Takashi Miike ultima Laplace’s Witch

Takashi Miike sigue siendo uno de los cineastas más prolíficos de los últimos años, y buena prueba de ello es que tras descubrir el trailer de su JoJo’s Bizarre Adventure, rodada en Sitges, nos enteramos de que el nipón ultima ya el rodaje de otro nuevo trabajo, una Laplace’s Witch cuyos primeros pasos en el plató fueron dados el pasado 16 de marzo que devuelve al terreno del thriller a un autor al que cualquier género o categoría se le queda corto llegados a cierto punto.

Shō Sakurai —que ya estuvo en Yatterman de Miike—, Suzu Hirose —del Rage de Lee Sang-il, y también presente en lo nuevo de Koreeda, The Third Murder— y Sôta Fukushi —que precisamente también ha estado en The Blade of the Immortal de Miike— son los nombres centrales de una cinta donde Miike adapta la novela homónima de Keigo Higashino. Para ello, el cineasta narrará como, tras la muerte de dos personas envenenadas con sulfuro de hidrógeno en aguas termales de regiones distintas, la policía le pide al profesor Shusuke Aoe, un geoquímico, que determine si las muertes fueron causadas por extraños accidentes o obra de un asesinato. Mientras investiga los casos, Shusuke se encuentra con Madoka Uhara. Ella adivinará correctamente que ese fenómeno natural tendrá lugar de nuevo. La policía empezará entonces a sospechar de Madoka, relacionándola con las muertes, cuando un tercer caso tendrá lugar.

Veremos que tal le sale esta nueva apuesta a un Miike que no se da descanso ni por un momento.

Fuente | Asianwiki

Redacción: Rubén Collazos

Un comentario en «Takashi Miike ultima Laplace’s Witch»

  1. Estaba yo en mi segundo viaje a Japón para pasar allí las navidades junto a mi novia y su familia, y para matar el aburrimiento durante las 13 horas de vuelo decidí verme alguna película; en una lista de variedad reducida donde se hallaban basuras como «Los Últimos Jedi», «Jurassic World 2» o la octava entrega de «A todo Gas», di con la última propuesta de Takashi Miike, quien a sus casi 60 primaveras no parece dar signos de cansancio en una filmografía de más de cien títulos a la que aún le queda mucho futuro por delante.
    El cineasta no se centra en adaptar un manga (cosa extraña), sino la novela homónima de Keigo Higashino, uno de los escritores japoneses más prolíficos, brillantes y exitosos de los últimos treinta años, con la mayoría de sus obras trasladadas a la gran y pequeña pantalla («The Crimes that Bind», «The Devotion of Suspect «X» » o «Himitsu» son sólo algunas): «Laplace’s Witch», cuyo título hace referencia a una teoría del físico y matemático Pierre-Simon Laplace: «El Demonio de Laplace», la cual determina que si una inteligencia fuese capaz de conocer la ubicación y la situación precisa de cada átomo en el Universo, el futuro estaría presente ante sus ojos.

    Ese «demonio» es aquí una joven llamada Madoka, atormentada por un terrible recuerdo de su infancia (contempló cómo un feroz tornadoengullía para siempre a su madre), que se halla en mitad de un caso en el que dos tipos han fallecido por inhalación de sulfuro de hidrógeno en dos balnearios situados en diferentes localizaciones, y todo apunta a que se trata de un asesinato. Shusuke, un profesor universitario de geoquímica, colabora con el detective Nakaoka para esclarecer los hechos, en los que se verá implicado Saisei Amakasu, un prestigioso director de cine desaparecido desde hace tiempo.
    Tras un impactante prólogo que puede recordarnos a «Twister» nos adentramos en la intriga del film, donde el ambiente en el que se desarrolla es tan gélido y sombrío como el estilo del cineasta, más propio de Kiyoshi Kurosawa o Hideo Nakata, quien nos presenta el suceso y a los personajes de una manera densa, muy pausada; el misterio predominante logra enganchar con facilidad y entonces «Laplace’s Witch» comienza su hermética dinámica: los diálogos están plagados de suposiciones, teorías y preguntas y la trama no tiene prisa en despegar, lo que no es todavía un hándicap, sino un gran acierto, pues se trata de dejarse llevar por la incógnita. Pero algo comienza a torcerse…

    Siguen apareciendo personajes con sus respectivas historias narradas desde la distancia, se generan subtramas inclinadas hacia temas muy variados, los cuales no encuentran un punto de equilibrio (se combinan aspectos científicos, un trágico drama familiar, filosofía, ciencia-ficción y el suspense de la investigación, desarrollada en el mundo del cine, todo envuelto en una atmósfera de fantasía sobrenatural), y lo que es más preocupante: se avanza a base de «flashbacks» explicativos que no terminan nunca ni dejan lugar a la acción presente. Así, a poco menos de la primera hora, nos han bombardeado con tal cantidad de información que parece imposible que la película pueda encontrar su camino, donde la trama inicial hace rato que se vio ahogada por las demás.
    El carismático y misterioso Amakasu, que conseguía destacar entre unos personajes planos y desaprovechados, vuelve a aparecer para insuflar algo de fuerza a un film cuyo clímax se aproxima quedando aún más de media hora y que se alarga sobremanera, donde todo el enigma del crimen es revelado de un plumazo y los «flashbacks» resultan ya más que tediosos (veremos por enésima vez la escena en la que el tornado se lleva a la madre de Madoka). Miike vuelve a patinar en el tramo final; nos brinda largos diálogos llenos de tensión y un festín de acción y efectos visuales que, por desgracia, no son suficientes para compensar más de 90 minutos de lo más irregulares.

    Muertes por sulfuro de hidrógeno y metacine por un lado; tragedias, engaños y traiciones en el seno familiar por otro; lectura del universo, mística conexión con los fenómenos naturales, posibilidad de vislumbrar sucesos futuros privándose uno mismo de la capacidad de soñar y viviendo confinado en base a unas reglas preestablecidas…todos ellos temas la mar de interesantes que no acaban de aflorar. Pareciera que el director intenta mezclar tres films en uno, pero el experimento no le sale tan bien como cabe esperar; entre tanto, los actores aportan un nulo carisma a sus personajes.
    Sota Fukushi se esfuerza todo lo que puede y termina perdiendo la credibilidad (atentos a sus sobreactuados gestos faciales), el «idol» Sho Sakurai no encaja para nada en su papel de profesor (¿cuando se darán cuenta los nipones de que los «idols» no tienen ni puñetera idea de interpretación?), la guapa Suzu Hirose se hace por momentos repulsiva y empalagosa, al igual que Mirai Shida; sólo Hiroshi Tamaki y el genial Etsushi Toyokawa resultan dignos de elogio. En realidad sólo sobresale el aspecto técnico, donde a una estética de factura preciosista y formal se suman unos efectos visuales de impecable factura, la brillante fotografía de Nobuyasu Kita y la música de Koji Endo, habituales del director.

    Desde luego las palabras de Amakasu «¡Esta es la obra maestra de mi vida!» no se corresponden con la realidad del sr. Miike y su «Laplace’s Witch», uno de sus trabajos más flojos aun contando con un atractivo arranque, cuyo interés sólo se mantiene en el primer visionado y gustando menos cuantas más veces se vea.

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