The Line (Peter Bebjak)

Presentada en el Karlovy Vary celebrado este mismo año como siempre en la enigmática y mágica región de Bohemia, The Line fue una de las grandes triunfadoras del certamen checo alzándose con el Globo de Cristal al mejor director para Peter Bebjak, un realizador curtido en los platós de televisión de la vecina Eslovaquia, país del que es originario este espléndido y posmoderno thriller de fronteras que merodea en los pasillos característicos de la nueva mafia europea. Un regalo que llama la atención en virtud de su sobria puesta en escena en la que se nota la experiencia en el medio televisivo de Bebjak, pues la cinta rebosa esa esencia inherente a las series que versan sus tramas alrededor del mundo de la mafia. Productos que plagaron las parrillas televisivas de medio mundo a comienzos del siglo XXI. Intrigas que, como el capítulo que nos atañe, combinaban una textura muy clásica a la hora tanto de componer los encuadres como en su cadencia más reposada de lo común, sin perder de vista las posibilidades técnicas que se abrían paso entre la nueva generación de profesionales del audiovisual estadounidense.

Desde el punto de vista argumental la película nos presentará a dos grupos mafiosos. El liderado por el eslovaco Adam (Tomas Mastalir) —un robusto y hercúleo jefe y padre de familia cuyo aspecto se asemeja más a un gorila de discoteca que a un respetable miembro de un clan criminal—, grupo dedicado a traficar con tabaco en las inmediaciones de la frontera que separa Eslovaquia de Ucrania. Y el encabezado al otro lado de la línea de demarcación por el ucraniano Krull (Stanislav Boklan), un despiadado y frío cabecilla de una banda internacional dedicada al tráfico de narcóticos cuya ambición desmedida chocará con el carácter fiel a los viejos valores del universo criminal europeo que define a Adam, un gánster férreo seguidor de un código de honor sagrado e irrenunciable al que no le caen simpáticos aquellos que trapichean con sustancias estupefacientes. De hecho Krull tratará de engatusar para su causa a algunos de los camaradas de Adam, punto que obligará al eslovaco a tomar represalias contra quienes traicionaron su confianza, seccionando así el dedo de un miembro desleal cazado con Krull como medida ejemplar.

A la fascinante atmósfera perversa que empapa la obra se unirá un hecho histórico. La instauración del nuevo sistema de control de fronteras entre Eslovaquia y Ucrania fruto de la adhesión de la antigua nación checoslovaca al Acuerdo de Schengen que implantará la libre circulación de personas y bienes entre los Estados firmantes así como la imposición de rigurosas medidas de control fronterizo con terceros como por ejemplo Ucrania. Se avecina por tanto el fin del negocio que ha sustentado a la familia en el pasado. Todo ello se complicará con una serie de acontecimientos que pondrán en peligro la estabilidad emocional y empresarial de nuestro protagonista. Por un lado el embarazo de su hija Lucia motivado por su relación con el ingenuo e infantil Ivor, un muchacho con pocas luces que no es para nada del gusto del padre de la novia. A pesar de ello y tras propinar una pequeña paliza a su futuro yerno, Adam dará a regañadientes su visto bueno para que su hija contraiga matrimonio con el flojo de Ivor. Por otro tendrá que calmar la necesidad de dinero de su mano derecha y amigo del alma Jona, un inteligente y astuto compañero de nacionalidad ucraniana que atraviesa una pequeña depresión debido al encarcelamiento en su país natal de su hijo por causas políticas y sobre todo por la amenaza de éste último de ahorcarse en caso de que su progenitor no consiga el dinero preciso para sacarlo del infierno que supone la prisión. También deberá sortear ciertos malos rollos con su mujer quien echará en cara a su marido sus ausencias y abandonos del hogar familiar para cumplir sus misiones en los bajos fondos, unión que será defendida por Anna, la madre de Adam (Emília Vásáryová) y firme matriarca de un clan que se destruiría sin su presencia. Finalmente nuestro héroe deberá sortear las trampas y obstáculos dejados sobre el terreno por su enemigo Krull, quien se aprovechará del fracaso de una caótica operación organizada por Adam que trataba de transportar a Eslovaquia a un grupo de inmigrantes afganos para hundir su venenoso cuchillo en las entrañas de la cuadrilla de Adam con la finalidad de aniquilar a sus rivales y así poder ampliar su área de influencia más allá de su territorio habitual.

La potente narración que ostenta el film se apoya en un guión muy bien trenzado que mezcla con mucho acierto ciertas gotas de acción, buenas dosis de neo-noir, una enérgica radiografía social de la Eslovaquia profunda y todo ello sin renunciar a unos refrescantes apuntes de humor, dando lugar una envoltura formal de categoría suprema. El contexto visual de The Line es inmejorable. Gracias al portentoso trabajo fotográfico rubricado por Martin Žiaran esbozado en un triángulo que aúna hondura de campo, una tonalidad ocre y amarillenta que desprende cierto aroma irrespirable contaminado de azufre y unos sensatos movimientos de foco que saben ser nerviosos y eléctricos cuando el relato así lo exige y que reposan su mirada cuando la intimidad aflora en las secuencias más introspectivas. Predominando las tomas largas, con ese recurso presente en casi cualquier cinta europea contemporánea consistente en rodar de espaldas a los actores convirtiendo a la lente en un testigo privilegiado de los acontecimientos, haciendo de este modo partícipe al público de las andanzas del grupo que lidera la trama.

El ritmo que acompaña el desarrollo de la historia posee nervio y tensión, como así lo requiere una crónica perteneciente a este género. A Peter Bebjak se le nota comodísimo dirigiendo dando muestras de su capacidad controlando hasta el más mínimo detalle la arquitectura escénica de su criatura. Estableciendo un diálogo directo y exquisito con el espectador. Tratando al mismo con inteligencia dando por sentado que no se le puede menospreciar ni engañar. Dominando con mucha confianza en sí mismo la acción a través de una mirada que disecciona con encanto y delicadeza, pero sin ningún tipo de concesiones, los avatares que sufren sus intérpretes. Su cámara no es para nada aparatosa. Bebe de la realidad dando muestras del gusto e inteligencia de Bebjak a la hora de construir unos personajes brillantes que tienen mucho que ofrecer y poca paja a sus espaldas. Moldeando el suspense desde la insinuación epidérmica partiendo de las reglas clásicas que dieron lustre al thriller contemporáneo. Existen varios guiños a clásicos del género. Al Yakuza de Sidney Pollack. A El Padrino de Coppola. A Muerte entre las flores de los Coen e incluso desde una óptica muy desenfadada y cachonda que como hemos comentado no renuncia a la inyección de un ácido estilo de humor a The LadyKillers de MacKendrick.

Todos estos ingredientes convierten a The Line en una estupenda película que hará las delicias de los fanáticos del policíaco actual. Pues la misma sabe combinar con acierto el entretenimiento con la reflexión. La acción con la comedia. La sencillez con la complejidad. Apoyada en unas soberbias actuaciones que erizan los sentidos. Y en un ropaje visual que hipnotiza merced a su influjo renovado que no hace ascos a reverenciar a referentes ineludibles de este tipo de cine. Un film sólido, muy mesurado y acertado. A ratos inquietante a otros divertido. Sin duda una propuesta que contiene todo lo que debe poseer una pieza de estas características para interesar y triunfar en salas comerciales. Siempre desde una perspectiva minoritaria, pero también ambiciosa.

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