiempo hasta ser clave tanto en las etapas de crecimiento de la protagonista, como en la confrontación de conflictos que terminarán forjando la visión de Paola.

Santiago Caicedo arma un relato que no deja de colindar con una realidad que emerge de la propia experiencia de la autora, otorgando así un enfoque que se ciñe a los distintos mecanismos propuestos por la animación. El posible pretexto dramático se funde con un retrato en cierto modo generacional, desnaturalizándose como parte de un proceso que no es otro que el de la inevitable llegada a la edad adulta y una —cada vez mayor— determinación propia; un período revelador, que ni mucho menos suscita o acapara las reflexiones arrojadas por el cineasta, pues aún marcando ese periplo adolescente el bloque que sobresale como la parte central del film, el hecho de remitirnos a otras fases anteriores en la vida de Paola, hace que podamos comprender mucho mejor un contexto esencial para su avance. Un contexto que además será cambiante, y que influirá cada vez más en el desarrollo de la protagonista, en especial cuando se vea obligada a trasladarse de Quito a Cali, descubriendo así un nuevo panorama e incluso percibiendo cierta aversión por proceder de un país distinto —algo en lo que le ayudará su hermana, una vez más—. Pero lo que ante todo moldeará su figura, serán las distintas relaciones entabladas y ambientes de lo más dispares —como en su visita a una de las zonas más conflictivas de Cali, famosa por los constantes tiroteos que padece—, llevándole a proyectar una independencia de la que cada vez será más consciente, sobre todo en lo concerniente a sus primeras relaciones amorosas.

Virus tropical toma en su apartado formal la inventiva del cómic e incluso ciertos rasgos de la animación ‹underground› norteamericana, y lo hace asimilando esas referencias como punto de un desarrollo creativo que se percibe en distintos aspectos, como en ese contraste que ejercen las figuras de los distintos personajes con unos fondos que marcan a la perfección los entornos en que se irán moviendo. Caicedo es capaz de imprimir un sello particular a su obra, y de dibujar en esas distintas etapas una evolución muy natural, que hace que la narración —ni el crecimiento de sus propios personajes— no se resienta por un momento. Es por ello que Virus tropical no se siente precisamente como un esbozo, y es que posee vida propia y una frescura que es capaz de llenar de una extraña emotividad la pantalla en alguna ocasión. Un proceso, el de profundizar en ese relato repleto de aristas y vaivenes, que no siempre alcanza sus mejores cotas, pero encuentra sin lugar a dudas en la sinceridad de su retrato un aliado que concibe en el espectador una de esas sonrisas tan inevitables como el camino aprehendido.

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