Sesión doble: Defiende tu vida (1977) / Ils (2006)

Home invasion o Adivina quién viene esta noche versión slasher. Nos encontramos ante una de esas colecciones de películas en las que solo se divierten los intrusos, porque de eso se trata, de recibir en casa sin invitación a extraños que tienen planes para ti que no recibirás con la misma efusividad que muestran que ellos. Para ello recibimos en nuestros hogares a Robert A. Endelson, que en 1977 dirigió Defiende tu vida (Fight for Your Life) y a los franceses David Moreau y Xavier Palud que en 2006 nos silenciaron con Ils (Ellos). Cerrad puertas y ventanas para esta sesión doble, que vienen los monstruos.

 

Defiende tu vida (Robert A. Endelson)

Cuando me preguntan cuál es el libro que más miedo me ha hecho pasar, siempre acabo refiriéndome a uno que no pertenece, estrictamente, al género de terror: A sangre fría. Aparte de una obra maestra del nuevo periodismo y un estudio verdaderamente complejo y problemático sobre la naturaleza humana, es una novela con pasajes realmente hipnóticos y aterradores, aquellos que describen pormenorizadamente la intrusión de los criminales en ese remoto hogar sureño y la ejecución despiadada de la familia. Me recuerdo por las noches tumbado en la cama, en vela, atento al menor ruido, temiendo si no correspondería a alguien intentando entrar con motivos nada halagüeños. Esta pequeña introducción viene a cuento para señalar que, por mucho que la temática sobrenatural me haya hecho sentir escalofríos en no pocas ocasiones, hay muy pocas cosas que me causen más inquietud que la idea de que algún desconocido pueda irrumpir forzosamente en mi hogar, ese espacio íntimo y privado en el que teóricamente deberíamos sentirnos más seguros. El género de terror así lo ha entendido también desde hace tiempo, con la consiguiente forja de un subgénero (el de las ‹home invasion›) que ha dado frutos tan estimulantes como Navidades negras, Terror ciego, Llama un extraño, Ils o Alta tensión, entre muchos otros.

No obstante, algunos de los más destacados de dicho subgénero lo hacen por mirar cara a cara al horror, haciendo que este derive no tanto del componente atmosférico como de la contemplación misma, frontal, de actos de enorme violencia física y psicológica. Y de aquí, de ese punto de inflexión que probablemente marcó La última casa a la izquierda, es de donde nace la curiosísima Defiende tu vida (Fight For Your Life en el original), pergeñada en un contexto de apertura moral en el ámbito cinematográfico (estamos en los setenta, década de gran libertad y cambios en la sensibilidad del espectador) y de gran convulsión política y social en las calles (el fantasma de Vietnam, lucha por los derechos civiles, etc.), algo que se hace patente en la enorme carga ideológica y reivindicativa del film, deudor en gran medida del potencial subversivo del género blaxploitation que estaba triunfando en aquellos años, y que, aun con sus matices y desvíos, llega a complementar la obra de Endelson. Eso sí, desde un prisma moral como mínimo cuestionable; esto es, claramente orientado a alentar la lucha por la dignidad del pueblo afroamericano, pero al tiempo sucumbiendo a no pocos estereotipos raciales, incluso haciendo (provocadoramente) que dos de los criminales sin escrúpulos los interpreten un actor asiático y otro latino, respectivamente.

Asimismo, el ánimo combativo de la película (presente en su mismo título) viene acompañado de un componente ideológico netamente reaccionario, sostenido sobre una defensa literal del ojo por ojo. Aunque se cite con orgullo a Martin Luther King, la cinta simpatiza más con el discurso beligerante de Malcolm X o los Panteras Negras. Todo esto sitúa a Defiende tu vida en un lugar verdaderamente apasionante, lleno de estímulos para el análisis y el disfrute, pero, desgraciadamente, la torpeza de su director, incapaz de articular todo de un modo satisfactorio, hace que la cinta alcance logros más discretos de lo que cabría esperar inicialmente, más aún sabiendo que muchos la consideran una de las películas más políticamente incorrectas de la historia. Nadie puede discutirle su incorrección (la cinta es dura), pero nunca llega a rozar siquiera los niveles de incomodidad o perturbación de la película de Craven o de su hermana bastarda italiana, Violación en el último tren de la noche. Esas eran películas dirigidas con talento por gente que sabía pulsar con credibilidad la fibra más sensible del espectador. Endelson, por el contrario, crea un exploit delirante, de desarrollo más bien absurdo, en el que su gran carga de violencia nunca se siente del todo real.

A pesar de ello, resulta gratificante asistir a obras que juegan sus cartas de forma tan libre y desprejuiciada. Defiende tu vida no será una buena película, pero ofrece diversión sin coartadas morales de ningún tipo, dándole una vuelta de tuerca al tema de las invasiones domésticas al introducir el componente racial (la familia asediada es negra), y cocinándolo todo en clave casi de farsa. Por muy frustrante que resulte a veces verla desaprovechar elementos prometedores (bien insertando escenas gratuitas, bien despachando otras con precipitación), o ver que la ansiada venganza se queda más bien en agua de borrajas, aquí hay material de sobra para dejar satisfecho al hooligan del cine más visceral, ese que barre con todo sin importarle el qué dirán.

Escrito por Nacho Villalba

 

Ils (David Moreau y Xavier Palud)

Todos los años un Sant Roro artificial grita desde una grúa rodeado de fuegos artificiales: «qui no vullga pols que no vaja a l’era (1)» y todo el mundo corre por las calles en busca de un artificial peligro. Porque la gente desea encontrar emociones fuertes fuera del hogar, espera que algo despierte dentro de sí mismos para desfogarse, gritar y hacer el animal un rato, para luego volver a la seguridad de casa, donde todo vuelve a la normalidad.

Si hay un subgénero cinematográfico que nos destroza esa aparente tranquilidad en la que vivimos, esa es la ‹home invasion›. Extraños entrando en casa para lo peor que se te pueda ocurrir. Un hecho totalmente perturbador que supera a cualquier mansión encantada porque ¿cuál es la posibilidad de ponerte a vivir en una casa donde danzan por las noches fantasmas desconocidos? Pero si piensas en perturbados que puedan acceder a tu hogar sin más, cuando habías comprobado varias veces que esa puerta estaba bien cerrada, son demasiadas las papeletas. Y muchos los ruidos que eres incapaz de pasar por alto. El horror magnético de la intrusión es mucho más febril que la misma muerte.

De los cientos de títulos que podría citar que han impedido que apague el televisor para seguir como si nada hubiese ocurrido, con la certeza de estar viendo una ficción pasajera que nada tiene que ver conmigo, hay una que marcó la inseguridad a fuego. Con Ils, los franceses David Moreau y Xavier Palud viajaron a lo profundo de alguna zona boscosa de Rumanía para recrear una de esas noches de infierno silencioso.

Bajo el perfil «inspirado en hechos reales» estos debutantes trasladaban a una joven pareja francesa lejos de todo y de todos en una época en la que se celebraba la brutalidad del cine de terror francés, pero lejos de convertir este asalto en un reverso de la heroicidad y sanguina implacable, aquí quedaba constancia de un sufrimiento incómodo y torpe más accesible que nos permitía sentirnos dentro de la piel de quien lo sufría.

Para ello, tras un prólogo que nos sumerge en el suspense que crea todo aquello que no podemos ver, nos permiten introducirnos en un día cualquiera de Clémentine y Lucas —pese a la corta duración del film—, una consecución de situaciones alejadas de toda sospecha, un modo de crear ese vínculo de cercanía para dejar que caiga la noche, la que oculta también fantasmas de carne y hueso.

El acecho es creciente pero invisible, como una carga visceral para el terror vivido: recibir el ataque pero no conseguir definirlo como una forma concreta a través de una casa inmensa, vieja y apartada, que siempre ayuda a recrearse en cualquier mínimo crujir de puertas, donde los gritos no son más que ecos para los involucrados, porque a nadie más le llegan. El juego de luces y estancias permite convertir el caserón en un personaje añadido, con la relevancia de una caja fuerte de la que no hay una salida.

La problemática cambia de matiz cuando los Ellos del título se vuelven visibles, ya que estamos acostumbrados a hombres sin escrúpulos, mujeres armadas, personajes sin nombre enmascarados y Béatrice Dalle —que se convierte en tipología propia tras À l’intérieur—, consiguiendo sorprendernos con el «inspirado en hechos reales» del principio, cuestionando la impunidad que genera la noche y las escasas motivaciones de los actos más crueles que se suceden tan a menudo.

Moreau y Palud transforman en algo factible que ante una situación extrema compartida en pareja, desaparezca la toma de decisiones y se intercambien roles para que la adrenalina y el sentido de supervivencia tomen el control, sin capacidad de definir un resultado que no nos haga sentirnos miserables ante personajes acechantes a los que nadie ha invitado.

(1) Refrán: «Quien no quiera polvo que no vaya a la era.»

Escrito por Cristina Ejarque

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