Los hambrientos (Robin Aubert)

La siempre peculiar mirada hacia el cine de género de la cinematografía canadiense presenta Les affamés (Los hambrientos); dirigida por Robin Aubert, cabe precisar, de antemano, que el film no innova a la hora de presentar el habitual campo apocalíptico de una sociedad infectada por una plaga de muertos vivientes, aquí con el envoltorio de los terrenos rurales anexos a Québec. La cinta presentará, por el contrario, una pequeña revolución en los cimientos de este tipo de historias dinamizando tropos ya vistos del subgénero, hoy distendido hasta el extremo, donde el director tiene aquí la habilidad de imbuir la trama a través de la atmósfera y un sentido ensalzamiento del tono dramático, no dejando exentos apuntes cómicos mostrados en pantalla de manera muy trivial. Las constantes que presenta el film son usuales, como las tramas paralelas de un conjunto de personajes insertados en la tragedia, la búsqueda de refugio colectivo en la coraza de la gran ciudad, y la incomprensión masiva a lo que está ocurriendo. Se puede establecer un referente claro a Les affamés y este se anexa a una película clave del llamado ‘cine de zombies’: Dawn of the dead (1978) de George A. Romero, pieza que estableció algunas naturalidades aquí vistas y que, evolucionada hacia la explotación en su día, Aubert rescata en contenidos: la lucha humana, el drama ante la distopía incipiente y la unión como arma para contrarrestar la tragedia. El encuadre en una ambientación fatalista, grisácea, y de una decadencia palpable, es recuperada aquí bajo el estigma del terror rural, ligado también al survival, sin obviar sutilezas formales cuando el film se encuadra, tan solo en escenas de impacto, y más abiertamente, con el subgénero que abarca.

Pero si hay algo que el espectador puede divisar nada más meterse en la narración será la pretensión del director y también guionista Aubert en evitar hacer otra película más del subgénero, distanciándose no solo en el tono, sino también en el aspecto de sus personajes: lejos de figuras heroicas o adolescentes con ansias de protagonismo, el abanico de caracteres que aparecen en la película serán prototipos no muy habituales en esas lindes, incluyendo incluso a dos mujeres mayores utilizando el plomo. La cotidianidad, así como el diferenciado enfoque de cada uno de los intervinientes en la historia (con incluso un esporádico secundario que dará el contrapunto cómico, con funesto final), ampliarán la profundidad buscada por la película. El punto de vista de conocer la situación exasperante vivida en el exterior a través de estos propios personajes logrará una conexión especial entre la trama y el espectador, clave para comprender a Les Affamés como un film de especial concepción hacia el terror, mucho más en la línea más sutil del mismo.

Sobre esta asimilación de contenido conviene hablar de uno de los puntos fuertes de la propuesta; la constante insinuación de mensaje, los ligeros y agradables simbolismos dentro de sus implícitos mensajes (aquí con el epicentro de esa montaña de sillas, con escena post-créditos, se avisa) y la acertada planificación de los momentos de acción, mayoritariamente bajo la exhibición fuera de plano de la violencia, que permite coquetear en momentos muy distinguidos con la rama más visceral de un subgénero aquí reformulado en su esencia. El uso del sonido, la oscuridad, y la sugerencia escénica con la que la figura del muerto viviente es representada, demuestra el intento de imprimir una visión personal y diferente, algo que no contentará a todos los espectadores, pero que debería agradecerse en una vertiente tan desgastada como esta.

Sin ser una película que vaya a asentar ninguna nueva era en el denominado “cine zombie”, Les Affamés contiene la suficiente personalidad como para atraer la atención en unos caminos tan transitados como estos. Lo hará en base a una concepción muy estimulante de los habituales parajes de la corriente, acercándolo a un drama de superación pero manteniendo cierta fidelidad a unos cánones más ligados al horror, gracias a unos intermedios con la suficiente explosividad para ganar el afecto del aficionado más comprometido. Pero, dentro de esos recorridos de clichés en el que un grupo de personajes asimilan una tragedia exterior, caminando hacia estado de confort, Aubert plantea el dibujo psicológico de unos personajes de connotaciones personales muy vigentes; ahí radicará una alarmante traslación de lo cotidiano, bajo las siempre personales y sugestivas maneras del mejor cine de género canadiense.

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