Shin Godzilla (Hideaki Anno, Shinji Higuchi)

¿Qué sucedería si en nuestra ciudad surgiese de repente un bicho con capacidad para aniquilar en un pispás vidas humanas e inmuebles? El mito de Godzilla ha sido desarrollado constantemente en la cultura japonesa desde que a mediados del siglo XX apareciese la primera película sobre el ser. A partir de ahí, esta especie de dinosaurio con gran fortaleza física y un aliento atómico devastador ha aparecido varias veces en cómics, videojuegos y sobre todo en el cine, cuya más popular y desgraciada versión occidental fue aquella producción de Roland Emmerich muy al uso de su cineasta. Ahora, Hideaki Anno y Shinji Higuchi, el creador y uno de los guionistas de Neon Genesis Evangelion respectivamente, han unido sus fuerzas para crear Shin Godzilla, enésima revisión del monstruo pero que aquí se presenta con un cariz peculiar y ciertamente original.

Lo primero que resalta en Shin Godzilla es que la cinta ostenta un tono marcadamente paródico, sobre todo en su primera media hora. Lo hace a través de dos vertientes: por un lado, a la hora de representar al monstruo (cuyos ojos y composición general se asemejan más a un juguete de baratillo) y por otro, al sobreimpresionar los cargos de los políticos que aparecen en pantalla, unos puestos de trabajo con nombres empalagadamente largos y que no dejan de ser una crítica al sistema burocrático que hoy día sigue reinando en casi todos los países avanzados.

Shin Godzilla sorprende porque opta por centrarse en cómo se resolverá el conflicto en vez de en la espectacularidad del bicho. Es decir, los directores representan más o menos la situación que se daría en la vida real: la confusión inicial, el lío administrativo para decidir quién actúa y cómo se trata al monstruo, las presiones de ciertos grupos, el relativo escaso interés que se le da a las víctimas… Dejando de lado la propia fantasía de Godzilla, todo está descrito bajo la apariencia de una cierta credibilidad. Hay una circunstancia que no casa del todo bien con esta sensación de caos y es que es difícil captar la esencia del terror que en Tokio provoca un monstruo como Godzilla cuando al inicio de la cinta lo que más se pretendía lograr en el espectador eran risas.

De hecho, no se puede decir que la cinta esté exenta de las típicas “flipadas”. Shin Godzilla ofrece kilos de espectacularidad y destrucción, pero intenta hacerlo a través de las neuronas y tomando siempre como vía principal el desarrollo de los acontecimientos en los despachos. Anno y Higuchi no se olvidan de Godzilla y constantemente recuperan secuencias del monstruo arrasando la ciudad de Tokio, pero lo hacen con el objetivo de no caer en la modorra que impone el trabajo de despacho. Un bajo ritmo que resulta obligado, ya que de otra forma no se podría haber representado esa crítica a la estructura administrativa que provoca respuestas más lentas a un desastre que hubiera requerido rápidas acciones para reducir las bajas humanas. Con el accidente nuclear de Fukushima aún reciente, quizá la intención crítica queda aún más clara.

Por lo tanto, Shin Godzilla no es una película destinada a gustar a aquellos que amaran la versión de Emmerich (¿realmente hay alguien?) por tomar un ejemplo, sino que se dirige más bien a aquella parte de la audiencia que siempre echa de menos algo más de sesera y cabeza fría en estas películas de catástrofes. Si a eso le unimos su buen aunque irregular tono satírico y el hecho de que tampoco falta espectacularidad, Shin Godzilla se convierte en una gran opción para seguir ampliando perspectivas sobre lo que representa este monstruo en el ideario japonés… y también para ver una representación más o menos creíble acerca de cómo actúan nuestras autoridades cuando ocurre un desastre natural.

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