Lo mejor de 2014 por… Pablo Von Pelluch

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2014 ha sido un buen año para las películas atípicas. Hacer un top por navidades suele ser algo “perjudicial” para el cine que se sale fuera de lo común, porque por lo general este tipo de cintas se descubren años después de su estreno. Pero aquí estas bonitas rarezas, unas han sido reconocidas como se merecían y se ha vertido mucha tinta a su costa, otras han pasado de puntillas y os esperan. Luego están las que aún tenemos por descubrir… pero eso ya queda para dentro de unos años. Añadir que, personalmente, siempre es un gustazo incluir películas nacionales (en este caso son nada menos que tres) y cine de género.

 

10 — Borgman (Alex van Warmerdam)

En Sitges nunca se premia la mejor película. Aunque es cierto que uno mira el resultado de certámenes de hace muchos años y a veces encuentra clarividencia en ellos, en lugar de la miopía que sentimos que impera en el siglo XXI.

Se trata de un plato cocinado a fuego lento y de una nacionalidad tan poco habitual para el cine como es Holanda.

Atmosférica, inquietante. Si bien una de sus mayores virtudes es tener al espectador tratando de otear qué manos lleva el director-guionista Alex van Warmerdam, que se permite incluso soltar chistes de mal gusto.

Es fácil ver las similitudes que tiene con Funny Games: un grupo de misteriosos antagonistas invade una acomodada paz familiar con la intención de destruirla. El caso es que también es fácil apreciar las diferencias: dudamos en varios momentos de que los antagonistas sean antagonistas (aparte de que su misteriosa naturaleza sobrevuela el relato) y acabamos dudando también de sus intenciones.

Un plato extraño que puede resultar desesperante, pero es de esos en los que hay que dejarse llevar y recoger las pistas con mucha calma e incluso descartarlas si acaba resultando necesario para el disfrute de la cinta.

 

9 — Maps To The Stars (David Cronenberg)

Mi frase al salir del Auditori fue la siguiente: Maps to the stars sería una buena película si tuviera dirección, fotografía o montaje. Porque creo que, honestamente, no los tiene. Si nos ponemos a delirar con la capacidad de las máquinas para reemplazar las labores humanas siempre nos consolamos con que las máquinas no saben hacer arte. Pero si la hacen, les meteremos el guión por una ranurita y saldrán por el otro lado películas muy parecidas a Maps to the stars.

¿Qué hace esta película, entonces, en este top? Por algún motivo soy capaz de recordarla muy bien. Alcanza cotas de sordidez nunca vistas.

Pero eso, aunque es el texto, es lo que vemos en pantalla, no es lo importante. Lo realmente desagradable es el retrato de Hollywood que hemos visto mil veces, aunque en este caso llegue a nivel de casi Buen Salvaje, en el sentido de que ciertos personajes parecen no estar viviendo en la sociedad que los idolatra, sino lejos, muy muy lejos encerrados dentro de sí mismos. Lo cual, viniendo de Cronenberg resulta terrorífico… me imagino que me cuenta la historia en un bar y yo me río mucho y le digo “¡Qué bestia, cómo te pasas! ¿De dónde sacas estas cosas?” y él sonríe un poco y se lleva el vaso a los labios y levanta las cejas y pone cara de mucho misterio.

Maps to the Stars

 

8 — Asier Eta Biok (Aitor Merino, Amaia Merino)

La mayoría de españoles (creo que) hemos podido vivir bastante ajenos al terrorismo si apartamos los telediarios. Es un tema que siempre ha preocupado, pero por suerte para la mayoría, desde cierta distancia.

Este distanciamiento nos ha permitido ver al terrorista como un ente inhumano sin nombre (un mote sanguinario quizá), alma o verdadera identidad… identidad que han tratado (o tratan) de defender sin importar los medios.

El planteamiento es tan sencillamente conmovedor, tan colmado de inocencia, de cierta candidez infantil… que viene (y parece que sólo podía venir) de Aitor Merino, al que descubrimos como persona… a falta de mejor adjetivo y con riesgo de caer en la cursilería diré lo de “vital”, “llena de vida”.

No es una humanización del terrorista. Se humaniza al terrorista de manera colateral, porque un planteamiento con esa intención directa sería pura controversia y este documental no lo es. Es la historia de un chico que tiene un gran amigo y éste acaba siendo terrorista. Y sus posteriores esfuerzos por intentar comprenderle y porque los demás le comprendan a él. Que algo tan sencillo resulte revulsivo nos indica que hay que sentarse y hablar mucho. Los humanos, en general.

 

7 — Frío en julio (Jim Mickle)

Se me ocurre para hablar de esta película arrancar con una frase obvia: los japoneses tienen el cine de samuráis y los estadounidenses tienen el western. Ambos retratan desde el pasado la fragua de la nación en la que viven a día de hoy, al menos en cuanto a valores.

He de decir que no sé si los japoneses han sabido actualizar el género: me encantaría ver cine de salary-man corporativos llenos de honor, pero lo más cercano que se me ocurre son las películas de yakuzas.

El cine estadounidense sí que ha sabido revisar el western, cierto que puntualmente, pero con gran éxito. Como máximo exponente tendríamos No country for old men.

Aunque sea más cine negro que película del oeste, Frío en julio no deja de ser lo que sucedería si Cormac McCarthy tuviera algún tipo de sentido del humor. Tendríamos una visión sórdida de la existencia en la que unos hombres de anacrónicos valores tratan de sobrevivirla. Y, aparte, nos reiríamos puntualmente. Cosa que nunca se puede hacer con McCarthy, macho.

Una caracterizaciones acertadas y un guión que como buen cine negro acaba siendo una cosa completamente diferente a lo que parecía plantear en un principio, que era un thriller. Al final tenemos otra cosa que prefiero no desvelar. Es una cosa que funciona y con eso basta.

Frío en julio

 

6 — Boyhood (Richard Linklater)

Es curioso que una película tan larga sólo tenga sentido cuando se acerca al final, al menos “sentido” en la acepción cinematográfica tradicional. Es más curioso todavía que la película no tenga como propósito en ningún momento el de tener sentido. ¿Qué es la vida, ya sea la adulthood o la oldhood? Pues un compartimento en el que pasan cosas. El cine falla por sistema en reflejar esto debido quizá a sus vicios literarios. Las cosas aparecen, se lucha contra ellas y se gana (o se pierde si eres un director controvertido).

La ñoñería de “La Magia del Cine” es lo que nos ha enseñado. Vamos a ver una película para saber si el Bien prevalece sobre el Mal. Y lo mejor de todo (yo mismo lo he hecho en este artículo) es que hablamos de términos como credibilidad e incredibilidad, verosimilitud e inverosimilitud de un producto. Casi ninguna película se parece en nada a la vida debido a las citadas estructuras.

Linklater quizá lo supo: la vida es algo en lo que… me repito, pasan cosas. Los conflictos vienen y se quedan, se lucha con ellos o no y en muchas ocasiones se resuelven por simple agotamiento. Nada más mentiroso que una estructura de conflicto en arco y tres actos. Por eso Boyhood tiene éxito retratando no la niñez, sino la vida. Y si Linklater no lo ha hecho es se va a morir antes que el chaval, creedme.

 

5 — Nymphomaniac Volumen 2 (Lars von Trier)

Lars von Trier antes de dejar las drogas parece que sabía divertirse, divertirse a lo grande, divertirse sin mesura, rodar con maestría cualquier gilipollez que se le pasase por la cabeza. Toda locura era bienvenida y toda locura tenía cierta aura de credibilidad vontrieresca. Me explico: lo que sucede en Nymphomaniac (en el volumen que prefiráis) no es un retrato de nada: ni de la sexualidad ni de la mujer… no retrata nada que exista fuera de la mente de la persona más non-grata de Cannes.

Ahora, es algo que el espectador jamás se cuestiona. ¿Por el prodigio técnico? Puede. El caso es que viendo esta película uno se olvida de todo eso. Ve este monolito, ve a una de las pocas mujeres que ha sabido aguantar al director dos (o tres) películas seguidas entregándose al completo y no tiene nada que cuestionarse en cuanto a si uno se cree todo lo que le ha pasado por delante de los ojos en estas dos horas. En la que uno, además se divierte viendo rostros conocidos. Otro factor que, por cierto, aumentaría la incredibilidad de cualquier producto, pero no de éste, por razones que se me escapan.

Lars, ¿No volverás a hacer lo del bebé, verdad? Míralo, ¡Que lo va a volver a hacer! ¡A que lo hace!

Nymphomaniac 3

 

4 — Upstream Color (Shane Carruth)

Para qué engañarnos, me gustan las rarezas. Me gustan los ejércitos de un hombre, me gusta imaginarme a Shane Carruth tras aquel dolor de cabeza que supuso Primer escribiendo un guión, dirigiéndolo, iluminándolo, interpretándolo, componiéndole la banda sonora…

Negar que esta película puede ser tremendamente irritante, pedante, pretenciosa es una temeridad con la que no me voy a atrever. Pero en fin, si el espectador está pensando “¿De qué coño va esto, qué pretende este tío?” buena parte del metraje (por no decir cada maldito minuto) puede caer de pie o puede caer de bruces. En mi caso caí de pie, pero tengo que seguir divagando y haciéndome el místico porque no tengo ni idea de qué trata Upstream Color. De cerdos y platelmintos, supongo. De Thoreau. De moderneo y postureo.

Sé que se puede recomendar a los amantes de las rarezas, del cine que parece haber salido de alguien que no ha visto jamás una película o sólo sabe lo que es el cine de oídas, aunque a nivel técnico ha captado bastante bien el mensaje.

Mataría por poder sentarme con Carruth y que me explicara la película. O puede que esté mejor así, leyendo teorías por internet. La abundancia de éstas, demuestra que es posible lograr el interés popular, quizá de un selecto grupo, pero hasta niveles asombrosos.

 

3 — Coherence (James Ward Byrkit)

Esto también es ciencia ficción. Uno piensa en platillos volantes, coches voladores, sociedades distópicas con férreo control gubernamental, contactos con vida alienígena…

Al hacer esto puede no tenerse en cuenta que la ciencia ficción puede estar a la vuelta de la esquina. The Man From Earth nos mostró, quizá demasiado, que no era necesario salir del salón de casa para encontrar al género agazapado, listo para saltar sobre nosotros. Pues en Coherence descubrimos que la ciencia ficción se puede desarrollar en una sencilla cena entre amigos, que acabará derivando en algo mucho más complejos.

En realidad, poniéndonos serios, esta película no tiene gran profundidad ni múltiples lecturas. Pero el sopapo de “presta atención” que son capaces de dar el director y el guionista con un presupuesto que se ve ajustado (no por carencia, sino por ausencia de exceso) no tiene precio, es algo que ya apenas se ve y cuando se ve dura lo que dure la secuencia inicial. En la era de la desconcentración por sobre-estimulación, en este momento en que considero improbable que el lector llegue al final de estas líneas por pura impaciencia, al menos tengo la certeza de que no sucederá lo mismo con esta película.

 

2 — La Cueva (Alfredo Montero)

Alfredo Montero sí tiene referentes detrás y por desgracia para él quizá llega un poco tarde. Cuando uno critica cine español se presupone que puede permitirse decir cosas del tipo… “Nunca es tarde si la dicha es buena”.

Y es que el concepto del found footage puede echar al espectador para atrás; más teniendo en cuenta que uno de sus grandes explotadores ha sido una saga de terror española.

Pero el talento español no cesa y es capaz de apretar una tuerca hasta extremos que considerábamos poco realistas. Sí, aún se puede hacer buen cine de terror español con una premisa de found footage.

Es más, aún hay gente lo bastante loca como para cree en su idea y llevarla a las últimas consecuencias. Esto incluye escribir el guión en una cueva, rodar en ella mientras te embadurnas de sangre y barro y volver a la cueva meses después para rodar nuevas escenas, logrando un exitoso remontaje. Háblenle de sacrificio a estos cinco actores y a su director, porque saben lo que es y saben que esa cueva en un sitio tan poco terrorífico como Formentera exige más de uno. Sí, esa cueva está exigiendo vidas.

 

1 — Magical Girl (Carlos Vermut)

Carlos Vermut es un ente extraño. Un director marciano de Madrid. Un tipo que hacía cómics e hizo de sus viñetas encuadres eternos e imperturbables. Un hombre que pensó que por qué no podía hacer lo que él quisiera y mientras lo hacía ganó dos cosas: una película que sólo podía ser suya y una Palma de Oro en San Sebastián.

Magical Girl es cine negro sin detectives, pero con una de las más potentes mujeres fatales que se recuerden. Es cine negro opresivo, pero de ambientes diáfanos. Hay chantajes, hay extorsión. No hay fedoras ni gabardinas, pero hay un traje de heroína estilo Sailor Moon. Mezcla los códigos de un género mayoritariamente estadounidense con una España castiza, sí, pero sin aspavientos y con una visión macro con la mirada puesta en Japón. El deambular de personajes de almas grises, almas en pena que bregan como pueden en un entorno hostil remite a cierto canino director griego. Si esto es la globalización, bienvenida sea la globalización.

Puede que el espectador no sepa qué hacer; tampoco es que estuviera claro qué tenía que hacer ante el cine negro. Suponemos que embriagarse de la atmósfera y disfrutar de una hilera de fichas que caen golpeando con fuerza a la que tienen delante. Con mucha fuerza. Pues eso se puede hacer.

Magical Girl-6

 

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