Noche de cortos, preludio de Sitges ’12

Ayer se celebró por segunda vez el pase dedicado al Shots ’12 (Festival Internacional de Cortometrajes Fantásticos), al que acudimos desde Cine maldito para cubrir un evento que concuerda a la perfección con el espíritu Sitges de reivindicación de un formato al que ojalá se le diera más importancia actualmente. La noche nos trajo cinco cortometrajes en el que se encontraba Brutal Relax, el ganador de esta última edición del Shots, acompañado por otros cuatro tres cortos de origen patrio e incluso una pequeña joya del país vecino, Francia.

Tras una pequeña introducción de mano del director del festival, Ángel Sala, la sesión dio comienzo con La carte, dirigido por el galo Stefan le Lay, y en el que un excelente trabajo de integración 3D da paso a un agradable relato que sabe aprovechar una premisa de lo más particular —el habitante de la postal de un expositor salía de su particular universo para entrar en otro y realizar una conquista— y a través de ella construye una comedia con tintes de romance en la que nada terminará como hubiese podido pensar el espectador. Su gusto por el mudo queda en constancia durante un desarrollo que aprovecha la versatilidad y ligereza de una historia que, afortunadamente, encandila más por el empleo de sus formas y el travieso jugueteo de le Lay con la propuesta inicial, que por la propia envergadura que pudiera tener la idea en sí.

A continuación se presentó el simpático Zombies & Cigarrettes, de Iñaki San Román y Rafa Martínez, un cortometraje de temática zombie a la más vieja usanza —en el que los ecos de George A. Romero y su Zombi quedan bien patentes desde buen comienzo—, pero superponiendo esquemas más actuales a un entramado que bien nos podría remitir al clásico encierro con zombies de por medio, al que salpimienta un humor muy castizo que le va como un guante a este Zombies & Cigarrettes, un cortometraje que a la postre, y no contento con un resultado más que satisfactorio, introduce la idea del clásico perdedor y la culmina con un desenlace en el que se atisba una perspectiva distinta entorno a la figura de ese perdedor, y que a pesar de ese punto final dejará a más de uno con la sonrisa en la boca por la complicidad con que es tratado una temática de la que no todos saben salir con esa tenacidad.

Precisamente antes del breve descanso de 10 minutos, se presentaba ante nosotros el que para servidor fue mejor corto de todos los allí presentados: Lo siento, te quiero de una Leticia Dolera que incluso contó con algunos miembros de [•REC] como Pablo Rosso en el apartado fotográfico o Paco Plaza en labores de producción. La historia de un tipo cuya obsesión por el alemán no parece razonable y que busca trabajo desembocará en un romance poco común auspiciado por una redención de ojos ennegrecidos y heridas supurantes. El talento visual de Dolera y la dosificación de información hacen el resto en un cortometraje que incluso acierta en la inclusión de ‹flashbacks› que nos llevan a las mismísimas entrañas de un relato amoroso tan particular como bien trenzado.

Tras el mencionado descanso llegó el turno de El príncipe de las basuras, de Francisco Antonio Peinado, un trabajo animado de estilo manga en el que el relato paralelo de dos persecuciones nos llevará a un final blando e insustancial y cuyo discurso no termina de sustentar el recorrido de un cortometraje cuyas carencias se terminan vislumbrando en una última secuencia y unos créditos a los que acompaña un tema que intenta revelar el significado final de una propuesta obvia y sin mucho que aportar. Es una verdadera pena, pues, que una animación que raya tan grato nivel durante todo el metraje se desperdicie con una idea tan trivial. Habrá que otorgar otra oportunidad al realizador del corto por la potencia de unas imágenes que revelan mucho más sólo con su sencillez que las pretensiones de una obra sin demasiado a lo que agarrarse.

Llegó finalmente el turno para el esperadísimo Brutal Relax, co-dirigido por Adrián Cardona, Rafa Dengrá y David Muñoz. El preámbulo en un consultorio no puede resultar más esperanzador: el monólogo de un doctor hacía el personaje protagónico nos lleva con esperanza al pensamiento de que en Brutal Relax podamos encontrar precisamente lo que indica su título; no sin motivo, pues tras esa primera secuencia arrancará como una auténtica bestia dispuesta a arrasar con todo, arrastrando influencias del gore más procaz —con reminiscencias al Peter Jackson de los inicios— y divirtiendo a un espectador que si sabe ante qué se encuentra, no podrá más que regocijarse en un mar de vísceras y desmembramientos cuanto más salvajes, mejor. Es, no obstante, cuando lo mejor debería estar por llegar, el momento en que Brutal Relax termina fallando y ablandándose para estirarse como un chicle y dar finiquito con algún toque de humor negro y una conclusión simpática a lo que podría haber sido, hablando en plata, una animalada de cabo a rabo.

Conclusión de la noche: perfecto preludio para el próximo Sitges ’12, alguna que otra agradable sorpresa y un emplazamiento en el que ya se empezaba a respirar ese ambiente tan típico del festival.

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