The Red Lights (Vasilis Georgiadis)

The Red Lights

El cine griego clásico continúa siendo una caja de sorpresas que encierra maravillosas obras maestras de un talante y talento sobresaliente a la par que sumamente desconocido entre los aficionados al cine clásico. Y es que no solo los melodramas helenos de una luminaria de la talla de Michael Cacoyannis desprenden ese sabor a tragedia griega con un marcado temperamento autóctono mediterráneo que caracterizan las mejores piezas de arte fílmico originarias del país situado en el extremo sur de la península Balcánica. Ya dimos muestras de la maestría del cine procedente de estas tierras con esa obra cumbre que es El ogro de Atenas, y a continuación nos atrevemos a reseñar la que para un servidor es la mayor obra maestra del cine griego de toda su historia, la hipnótica y fascinante The Red Lights (Ta kokkina fanaria)película dirigida en 1963 por otro patriarca del melodrama heleno como Vasilis Georgiadis que fue nominada al oscar a la mejor película de lengua extranjera de ese mismo año.

Partiendo de los mandamientos de las seminales tragedias brotadas de la cultura mediterránea, Georgiadis edificó una de las mejores radiografías edificadas por el cine sobre el mundo de la prostitución, diseñando su obra desde una perspectiva intensamente humana al perfilar el talante, los sueños y las derrotas presentes en la naturaleza de las meretrices habitantes de uno de los últimos burdeles presentes en el puerto de El Pireo justo antes de que el gobierno heleno dictase la abolición de los mismos. En este sentido la cinta se aproxima en su concepción fílmica a la obra maestra de Federico Fellini Las noches de Cabiria, vínculo que no solo se manifiesta en la estampa humanista y muy reflexiva pulida tanto por el director de La Strada como por Georgiadis acerca de la figura de las putas arrabaleras, como igualmente por la puesta en escena iconoclasta y excesiva tejida por el cineasta heleno, más colindante esta última con las cintas más locas y absurdas de Fellini en lo que respecta a ese gusto por incluir rimbombantes coreografías musicales adornadas por repetitivas melodías musicales de las que brotan toda la pasión festiva del Sur de Europa (en el caso particular de la cinta objeto de esta reseña magnéticas son sin duda las escenas musicales a ritmo de sirtaki ejecutadas por las prostitutas y sus clientes en las desenfrenadas noches de vicio y pasión mostradas en la cinta) que permiten así describir ese ambiente atolondrado e imprudente inherente de las sociedades europeas contemporáneas.

The Red Lights

El dibujo de la demolición de las esperanzas emanadas de las impulsivas y bondadosas diosas del sexo representado por Georgiadis sirve asimismo como metáfora existencial del destino del propio ser humano, un ente incapaz de alcanzar la felicidad debido a los rígidos convencionalismos sociales diseñados por él mismo que lo obligan a renunciar a sus objetivos individuales ante la voraz insistencia de la impostada reputación colectiva, siendo pues esta una ordenación social carcomida desde sus fundamentos originarios que adoptará la forma de un insalvable obstáculo que impedirá aflorar la dicha mientras estas trabas continúen vigentes. La puesta en escena llevada a cabo por el autor griego denota un seductor gusto por exhibir las desgracias que el azaroso destino nos tiene reservadas a los confiados mortales siguiendo pues la línea de las letras escritas por autores originarios de su país natal como Virgilio u Homero, conectando igualmente dicho cosmos con el universo cinematográfico de Kenji Mizoguchi y el demoledor drama europeo oriundo del Este y Centro de Europa.

La cinta pertenece de la misma manera al subgénero de historias cruzadas narrando en paralelo las vivencias de cuatro meretrices moradoras del burdel Linternas Rojas,sito en las orillas del puerto de El Pireo, un antro gobernado con mano dictatorial por el codicioso y visceral Mihailos y por una bondadosa y piadosa madam. Cada una de las prostitutas posee un temperamento divergente al de sus compañeras, pero todas persiguen un mismo sueño: la conquista del amor verdadero. Así Eleni es una joven inmigrante rumana que llegó a Grecia en busca de un futuro mejor que el ofrecido por su país de origen, pero cuyo infortunio la condenó a ejercer la prostitución en el prostíbulo Linternas Rojas. Eleni tratará de huir de su triste y opresor presente haciendo creer a su novio Petros que es una joven trabajadora que debe huir cada noche como una especie de cenicienta hacia un lugar desconocido y menos dichoso que el ofrecido por su ángel de la guarda, un paraje en el que la espera su jefe Mihailos, un demonio de mirada impúdica que siente unos enormes celos del romance iniciado por Eleni y Petros.

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Por otro lado seremos testigos de la historia de María, una veterana profesional del sexo que desvirgará al joven e imberbe Angelos, un muchacho que trabaja en los astilleros del puerto que se enamorará perdidamente de la prostituta, iniciando de este modo una bonita historia de amor y pasión imposible. A estas dos historias se añadirá la de Ana, una misteriosa y tímida meretriz de la que se enamorará un veterano marinero, pero que su prudencia y desconfianza la llevarán a renunciar a la propuesta de matrimonio llevada a cabo por el viejo capitán. Sin embargo aconsejada por Eleni, Ana remitirá una carta de amor a su amado aceptando la propuesta que el mismo la hizo, informándole a la vez de la existencia de un hijo adolescente procedente de una antigua relación que desconoce asimismo la profesión de su madre. El capitán aceptará el amor de Ana y a su retoño, pero la felicidad de este momento aún deberá esperar al feliz y aleatorio retorno del vetusto lobo de mar. Por último, y quizás de un modo más accesorio, Georgiadis describirá la existencia de la joven Marina, una inmadura y alegre joven que emigró del interior rural a la ciudad y que terminó, al igual que sus compañeras, ejerciendo la calle, la cual sufrirá los desprecios de su joven novio, un aprendiz de chulo que tratará a su protegida como un objeto sin valor a pesar del amor que Marina siente hacia él. Estas dolorosas y trágicas representaciones del desamor pintadas por el magnífico Vasilis Georgiadis se embellecerán con la bonita historia de Katerina, la longeva mujer de la limpieza del burdel, otra mujer perseguida por la desgracia y la ausencia de cariño que recuperará las vías del amor de la mano de su esposo, un anciano que malvive recogiendo basura en el vertedero de la ciudad que ofrecerá a la sexagenaria Katerina un hogar en el que compartir felizmente sus últimos años de existencia.

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De este modo tan sencillo y poético la película traza un portentoso dibujo de la condición humana gracias a los padecimientos amorosos sufridos por las habitantes del burdel Luces Rojas. Y eso, el amor y las dificultades existentes para culminar con éxito esta quimera anhelada por todos los seres humanos, es el tema principal que brota de la cinta, siendo especialmente inspirador el hecho de que dicho retrato se pintó centrando la historia en un paraje en el que el amor se enmascara y subasta al mejor postor por unas míseras monedas y que por tanto sería el último lugar en el que cualquier espectador pensaría a la hora de evocar este profundo sentimiento. Georgiadis demolerá de esta manera nuestros prejuicios mostrándonos que el afecto y la necesidad de cariño son quizás aún más precisos e imperiosos en aquellas mujeres que esconden su amor y vergüenza bajos las sábanas del placer y que por ello son despreciadas por esa parte de la sociedad que hace de la dignidad y el decoro su catecismo, pero que en realidad acabará actuando de una manera más indigna e indecorosa que esas esclavas del sexo cuyo trabajo se encargan de descalificar.

Desde el punto de vista técnico la película es una maravilla que mezcla con talento y visión cinematográfica una portentosa fotografía en blanco y negro apoyada en idénticas proporciones en pausados planos secuencia y en estupendas tomas iconoclastas en las que predominan los zoom y planos oblicuos que otorgan al revestimiento visual del film una visionaria estética emparentada directamente con los movimientos rupturistas de principios de los sesenta (incluyendo alguna escena de desnudo en la que Georgiadis fotografía los pechos despojados de ropa de una joven prostituta). Desde el punto de vista interpretativo no puedo dejar de reseñar las increíbles interpretaciones de tono muy realista de todo el elenco de actores que formaron parte del film, siendo especialmente destacable la presencia de Giorgios Foundas, actor fetiche de Michael Cacoyannis que como es habitual en él regala al espectador una interpretación atormentada y visceral ciertamente cautivadora en el rol del chulo Mihailos, así como la sensual y pasional interpretación de la bella Mairi Hronopoulou en el papel de la veterana María, la cual nos brindará las escenas más calientes y tórridas del film. Sin duda nos hallamos ante una obra maestra del cine europeo de imprescindible visionado para adentrarnos en el apasionante y escondido universo cinematográfico clásico griego, un mundo plagado de obras maestras pendientes de ser descubiertas por los ojos curiosos de los cinéfilos de todo el mundo.

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