Tres hermanos y una herencia (Didier Bourdon, Bernard Campan, Pascal Légitimus)

Tres hermanos y una herencia

La comedia francesa sufre un estancamiento en el panorama cinematográfico claramente visible. La falta de ideas y el nutrirse de películas anteriores para realizar remakes deterioran un formato que estuvo en auge entre finales de los años 70 y principios de los 90. Cuando una idea caduca siempre es mejor cortar por lo sano para no resultar repetitivo. Para que se entienda mejor: ¿qué acogida tendría la película de un dúo humorístico español de la talla de Martes y 13, por ejemplo, hoy día en nuestras salas de cine? Sobran las palabras. Pues esto sucede con Tres hermanos y una herencia en la que el famoso trío cómico Les Inconnus vuelven a aventurarse tanto en dirección como en interpretación para dar vida a tres hermanos, los cuales, sin tener relación entre ambos, volverán a contactar para repartirse lo que supuestamente es una herencia algo generosa tras el fallecimiento de su madre. El pan del día a día de las asesorías jurídicas.

Tres hermanos y una herencia

En 1995 Didier Bourgon, Bernard Campan y Pascal Légitimus realizaron Tres hermanos… muy primos (tela con el título en España) para exponer su humor absurdo fruto de la unión artística que, en 1984, les definiría hasta la fecha. El éxito fue rotundo en Francia, sin embargo aquí pasó sin pena ni gloria por delante de nuestras jóvenes narices. Casi dos décadas después, el trío francés recupera a aquellos hermanos para mostrar una retahíla de gags, situaciones descabelladas y contagiar la risa fácil, cosa que no funciona en Tres hermanos y una herencia. El tiempo pasa para todos y en el caso del cine se multiplica la velocidad, pues los arquetipos terminan decayendo y la necesidad de ideas frescas e innovadoras se demanda con cada estreno. Sin embargo, Les Inconnus no admiten el cambio y como una especie de crítica a todo el batiburrillo cinéfilo y novedoso actual rescatan lo esencial de la comedia francesa. Aun así, la repetición es clara durante todo el metraje y da la sensación de que cada escena ya la hemos visto en otro momento. Los arquetipos son claros: el rico, el pobre y el tonto, y con esto tiran hacia delante para memorar películas como La cena de los idiotas, Après vous… o incluso la norteamericana Una jaula de grillos, cuya escena del travestismo de un hombre para hacerse pasar por la madre del novio que es invitado por sus suegros pudientes es prácticamente calcada. Cabe destacar la línea argumental, en la que no existe ningún cabo suelto permitiendo entender la historia a través de las actitudes de los tres protagonistas, de los cuales son patentes los años de trabajo juntos dadas su conexión y actuación sincronizada.

Rescatar ideas del pasado funciona, sabiendo en qué momento y lugar hacerlo, pero en ocasiones puede ser el toque definitivo que nos haga rememorar por qué perdimos interés en ello. No obstante, el mensaje es claro y la actitud de oposición ante el modernismo e independentismo cinematográfico conforma un llamamiento a aquellos herederos del humor fácil y la imitación que a saber si en la actualidad queda alguno.

Tres hermanos y una herencia

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