Tierra firme (Carlos Marques-Marcet)

Kat y Eva forman una pareja que acaba de perder a Chorizo, su gato. Tras el fallecimiento de la mascota reciben la visita de Roger, amigo barcelonés de la primera. Juntos convivirán en la casa de ellas, un barco que transita por los canales de la ciudad. Los tres treinteañeros componen un triángulo de amigos con sus encrucijadas particulares. La de Eva, que quiere ser madre. La de Roger que quiere ayudarlas y ser padre. La de Kat, que quiere seguir igual, con su vida, sin sobresaltos, con ellos.

Desde el principio se puede contemplar el estilo de Marques-Marcet. Mediante un lento travelling a través de un túnel, el bote en el que conviven Eva y Kat desemboca en un canal urbano de una ciudad inglesa. La oscuridad cede a la luz diurna, el cielo plomizo permanente, gris, de la localidad. Lo vemos de lejos, creciendo desde un pequeño agujero hasta que la imagen del canal, las carreteras a las dos orillas y los edificios, llenan la pantalla. El ruido del tráfico más los murmullos de las conversaciones aumentan de volumen. Sí, ya hemos salido del útero, sin apenas darnos cuenta, con el movimiento fluido de la cámara sobre la cubierta de la nave. En pocos minutos conoceremos a las dos mujeres, una más fría, la otra más visceral. Y poco después al tercer personaje en liza, ese visitante algo bufón, honesto y leal. Con diálogos acertados, alguna concesión fácil, estereotipada, pero válida de todas maneras para la caracterización de Germaine, excéntrica, hippy antigua, la madre de Eva.

La naturalidad, esa cualidad del cine que muchos intentan lograr pero pocos cineastas consiguen transmitir. Un factor que ayuda totalmente al largometraje, tonificado como una comedia, de corte naturalista más que costumbrista, para ceñirnos más en el término. Lo hace con la complicidad de Natalia Tena, David Verdaguer y Oona Chaplin, quizás en su papel más trabajado. Mientras que los dos primeros repiten la química que ya tenían como pareja en 10.000 km, una unión que amplían en un registro más amistoso en esta cinta. Bordando los diálogos con autenticidad, tanta que hace dudar de su anterior escritura en las páginas de un guión. Réplicas y contrarréplicas que se disparan unas a otro con la gracia de sus caracteres, la rapidez de los pensamientos. Un estado de fortuna que se contagia al resto de secundarios y episódicos, con las tres intervenciones de Geraldine Chaplin. O la más breve de Jynx, un ligue que llena la pantalla en apenas un par de escenas.

Carlos Marques-Marcet sube un peldaño en su aproximación al romance y al desamor, a las crisis de pareja, sumadas a la edad, añadida la angustia de la maternidad. Explora el amor de una pareja de lesbianas con la delicadeza requerida pero sin recurrir al llanto o la cursilería. No recorre caminos fáciles en las relaciones a dos y tres bandas de la propuesta, sino que los sigue con la coherencia de sus personalidades, dudas y decisiones. Mientras que la relación en 10.000 km dejaba claro el peligro de la red social y el contacto mediante un video chat, para mantener una relación de pareja, rompiendo con el esquema romántico de las relaciones epistolares de siglos anteriores. En esta ocasión los encuentros y rechazos se producen en persona, siempre cara a cara, sin recurrir, salvo alguna excepción, a llamadas telefónicas o de otros dispositivos electrónicos. Incluso para la única secuencia en la que Roger usa un móvil, la razón es totalmente cómica, acorde al momento y la situación.

Todo sube a flote en este melodrama filtrado por el humor. Parte de un guión muy bien construido por el director junto a Jules Nurrish, aparentemente inspirado en un libro según se aclara en los títulos de crédito finales. La deriva emocional discurre con la tranquilidad del agua estancada en el río, pero con el dinamismo del cine clásico, sin resultar vetusto, actual en su propuesta, revitalizando el triángulo amoroso de Truffaut y demás soñadores. Porque el guión se percibe perfecto, pero todo funciona gracias a un equipo en racha, desde las actrices y Verdaguer hasta el último técnico.

Sin embargo existe un signo distintivo frente a otras películas de amor contemporáneo, a otras proyecciones humanistas acerca de los jóvenes nacidos en la década de los ochenta. Este no es otro que el propio realizador, artífice de una puesta en escena tan sutil, elaborada, rítmica, como contundente en varios planos secuencia como el travelling que abre el film. O ese otro que sigue a Kat y Roger mientras una huye del otro. También esos desplazamientos combinados con zoom hacia la torreta eléctrica que zumba como una premonición amenazadora. La dilatación de esas secuencias, prolongando acciones que parecen intrascendentes, es un mecanismo que logra la evolución de los personajes, de las situaciones y sus circunstancias, enriqueciendo la trama. Algo que no se ve tampoco en el cine más sesudo. Junto a elipsis hipnóticas como esa en la que los dos amigos se caen al agua tras un forcejeo, fundiendo varios planos bajo el agua, con el sonido de las burbujas y el eco de los fluidos, casi puro Jean Vigo de L´Atalante. El dominio del formato panorámico, de la profundidad de campo aunque permanezca desenfocada, del fuera de campo. La gestualidad de los personajes sin necesidad de ver el motivo que les produce alegría, sorpresa o tristeza. Más la fuerza de Natalia Tena escondiendo como puede su fotogenia, para resurgir más atractiva con su aspecto de la mujer fuerte en la pareja. Con la sabiduría del realizador para tratar muchos temas coyunturales como son la crisis de los treinta, los sueldos precarios, el pluriempleo forzado, la vivienda digna o el final de las utopías sin necesidad de aburrir al espectador, forzar el panfleto y además llegando a la ternura, la emoción y la esperanza, sin perder la sonrisa.

El cineasta supera con nota las expectativas creadas tras su ópera prima, aunque sea con la trampa de haber rodado un telefilme en estos tres años: 13 días de octubre. Así que técnicamente es su tercer largometraje. Dejemos los ordinales igual que ya no están en el título de esta Tierra firme, para esperar con interés lo próximo de Marques-Marcet, aunque por error incluso se trate de una de super héroes.

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