Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! (Guillaume Gallienne)

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Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! (Les garçons et Guillaume à table), supone la principal aportación francesa a la Sección Oficial del Festival de cine de Gijón de este año, además de ser una de las pocas apuestas por la comedia de la misma. La cinta viene alabada por la Quincena de los Realizadores del pasado Festival de Cannes y  supone la adaptación al cine de la obra teatral de Guillaume Gallienne, pieza en la que el actor francés interpretaba absolutamente todos los personajes cosechando un importante respeto del público del país galo.

Gallienne es uno de los miembros  de la llamada Comédie-Française, la principal compañía de teatro nacional francés. Su labor en el medio le ha supuesto varios reconocimientos de importancia en su país haciendo de él un personaje con mucha relevancia, compaginando el teatro con una reseñable carrera en el cine. Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! es su debut en la dirección, adaptando al cine su mayor éxito sobre las tablas. La historia se centra en Guillaume, un hombre que se encuentra en plena búsqueda de identidad sexual debido a su adoración maternal. El personaje siente tanta veneración por su madre que le hará dudar si el querer mimetizar en sí mismo a su progenitora es debido a una posible homosexualidad, aunque el reducido cerco familiar ya se le ha adelantado a la hora de catalogarlo en base a su condición. El comediante francés, además de dirigir y escribir la adaptación de su obra a la gran pantalla, se reserva el papel principal de la cinta, además de interpretar a la madre del mismo en una labor que muestra las mayores dosis de cómico delirio del film.

La composición de la peculiar personalidad del protagonista, con sus aventuras y desventuras en la búsqueda de su identidad sexual (que incluso le traen por España, en uno de los primeros episodios del metraje), es en lo que se apoya Gallienne para construir su obra, en la que apuesta por un sentido de la comedia fresco sin renunciar a un tono ligeramente convencional que le haga llegar su obra a un campo de miras más amplio. En constante búsqueda de la comicidad con el espectador, y con un intrínseco espíritu de fervor por el monólogo y el sketch, la película funciona en su globalidad a pesar de ser un conjunto de escenas con cierta independencia entre sí, y que inesperadamente logran funcionar en su conjunto por la agilidad de una narración enérgica.

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Comedia desvergonzada, que aporta cierta socarronería a un tema bastante ligado a nuestros tiempos, en la que destaca la fidelidad al medio de referente: una puesta en escena muy teatral le sirve a Gallienne para destacar sobre todos los demás elementos de la cinta, reservándose para sí mismo su dominio interpretativo sobre el núcleo central de la historia, la relación entre Guillaume y su madre. El actor representa ambos papeles, en una función de doble rol que su estirpe teatral (recordemos que en el teatro Gallienne se metió en la piel de todos los personajes) le hará dominar con solvencia además de ofrecer algunos de los momentos más destacables de la historia.  La relación madre-hijo, con el intrínseco círculo familiar que les rodea, consistirá un eje central en el que se sustenta esta comedia, que trata el tema de la búsqueda de identidad sexual con un tono cómico que no duda cabalgar entre lo hilarante y lo picaresco, con amplias dosis de mala baba y guardando para sí una reflexión mucho menos alegre de lo que la cinta parece, desentramada en una escena explicativa final planteada de una manera demasiado superflua, algo que desentonará con el resto del discurso.

El peso que Gallienne tiene sobre la obra hace que tenga libertad extrema para hacer caer todo el peso de la historia sobre él mismo, haciendo que sus agradecidas dotes interpretativas construyan la película. Cabe decir que el actor, dibuja en el rol principal con mucha sorna esa sensiblería y delicadeza tan inherentes al personaje, al que añade un tono burlesco muy adecuado al talante de la cinta aunque peque de exageración por momentos. Las añadiduras que componen las intervenciones de la madre del protagonista, otro de esos momentos que el público parece estar esperando en cada escena (el personaje entra en pantalla en los momentos más inesperados) son muestras claras del ego del actor, que parece apostar por que su figura acapare todo el blanco de las risas. Una adaptación más modesta de la obra, recurriendo a otros elementos que no sean la propia reiteración de su figura, hubiese resultado más fresco y encomiable, aunque el resultado final no desmerezca este exceso de auto-protagonismo.

Incuestionable es que Gallienne sale victorioso a la hora de hacer una valoración final de esta adaptación, consiguiendo exprimir con mucho acierto el traslado de los recursos teatrales en la gran pantalla. Además, el autor apuesta por un sentido de lo cómico en el que se siente bastante cómodo, haciendo funcionar una estructura narrativa bastante desenfadada (trama que no escatima en flashbacks , capítulos con una muy variada localización…) que muestra un cariz afilado, contando una historia con un trasfondo más áspero de lo que aparenta.

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