Lo mejor de 2013 por… Alex P. Lascort

El 2013 cinematográfico se define en base a  conceptos como el hype, los momentazos y el sorpasso autoral al blockbuster hollywoodiense tradicional. El hype, las ganazas  por ver películas suele acabar habitualmente , por desgracia, en topetazo monumental. Sea por ansia desmesurada o por publicidad excesiva la expectativas no se suelen cumplir. Lo bueno del 2013 es que no ha sido así en absoluto. Al contrario, no sólo la calidad de las películas en global, sino ciertos momentazos en ellas han dejado profunda huella en la memoria cinéfila. El baile de Adèle, el dueto al piano de Stoker, el explosivo inicio de La gran belleza son solo ejemplos de ello. Todo ello conformando la sensación de que el cine de autor europeo ha dado un paso adelante, combinando su registro más personal con la capacidad de generar interés  sino masivo si más generalizado que antaño. Y todo sin perder un ápice de personalidad ni de calidad. He aquí la selección personal de este año.

 

10 — Bienvenidos al fin del mundo (Edgar Wright)

Se cierra la trilogía del cornetto Wright-Pegg-Frost de la mejor manera posible. Volvemos al territorio de la subversión genérica, de acuerdo. Pero más que nunca toma cuerpo una consciencia generacional, de inevitable paso del tiempo. Una reflexión que invita, música noventera mediante, a una operación nostalgia que no tiene nada que ver con el revenido tópico de los tiempos pasados mejores sino con una cierta ironía nihilista respecto a lo que significa madurar. ¿Ciencia ficción, existencialismo y humor negro? Definitivamente sí, al fin y al cabo lo único que pretende Bienvenidos al fin del mundo es que pensemos…en como hay que divertirse hasta reventarlo todo (literalmente).

 

9 — El último concierto (Yaron Zilberman)

Pausa, equilibrio, ética serían tres palabras perfectas para definir las sensaciones que flotan durante esta película de aires reposados. No obstante si algo se desprende al contemplar esta exhibición de virtuosismo interpretativo es la idea de civilización entendida como la alta cultura como forma de vida. No, no se trata de elitismos, se trata de paladear historias, dramas y amores sin caer en pornografías sentimentaloides,  exhibiciones impúdicas de dolor o exhuberancias argumentales gratuïtas sino de bajar a la arena del alma humana. Una película que versa  sobre la armonía de los sentimientos y tambíen de la cámara. De como fluir entre los fotogramas hasta configurar una sólida pieza repleta de delicadeza e intimismo.

8 — V/H/S 2 (varios autores)

Dos son las cosas a destacar fundamentalmente en este film de terror. Una es su capacidad para concretar, para entender, respecto a su predecesora, que a veces menos es más, y que reducir el formato (de siete capítulos a cuatro) no es reducir la ambición sino que es sintoma de aprender la lección y saber focalizar mejor el meollo de la cuestión. La otra es el calculado sentido del ritmo. La película avanza en un crescendo de tensión y mejora capítulo a capítulo hasta explosionar es un climax brutal en su tercera pieza. Un capítulo dirigido por Gareth Evans y Timo Tjahjanto que por si solo podría estar entre lo mejor del cine de teror de los últimos años. En el debe del film queda que quizás su último tramo resulta algo decepcionante después del capítulo citado, sin embargo esto no empaña el resultado, final; al contrario nos deja la boca con ganas de seguir viendo más VHS.

 

7 — Sólo Dios perdona (Nicolas Winding Refn)

Hablemos claro, esta película es simple y llanamente una provocación. Lo que su director pretende, reptiendo incluso el protagonista de su anterior film Drive, es convocar a sus admiradores de nuevo cuño y abofetearlos sin piedad. Todo ello no es óbice para recalcar que Only God Forgives no supone en absoluto un registro formal nuevo ni gratuito de Winding Refn sino más bien un back to bases, un regreso al territorio de la atmósfera como generador de la densa puesta en escena, al silencio como eje primordial del guión, a la violencia como causa y no efecto del desarrollo narrativo. Only God Forgives nos habla de tabús escondidos, y redenciones imposibles a través de un prisma teñido de rojo sangre y azul karaoke. Es zen y judaismo, calma antes del tormenta, paz y retribución. Una película de difícil digestión que no necesita adorno, cruda como un steak tartar, seca como un puñetazo en el estómago.

 

6 — Stoker (Park Chan-wook)

En las antípodas del film de Refn, el debut del coreano Park Chan-wook viene con la estilización estética como fuerte registro autoral. Stoker es a grandes rasgos, y si nos atenemos a una visión objetivable de su guión, una película que se podía llamar perfectamente obsesiva seducción o cualquier título similar de telefilme de domingo en Antena 3. Es precisamente la habilidad en dotar de personalidad a la estética del film y a estilizar el formato cámara hasta el barroquismo más retorcido. Todo ello acaba de conformar un aire de angustia, de inquietud constante que convierte a la atmósfera en un personaje más. Una película con reminiscencias Hitchcockianas  (podría pasar por un remake desquiciado de La sombra de una duda) que se entrega a los juegos especulares, a las miradas turbias para generar un alto voltaje erótico  tan sutil y sugerente como un dueto a piano, una copa de tinto o un asesinato a la luz de la luna.

El pasado

5 — El pasado (Asghar Farhadi)

Le passe es como un ovillo de lana inverso. Hay que deshilacharlo para apreciar el conjunto. De hecho Farhadi juega con los personajes y las situaciones, con momentos que se prestan a equívocos, con actitudes que inducen a juicios antes de tiempo. A través de ello y como una carrera de relevos los diálogos fluyen como puentes, como conexiones que nos van llevando a la apreciación del cuadro en su totalidad. Le passe no deja de ser un film-disfraz que juega al drama personal y social escondiendo un fuerte componente de cine de suspense y una predilección para el simbolismo. Muros de cristal que abren y manos que se juntan para cerrar. No es contradicción, es la cuadratura del círculo.

 

4 — Expediente Warren: The conjuring (James Wan)

En el fondo, y puede que uno de los elementos más destacados de este informe Warren es que nunca acaba de tomarse en serio. Su iconografía, su ambientación, su “basado en hechos reales” responden a una meticulosidad tan artificiosa que podrían pertenecer  a esas recreaciones casposas del programa de Iker Jimenez. Pero hasta aquí llega la broma porque a continuación James Wan consigue articular un film que, haciendo honor al género que pertenece da miedo, mucho miedo. Para ello no duda en usar su iconografía habitual de muñecos inquietantes y sobresaltos de sonido, pero hay más, mucho más, es especial la idea del tempo como una goma elástica que no cede nunca en el momento esperado. Así a base de pequeños anticlímax se va creando un encabronamiento progresivo del metraje, un crescendo angustiante donde lo escondido mediante ángulos imposibles se nos hace evidente. The conjuring, es esa atracción de feria que da mucha risa y cuando acabas juras que nunca volverás a entrar.

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3 — La gran belleza (Paolo Sorrentino)

Esta es una no-narración que habla de una no-historia, de un no-personaje que vive en una no-sociedad. Por tanto La Grande Bellezza no deja de ser un no-título, un gran sarcasmo, una descripción implacable de la podredumbre vestida de Gucci. Sorrentino filma esta no-epopeya a través de momentos, de diálogos de no-trascendencia porque lo que se dice importa poco cuando no se va a ninguna parte.  La Grande Bellezza son escenas de una decadencia. Una película símbolo que bien podría estar ambientada en el siglo cuarto después de Cristo y funcionaría exactamente igual. Es una metáfora y es un truco y también, porque esto hay que decirlo, uno de los retratos más demoledores, cínicos y por ello desoladores de este nuestro mundo occidental, porque no es Roma, es el mundo estúpidos.

 

2 — Spring Breakers (Harmony Korine)

Arena, playa, chicas en top less, cuerpos sudorosos, fiesta continua. Un panorama que podría equipararse a cualquier comedieta playera desmadrada. Pero que pasa cuando la fiesta acaba? Que hay en el  callejón adyancente al boulevard principal? Pues miseria, oscuridad y apariencias de sueños conseguidos que no dejan de estar rotos. Eso sí iluminados por el neón. Esto es agrandes rasgos lo que Harmony Korine nos ofrece, una visión sobre la nada, una aproximación al abismo. Como un círculo vicioso la historia se repite mientras se va haciendo mas espesa. Son bucles que se van repitiendo en una pesadilla en alta definición empeñada en vestirse de lujo y pasamontañas rosas. Korine retrata no el reverso del sueño americano sino su no existencia y para ello se dedica a subvertir todos los iconos que encuentra a su paso. Desde su elección de casting pervirtiendo a las chicas Disney hasta convertir a Britney Spears en una diosa trash. Una producción arriesgada que se mueve en constante balanceo en la cuerda floja que separa el espanto de la obra maestra. El resultado final no ofrece dudas.

 

1 — La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche)

Dicen que el amor es la cosa más maravillosa del mundo y también que puede destrozarte como ninguna otra cosa. Sensaciones estas tan extremas que parecen imposibles de plasmar de forma realista. Kechiche, sin embargo obra el milagro de comprender a través de los ojos de una adolescente todo un mundo de auto-descubrimiento carnal, emocional y sentimental. Kechiche y las prodigiosas actuaciones de Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos nos introducen sin ahorrar detalles en lo que es sudar, follar, llorar, reír, enamorarse y romperse el corazón. Sí, La vie d’Adèle es casi una experiencia en 4D en cuanto consigue una inmersión empática total con todo lo que sucede en pantalla. Sí, esta es la película total, en cuanto a desbordar emoción a toneladas de naturalidad. La vie d’Adèle es polémica porque es sincera, porque no esconde nada a nadie. La vie d’Adèle emociona porque consigue enmascarar sus mecanismos de relojería formales ante su honestidad brutal a la hora de mostrarse. La vie d´Adèle no es una película sobre el amor, es el amor hecho película. Un prodigio dificilmente igualable.

la vida de adele
 

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