Mamoru Hosoda… a examen

Es imposible no considerar a Ghibli y sus responsables (Miyazaki y Takahata) como los máximos exponentes de la animación japonesa a nivel internacional durante las dos décadas anteriores. Insistir en sus valores artísticos sería redundante, toda vez que cualquiera que haya disfrutado de sus obras sabe que, al menos en la mayoría de ellas, se esconde una poesía cinematográfica sin parangón. Pero fuera de la órbita de esta factoría también podemos encontrar varios autores nipones que se están labrando una buena filmografía en el terreno de la animación y que, tras la clausura ghibliana, parecen coger el testigo en el sector. Nombres como los de Makoto Shinkai o Mamoru Hosoda ya son bastante reconocibles fuera de su país natal. No en vano, este último vio cómo su película El niño y la bestia competía por la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián y ahora se estrena en cines españoles.

Precisamente Hosoda fracasó en el intento de dirigir El castillo ambulante para Ghibli, lo que apartó su carrera del mítico estudio… pero no del éxito. Con La chica que saltaba a través del tiempo llamó mucho la atención y con Los niños lobo (Wolf Children) se terminaría confirmando como un cineasta tremendamente válido. Justo entre medias de ambos trabajos, Hosoda dirigió un proyecto muy peculiar, seguramente el más extraño de todos sus largometrajes: Summer Wars.

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En los primeros minutos de Summer Wars, Hosoda nos introduce en Oz, un fascinante mundo virtual a caballo entre red social y videojuego. Controlable por ordenadores, móviles y videoconsolas, Oz funciona casi como una prolongación del mundo real, ya que entre sus millones de usuarios se cuentan varias empresas e incluso servicios públicos como los bomberos o los hospitales que dependen de la red para realizar su trabajo. El joven matemático Kenji Koise se encarga de prestar servicio técnico a este mundo virtual, hasta que una chica se cruza en su camino. Natsuki le ofrece un empleo a priori fantástico: pasar las vacaciones en casa de su bisabuela, hogar situado en un apartado lugar. Por desgracia, allí todo se terminará complicando cuando Kenji sea víctima de un ataque de phising que afectará a Oz.

Sí, el argumento de Summer Wars es tan ecléctico como suena. Satoko Okudera escribe un guión que comienza de manera amable, pero que poco a poco va entrando en el delirio hasta resultar estrambótico. Una mezcolanza entre el mundo real y el virtual que en ocasiones se toma exageradas licencias, pero cuyo mayor inconveniente es que no todo encaja como debería. Hosoda, sugerente en La chica que saltaba a través del tiempo, emotivo en Los niños lobo y divertido durante la primera mitad de El niño y la bestia, no encuentra aquí el punto exacto para saber combinar los elementos fantásticos con una moraleja que, como en las obras citadas, gira en torno al perdón, el olvido y las relaciones humanas.

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Aunque pueda resultar recargado y apabullante al principio, realmente el apartado visual es de las cosas que mejor funciona en Summer Wars. La representación de Oz remite ligeramente al mundo sci-fi de Tron (no es la única película a la que homenajea Hosoda) con la significativa diferencia de que en el caso de la obra japonesa asistimos a una explosión de color que facilita la labor de hacer creíble este entorno digital. En cierta manera, Oz no se aleja en exceso del planteamiento de muchas apps actuales, por lo que la lectura en clave de crítica hacia el internetizado mundo actual es más que evidente.

Si no fuera por la falta de cohesión de la que adolece especialmente la primera hora de película y por una cierta tendencia al delirio, estaríamos hablando de Summer Wars como un notable trabajo más en el haber de Mamoru Hosoda. Un cineasta que, como ya ha demostrado con la reciente El niño y la bestia, tiene muchas y muy buenas cosas que contar. Lástima que tanto en esta película como en la que aquí comentamos, la historia deje un poso no tan satisfactorio como el que parecía que iba a otorgar dadas sus excelentes pretensiones. Teniendo en cuenta el carácter trienal de sus producciones, es de esperar que hasta 2018 no asistamos al estreno de su nuevo proyecto cinematográfico, que esperemos mantenga las grandes virtudes del resto de su obra y, esta vez sí, sea notable de principio a fin.

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