Sesión doble: Pánico (1946) / Monsieur Hire (1989)

Si esta semana se escribe de nuevo sobre los cimientos de la novela Ben-Hur y llega a salas la tercera versión cinematográfica, no íbamos a perder la oportunidad de hablar de adaptaciones que se repiten en el tiempo. En esta ocasión es la novela de Georges Simenon Les Fiançailles de M. Hire la que nos descubre dos obras indispensables: Pánico, que dirigió Julien Duvivier en 1946 y Monsieur Hire, la lectura que hizo sobre el mismo personaje Patrice Leconte en 1989.

 

Pánico (Julien Duvivier)

Panico

En el año 1990 se estrenó en España una nueva adaptación al cine de La prometida del señor Hire, escrita por George Simenon y publicada en 1933. Gracias a esta versión, la cuarta sobre el mismo texto original del autor belga, conocimos una de las novelas breves que no estaban protagonizadas por el inspector Maigret. Mientras que es difícil localizar las adaptaciones segunda y tercera, tituladas Barrio y Viela, rua sem sol, ambas rodadas en 1947 simultáneamente, fruto de la cooperación hispano lusa en las ya olvidadas versiones duplicadas que se realizaban con los mismos equipos técnicos, aunque con actores españoles y portugueses, según el idioma de cada rodaje. Al igual que la primera, ni siquiera estrenada o emitida por televisión en España.

El caso del film dirigido por el veterano Julien Duvivier en 1946, a punto de terminar sus colaboraciones norteamericanas y de comenzar sus famosas aproximaciones a Don Camilo en Italia, es el de una obra situada en París, en algún barrio humilde fuera de la zona turística que tiene su reflejo en cualquier zona suburbial de otras ciudades europeas. El idioma francés no supone ningún obstáculo para dotar de lenguaje universal a una historia que con pocos cambios se podría desarrollar en otros países y continentes, sin dejar de tener un aroma galo a queso Camembert, el champán o la carne fresca. Tampoco es necesario entrar en más detalles del argumento que citar una trama cruzada por un triángulo amoroso entre el señor Hire, un cuarentón enamorado platónicamente de Alice, una mujer soltera, comprometida en secreto con el galán canalla Alfred. Las constantes propias del melodrama y del cine negro contemporáneo de aquella época, con esa mujer en apariencia fatal. Con un hombre de instintos homicidas que se perfila como el psicópata habitual de las décadas futuras. Y en el tercer vértice con un protagonista solitario, educado aunque directo y seco en el trato con sus vecinos, reflexivo y observador, inteligente y motivado por una bonhomía que quienes lo tratan, confunden con un carácter misántropo. Julien Duvivier y su guionista Charles Spaak, de la misma forma que Georges Simenon, parten del policial que se ocasiona por los sucesos criminales que relata, evitando el mecanismo del suspense al poco tiempo de producirse los delitos y se adentra en el estudio de caracteres englobados en una sociedad limitada por las calles de un distrito de París cuyo comportamiento social es extrapolable a sociedades más globales. No importa que exista un asesinato y unos culpables, sino la manera de percibirlos erróneamente por el resto de habitantes del lugar. Panique supone un estudio terrorífico del poder de los rumores y la mecha que suponen los prejuicios afines a una masa cobarde en cada uno de sus individuos, pero furibunda y letal cuando actúa en una sola dirección. Un estudio sobre la multitud que lo emparenta con films precedentes como M, el vampiro de Düsseldorf y Furia de Fritz Lang. E incluso pudo ser la inspiración para Como plaga de langosta de John Schlesinger, en su secuencia terrorífica de una muchedumbre humana actuando contra un asesino.

Duvivier, cineasta forjado en el cine mudo, afianzado con el sonoro, maneja con facilidad y un sentido de la puesta en escena envidiable las secuencias climáticas de persecución, alternando puntos de vista con encuadres en picado y aplomo. Pasando de encuadres generales a otros cercanos con una fluidez inapreciable al ver el corte de los planos. Manejando con sabiduría las escenas intimistas de uno o pocos personajes y las épicas con cientos de figurantes. Saca partido a la textura de luces y sombras contrastadas propia del cine expresionista alemán de los años veinte. Y por el camino se permite apuntes formales totalmente modernos como los travellings sobre los coches de choque o ese zoom vertiginoso para presentar al señor Hire al inicio de la película. Y lo mejor quizás sea que, partiendo del mismo libro, tanto Panique como Monsieur Hire, de Patrice Leconte, son distintas. El largometraje de Duvivier surge del retrato de tres personajes para diseccionar una sociedad al completo. Se presenta a un individuo íntegro y reservado contra la injusticia del sistema, pero que al mismo tiempo es solidario, interpretado por un actor de físico rotundo, alto, fuerte, rudo y cercano como fue Michel Simon. Una bestia capaz de sentir pasión por la belleza de su Alice, encarnada por la fotogénica y cálida Viviane Romance, con el sentido de contemplación por esas miradas desde la ventana, tal vez sin llegar a ser fetichista. Una película que gana fuerza en lecturas posibles, a pesar del paso de setenta años.

Escrito por Pablo Vázquez Pérez

 

Monsieur Hire (Patrice Leconte)

Monsieur Hire

Monsieur Hire, enfundado en su traje y abrigo negros, observa cada día desde su ventana la mujer de enfrente, impávido, en todas sus acciones cotidianas. Desde que sale el sol hasta que la vecina duerme, cuando come, cuando lee, cuando descansa, Monsieur Hire permanece tras el cristal de su ventana, calvo y sereno, mientras suena Quatuor en Sol Mineur Op. 25 de Brahms en su tocadiscos.

La vida de un hombre impasible y profundamente metódico se nos muestra siguiéndole los pasos en cada momento. Un Michel Blanc pálido y huraño despierta en nosotros desde el primer momento una mezcla de respeto, repulsión y empatía hacia un personaje al que todos sus vecinos odian. La observada en cuestión es Sandrine Bonnaire, la cual poco a poco va estableciendo una relación extraña con tal señor al saberse mirada.

El enfoque, aunque basada en la novela Les Fiançailles de M. Hire, de Georges Simenon, recuerda al voyeurismo de La ventana indiscreta, y aunque bebe de algunas influencias cinematográficas, no pretende tampoco ser una apuesta tan radical. Además, se diferencia también en que la película francesa se centra únicamente en el aspecto más íntimo y sexual: la única observada es una mujer, y la decisión es voluntaria y repetida, independientemente de las circunstancias; mientras que en el filme de Hitchcock el observador, inválido, decide matar su aburrimiento con el pasatiempo de observar a sus vecinos.

De todos modos, el continuo discurrir de la vida de Monsieur Hire hace que los detalles más nimios adquieran a veces unas notables dimensiones de trascendencia. Acostumbrados a permanecer con él en solitario, y a acompañarlo en cada escena, los momentos preparados para los encuentros se hacen tan esperados que, cuando suceden, no podemos hacer nada más que asombrarnos: en primer lugar, por lo bien gestionada que está la tensión y el tono, y en segundo lugar, porque algunos de ellos están resueltos de forma magistral (véase la escena de la bolsa de tomates). La atención a los colores, a las texturas y a los silencios tienen también una gran presencia a lo largo de la cinta, lo que conforma un conjunto muy rico en detalles y le infiere un toque propio de estas películas que, debido a toda una mezcla de factores, solo podrían ser francesas en el mejor de los sentidos.

El lenguaje cinematográfico está también usado con precisión y mucha conciencia. El uso de los espejos y cristales suele tener siempre gran presencia en las películas donde hay un observador y un observado (recordemos Paris Texas, recordemos de nuevo La ventana indiscreta), como método de aislamiento y donde el observador suele tener una posición más privilegiada e incluso a veces opaca desde el lado contrario. Aquí Monsieur Hire está expuesto aunque ciertamente tiene una posición privilegiada, ya que no hay tanta visibilidad desde la ventana de su vecina como desde la suya, como podemos comprobar cuando la correspondencia de miradas empieza, al devolverle ella la suya por primera vez, cuando se percata que está siendo observada. Ahí el monólogo se convierte en diálogo. El uso de la música, por otro lado, está usado a veces como indicador de metodología, de rutina, de intimidad y de hermetismo por parte del protagonista.

En general, Monsieur Hire resulta un filme sólido desde muchos puntos de vista y que, sin grandes pretensiones formales ni ideas descabelladas, llega a alcanzar todo lo que se propone, con gran delicadeza, esmero y un reparto impecable, donde la intimidad, el misterio y un profundo sentido romántico son las claves de una pequeña obra que merece una revisión para todos aquellos amantes del cine francés más inquieto.

Escrito por Albert Busquets

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