Lo mejor de 2014 por… Rubén Redondo

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Un año más llegamos a estas fechas y, como no, nos encontramos con infinidad, miles, millones e incontables artículos con el resumen de lo mejor del año efectuado por todos y cada uno de los que nos tenemos a bien autodenominarnos como cinéfilos, bien compartiendo opiniones a través de las redes sociales o bien publicando, tal como es el caso que nos ocupa, un artículo a modo de compendio resaltando aquellas películas que creemos que merecen ocupar un lugar destacado en el Olimpo del séptimo arte arribado a las pantallas de cine españolas en el curso 2014.

He de decir que cada día soy más contrario a la elaboración de este tipo de listados que osan condensar la verdad en unos escasos títulos que, como no podía caber de otra forma, simplemente definen el paladar gustativo del autor o autores de los mismos. La experiencia y el paso de los años ratifican que es la investigación personal, la autoformación y la disciplina detectivesca propia y personal de cada individuo la que posibilita disfrutar del cine en toda su magnitud y grandeza, sin necesidad por tanto de consultar inertes listados que más bien quedan obsoletos a medida que aparecen nuevos títulos que en el momento de la redacción de la síntesis cinematográfica aún permanecían ocultos para el creador del sumario.

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Es más, me da la sensación de que cada vez en mayor proporción la adoración al cine por parte de su aficionado se está reduciendo a un simple factor matemático. Así, no me resulta difícil encontrar comentarios vertidos por los amantes de este noble arte que sintetizan su amor al mismo en el simple hecho de haber visto un determinado número de películas a lo largo de un año, o al promedio de puntuación que resulta de sus votaciones en determinadas webs de cine, a la elaboración de estadísticas que devuelven el número de cintas vistas de un determinado país o década y así podría seguir exponiendo casos en este sentido para aburrir al lector de este artículo. Esto es lo peor que le podría pasar al cine. El cine no es una simple combinación de elementos tomados de tres en tres ni una derivada de funciones compuestas diseñado para extrapolar un resultado cierto y determinado. Concibo el cine como un arte abstracto, amorfo, intangible… a veces incluso ininteligible para su propio fundador. Por más que nos empeñemos en catalogar e insertar etiquetas a todo producto artístico, creo que para poder deleitarnos en toda nuestra magnitud con una obra cinematográfica es preciso renunciar a toda objetividad y análisis preciso, dejándonos llevar pues por ese salto al vacío de los sentimientos y la emoción que consiguen abrigar en lo más profundo de nuestro alma las más rotundas obras maestras cinceladas por los grandes cineastas de este maravilloso arte.

No es más cinéfilo aquel que haya visto en un año más de mil películas con el único objetivo de engrosar sus vacíos números que el que en su lugar haya visualizado únicamente 200 películas pero con todo su resplandor y brillo, disfrutando de cada minuto sin preocupaciones espurias que tergiversan y afectan negativamente cualquier visionado efectuado bajo este criterio. Y es que lo importante no es ver tal o cual cantidad, sino que esas 1.000 o 200 películas hayan sido devoradas con apetito e inquietud cinéfaga sin censuras ni símbolos de pedantería, es decir, con toda ausencia de signos matemáticos a la hora de contemplar cine. Escapemos pues de esa querencia cada vez más persistente de querer simplificar algo tan complejo como es la proyección de una película a un simple juego estadístico y por tanto no demos demasiada importancia al contenido de estas listas con las que solemos machacar en esta época las distintas webs y medios relacionados con el mundillo del cine. Y es que mi lista es personal e intransmisible. Toménsela pues como un simple ejercicio de reflexión, quizás algo irracional, pronunciada por un loco que entiende el cine como una droga de efectos litúrgicos y evangelizadores que únicamente afecta a aquél que consume el producto en un momento y espacio singular y excepcional.

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Y tras esta breve cavilación paso a comentaros mis sensaciones alumbradas a lo largo de este período que acabamos de dejar atrás. El 2014 comenzó de forma espectacular gracias al arribo de algunas películas producidas en el año 2013, pero pendientes de estreno, tales como Nebraska o Her, que hicieron arrancar el año de manera inmejorable. Sin embargo, pasada la fiebre de los Oscar la calidad de las obras estrenadas en los cines comerciales de nuestro país sufrió un intenso y prolongado bajón, que salvo ciertas excepciones, conllevaron a hacerme pensar que este 2014 iba a ser uno de los peores años desde el punto vista cinematográfico de los últimos tiempos. Pero gracias a un último trimestre de lujo en el que se estrenaron alguna de las perlas proyectadas en los principales festivales internacionales así como la llegada de ciertos blockbuster poseedores de una más que interesante carga de entretenimiento y profundidad hemos vuelto a tener un magnífico año de cine. Y me gusta especialmente que este haya sido el año del cine hablado en español. Nuestro cine así como el cine hermano producido en América Latina siempre ha ostentado el Sambenito de ese pariente pobre carente de los valores y de la calidad que suele habitar en los proyectos surgidos en Europa, Asia o Norteamérica. Sin duda, este año hemos sido testigos de no menos de 20 títulos de una calidad suprema abanderados de esa nueva forma de hacer cine que está empezando a germinar tanto en España como en Latinoamérica. Espero que no se trate de un espejismo y que por tanto el próximo ejercicio siga esta línea ascendente para un cine hispano que merece de una vez por todas esa reivindicación que aproxime a su peculiar universo a cada vez un mayor número de espectadores, y ese desagravio seguramente desaparecerá en un futuro muy muy próximo si continúan fraguándose trabajos de esta calidad tan sublime.

Sin más rollos, paso a comentaros cuales han sido las diez películas que creo merecen una especial mención de entre todas las grandes obras estrenadas en nuestros cines durante todo el año 2014 de entre las que he tenido la oportunidad de ver. No seré muy extenso, y únicamente os aclararé mediante cinco breves frases aquello que me ha llevado a su elección, que se ha basado fundamentalmente en un ejercicio de reivindicación que creo merecen los films que he seleccionado. Espero sean de vuestro agrado.

 

10 − 10.000 Km. (Carlos Marqués-Marcet)

Por ser la más agradable sorpresa del cine español del año 2014.

Por plantear una historia compleja, cercana y emocionante desde el minimalismo extremo.

Porque ostenta las mejores interpretaciones masculina y femenina de todo el año, gracias al magnetismo que desprenden las performances de Natalia Tena y David Verdaguer.

Por mostrar con valentía el dolor así como el desamparo que la distancia física acarrea en las relaciones amorosas… redes sociales mediante.

Porque demuestra que con pocos medios y con mucho talento es posible construir una película que enamora y permanece en el corazón para la eternidad.

 

9 − Diplomacia (Volker Schlöndorff)

Por constituir el retorno por la puerta grande de uno de los mejores talentos del cine europeo de la segunda mitad del siglo XX, el maestro Volker Schlöndorff.

Por su magnética puesta en escena que condensa en solo 80 minutos todas las virtudes del arte escénico teatral con la fuerza y el vigor del talante cinematográfico.

Por saber transmitir un suspense fascinante a través del devaluado recurso de una profunda conversación mantenida entre dos personajes antagonistas.

Por retratar con pericia y una clara intención didáctica un hecho real que pudo cambiar el rumbo de la existencia de la población francesa, sin verter odios ni demagogia, sino apostando por la inteligencia del propio espectador.

Por demostrar que basta un buen guión, un director en estado de gracia y unos actores comprometidos con el proyecto para sacar a la luz una película de efectos imperecederos y emocionantes.

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8 − Jauja (Lisandro Alonso)

Porque consagra a Lisandro Alonso como uno de los talentos indiscutibles del séptimo arte del siglo XXI.

Por mostrarnos que hubiera pasado si Francis Ford Coppola hubiese dirigido Centauros del Desierto partiendo de los dogmas de Apocalypse Now.

Por su apuesta onírica, apocalíptica y arriesgada que rompe esquemas y solo apto para mentes inquietas con querencia a devorar el lado más enfermizo y fantasmagórico de la existencia.

Por su espectacular belleza pictórica bautizada con el fino trazo de los pintores prerrafaelitas.

Porque siempre es un placer contemplar a la leyenda Viggo Mortensen —que directamente se sale de la pantalla— recitando en español, aunque sea con un impostado acento danés.

 

7 − Carmina y Amén (Paco León)

Por alzar a Paco León como una de las realidades más firmes del cine español.

Porque mejora los resultados de su antecesora —Carmina o Revienta—, estilizando el producto resultante tanto desde el punto de vista visual como desde el conceptual.

Porque recupera la mejor sátira colmada de picaresca y mala leche del arte literario y escénico originario de la Península Ibérica.

Por constituir un retrato sagaz, sutil y repleto de humor negro de esa idiosincrasia española tendente al esparcimiento y a la picardía.

Por su talante agitador de esas conciencias adoctrinadas que piensan que únicamente cabe la distribución cinematográfica a través de canales tradicionales, demostrando que es posible producir un cine revolucionario y perfectamente ejecutado partiendo de posturas insurrectas.

Carmina y Amén

 

6 − Sueño de invierno (Nuri Bilge Ceylan)

Por ser una radiografía excepcional del pausado biorritmo que caracteriza la existencia humana.

Por su escalofriante fotografía de parajes dantescos colmados de frialdad y fuego trascendental.

Por sublimar los paradigmas del cine de autor europeo de los sesenta para cocinar un plato diferente, temerario y personal que hiela literalmente el corazón del espectador.

Por suponer una mesiánica ecografía del ecosistema que forja el alma humana, perfilando con una mirada demoledora y atrayente la depresión que atenaza el devenir del lento paso del tiempo.

Porque ya era hora que el cine turco ocupase un lugar preferente en los favores de la cinefilia internacional.

 

5 − Dos días, una noche (Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne)

Porque es de esas películas que generan escalofrío instantáneo por su pérfido retrato de las virtudes y bondades que acotan el alma humana.

Por su beligerante puesta en escena, deudora de ese cine inconformista de trincheras que conquistó las pantallas cinematográficas en los años noventa.

Por saber entremezclar con sabiduría los esquemas documentales con los de la ficción cinematográfica, irradiando en este sentido un bello poema que aflora los resquemores y miedos que atenazan al hombre desde tiempos inmemoriales.

Por Marion Cotillard.

Porque a pesar de su aspereza y un final un tanto forzado, consigue conquistar el alma de la emoción.

Dos días, una noche

 

4 − Hermosa juventud (Jaime Rosales)

Porque para un servidor ha sido la mejor película del cine español, en un año inmejorable en cuanto a cantidad de productos relevantes.

Porque constituye un relato desolador y letal que revela ese vacío existencial al que se enfrenta la juventud española actual carente de referentes y paralizada ante el desolador panorama laboral y social imperante en nuestro país.

Porque Jaime Rosales ha conseguido lo que parecía imposible: que una película con su sello me emocione sin reservas ni prejuicios.

Por Ingrid García Jonsson.

Porque resulta imposible no sentirse identificado con una historia e interpretaciones que conmocionan por su especular reflejo de la sórdida realidad que empaña las esperanzas de nuestros jóvenes.

 

3 − La danza de la realidad (Alejandro Jodorowsky)

Porque los viejos rockeros nunca mueren y demuestran con su talento innato adquirido por el paso de los años que continúan innovando con la misma ilusión que un novato que acaba de empezar en este negocio.

Porque se erige como un testamento fílmico que ostenta todas las obsesiones y virtudes de un autor inigualable.

Por reformar los mandamientos del cine de recuerdos fellinianos a través de la poesía emergida desde la mágica imaginación de un chaman que ansía realizar un sentido homenaje a la memoria de sus ancestros a través de una mirada que entremezcla la emoción infantil con el crepúsculo de la madurez.

Por su colorido, por esos elefantes y elementos circenses que cautivan a las mentes más fantasiosas y por su realismo mágico que exhala ese cine de autor añejo domador de cinéfilos impenitentes.

Porque amo la pasión de Alejandro Jodorowsky para jugar su posible última carta a una apuesta perdedora desde el punto de vista económico, pero triunfante en el cosmos de los sentimientos.

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2 − Relatos salvajes (Damián Szifrón)

Porque es la película que más he gozado desde el punto de vista de la diversión, sin emanar sufrimiento ni depresiones, en este 2014.

Por homenajear a ese cine de episodios que plagó las pantallas de medio mundo a finales de los cincuenta desde una atmósfera rabiosamente actual que aúna en iguales proporciones humor negro, crítica social y moralejas de reminiscencias góticas al más puro estilo de Edgar Allan Poe.

Por su perfecta estructura que consigue que la película jamás decaiga en agujeros negros ni vacíos, colmando un todo de atributos exquisitos.

Porque es un placer hallar películas desenfadas y divertidas que evitan caer en la auto-complacencia para engañar al espectador con falsos cantos de sirenas, sino que emplean su tono entretenido para retar a ese público a un juego perverso en lo que nada es lo que parece.

Por su ritmo, por su fotografía, por su estilo moderno bosquejado desde el clasicismo radical, por su elenco de protagonistas, por su ropaje visual y… porque es de esas películas que conquistan desde el primer fotograma.

 

1 − La imagen perdida (Rithy Panh)

Porque después de más de 6 meses aún perdura un penetrante escalofrío en mi ser cada vez que recuerdo alguno de sus fotogramas.

Por ser un documento de primer orden que reivindica la memoria histórica como elemento agitador de conciencias.

Por su innovadora poesía que convierte a la destrucción de material gráfico llevada a cabo por la dictadura de Pol Pot en un arma de destrucción masiva que logra poner los pelos de punta al espectador mediante la recreación dramática de las aberraciones ejecutadas durante este oscuro período de la historia a partir de figuras inertes e inexpresivas que componen toda una metáfora de la demolición humana que tuvo lugar en la Camboya de los años setenta.

Porque es una película tétrica, tenebrosa, diferente, radical, traumática… pero a la vez luminosa y para nada revanchista que desprende un humanismo desgarrador que cala en lo más profundo del alma.

Porque para un servidor ha constituido la mejor prueba de que este año 2014 ha sido maravilloso desde el punto de vista cinematográfico.

¡ VIVA EL CINE!

Póster de L'image manquante

 

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