Sesión doble: The Untold Story (1993) / Run and Kill (1993)

El True Crime hongkonés aterriza en la sesión doble con dos piezas imperdibles del subgénero fundado por Tsui Hark: por un lado la The Untold Story dirigida por Herman Yau y Danny Lee y protagonizada por Anthony Wong a principios de los 90, y por el otro y de esa misma época, la Run and Kill que dirigía Billy Tang junto a uno de los grandes actores del panorama actual, Simon Yam.

 

The Untold Story (Herman Yau, Danny Lee)

The Untold Story

Basado en hecho reales. Traducción cinematográfica general: huyan de la película. Corriendo si puede ser. Sí, esto puede parecer exagerado, pero seamos realistas, el telefilm siestero, con la frasecita de marras respecto a la veracidad de los hechos ha hecho mucho daño a la confianza del espectador respecto a cualquier producto del género.

Ciertamente no sabemos si en Hong Kong el concepto respecto a estas producciones es el mismo, pero desde luego, viendo The Untold Story no parece que lo compartan con el mundo occidental. Sí, esto es un policial y una descripción de la historia de un psicópata de Macao con hábitos culinarios un tanto particulares. Un tema no necesariamente original, pero que en manos de Herman Yau y Danny Lee toma la senda de lo grotesco, de lo grosso. Una explotación y mixtura salvaje de diversos géneros que van desde la comedia (negrísima por supuesto) o el drama hasta el gore más descarnado y brutal.

La sensación es que, en The Untold Story (y otras muchas producciones de la época como Taxi Hunter, por citar alguna) el argumento, y concretamente su vinculación con lo real actúan como gancho mórbido, como reclamo para un público con ganas de que no solo lo cuenten el qué sino el cómo con todo lujo de detalles. Pero no solo se trata de poner mucha sangre, o muchas mujeres sexualmente provocadoras, de lo que se trata es de imponer un estilo propio, un sello que no solo marque el producto como algo distinto, sino que lo eleve, por extraño que parezca a una suerte de marca autoral.

En este sentido los directores ponen encima de la mesa 3 elementos característicos: Un tratamiento formal en la cámara muy cercano a lo alucinógeno, a lo aberrante muy en la línea del Raimi de Evil Dead o el Jackson de Braindead. Esto se combina con una atmósfera de lo mugriento, lo marginal y desastrado que pone en el mismo plano tanto el mundo mental del psicópata como la torpeza policial en penetrar en él. Un mundo heredado del slasher violento a la Lustig de los años 80, y que parece dotarse de un aire irreal, casi como proyectado y retroalimentado por la mente del criminal. Junto a esto un sentido del humor grosero, animalario de brocha gorda y nula sutileza. Un humor que siempre aparece en el lado policial y que parece tener la voluntad de ofrecer a través de él una mirada sobre la incapacidad del cuerpo, de su nula comprensión e incapacidad de asunción de la gravedad del caso.

The Untold Story resulta pues chocante a muchos niveles e incluso, porque no decirlo, algo indigesto. Ciertamente la mezcla que propnen Yau y Lee no siempre funciona más allá de su intencionalidad, pero ofrece a cambio una visión, quizás involuntaria, no tan solo de una realidad social, sino del estado de un género, el policial, que necesitaba aires nuevos, nuevas visiones. Sí, este es un film duro, tanto por contenido como por desarrollo, que produce y se alimenta de un sentimiento de mugre, de lo piojoso y lo sucio y por ello resulta altamente satisfactorio. No en vano podemos concluir que cumple su objetivo de turbar y alterar para mal el estado de ánimo. Al fin y al cabo esto es un basado en hechos reales, esto no es la vida como te la cuentan en el telefilm pre-siesta.

Escrito por Álex P. Lascort

 

Run and Kill (Billy Tang Hin-Shing)

Run and Kill

En 2010 el cineasta y productor hongkonés Pang Ho-Cheung sorprendía a propios y extraños con un slasher pasado de rosca que abrazaba el gore sin remisión alguna en un fabuloso ejercicio de género donde quizá lo más impactante de todo es que aquella Dream Home estaba basada en hechos reales. Lo que no obstante podía parecer un detalle para el olvido dentro del singular conjunto, señalaba más bien la naturaleza de un film que, por más que pueda remitir en más de un aspecto a la era en que nos encontramos, echaba la mirada atrás en un ejercicio con trazas de homenje para con aquel subgénero surgido durante la década de los 80 de la mano de Tsui Hark y conocido como True Crime. Lo que el veterano Hark iniciaría a inicios de los 80, encontraría su continuación gracias a cineastas como Herman Yau (The Untold Story, Taxi Hunter), Danny Lee (que, además de The Untold Story, dirigiera Mr. Lamb con el responsable de este film) o Billy Tang en el caso que nos ocupa, una Run and Kill que tomaba nuevamente en la coletilla del «basado en hechos reales» una dimensión muy distinta, pero certificaba las intenciones de un espejo de género dispuesto a ir un paso más allá.

Así, y acogiéndose a unas constantes entre las que se encuentra un gore desmesurado e incluso algo gignolesco, un humor destartalado siempre que hace acto de aparición y un ambiente criminal respaldando ese tono, Tang ofrece en Run and Kill un título de evidente (de)gradación dramática donde de un tono más bien distendido —ese arranque en el que conocemos al protagonista está empapado por ese singular barniz cómico— nos topamos de repente con un marco realista —en especial, comparándolo con los títulos realizados por Yau, que abrazaban de principio a fin un estilo mucho más demencial—, algo que refuerza en parte tanto la fotografía —que busca en una paleta mucho más negra retratar ese ambiente criminal y la situación vivida por el protagonista— como la propia consecución del relato, por mucho que cada vez que tiene ocasión, Tang ejecute alguna escena de acción que, sin abandonar esas constantes, se siente mucho más despreocupada.
Protagonizada por un habital secundario del cine made in Hong Kong como Kent Cheng, y con la presencia del gran Simon Yam, se entiende mucho mejor esa evolución que Tang desarrolla a lo largo del metraje fructificando en un tercer acto enajenado, donde la total deshumanización de ese antihéroe (?) que perderá a su mujer del modo más estúpido posible, desembocará en un auténtico y violento recital con dos personajes fuera de sí, además de en un portentoso clímax en el cual la realidad devendrá un pesadillesco mosaico donde lo único con sentido, llevar al extremo cualquier tipo de sensación o emoción, es comprendido por el cineasta en una orgía de violencia cuyo último plano es mucho más esclarecedor que cualquier otro.

Escrito por Rubén Collazos

 

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