Lo mejor de 2012 por… Víctor López G.

No voy a engañar a nadie. No soy en absoluto fan de hacer listas o tops con lo mejor del año. No es que tenga nada en contra de este tipo de publicaciones; simplemente me supone un esfuerzo terrible numerar y otorgar puestos dentro de una escala a las, en este caso, cintas que más han llamado mi atención a lo largo del último año, así que, por favor, os pediré que no tengáis muy en cuenta el puesto en el que aparecen y que os quedéis con su simple aparición en la lista.

Entrando en materia, el año 2012 me ha regalado un buen puñado de experiencias bien distintas: Unas en forma de alegrías centradas en el terreno del mainstream superheroico, como puede ser el caso de la maravillosa y libre de prejuicios Los vengadores (Joss Whedon), o esa pequeña joya con aroma al Paul Verhoeven más ochentero que resultó ser Dredd 3D (Pete Travis). Otras transformadas en decepciones tamaño XXL, como Looper (Rian Johnson). Y otras que no sabría muy bien cómo clasificar, como The Lords of Salem (Rob Zombie); cinta que no quería dejar fuera de este artículo por la particular progresión que ha tenido en mi mente, comenzando con un rechazo absoluto hacia ella tras su visionado en el festival de Sitges, y finalizando con la imperiosa necesidad de un segundo pase tras semanas sin poder sacármela de la cabeza y sin saber exactamente si la cinta es una tomadura de pelo o una genialidad absoluta.

Excepciones y decepciones aparte, 2012 ha dado para mucho, y aquí os dejo con 10 filmes —recuerdo: en ningún orden concreto— que, creo, no deberíais pasar por alto.

 

10- Tenemos que hablar de Kevin (Lynne Ramsay)

Empezamos con una cinta que, probablemente, posea una de las atmósferas más malsanas y opresivas que hayamos podido ver no sólo en 2012 sino en los últimos años. Y para ello, Tenemos que hablar de Kevin no necesita efectismos ni complejos mecanismos narrativos; tan sólo bucear en las profundidades de la relación entre una madre y su —muy— conflictivo hijo en clave a medio camino entre el drama y el thriller más asfixiante. Brillante tano en ejecución, como en la dirección de sus actores principales.

 

9- Siete Psicópatas (Martin McDonagh)

Una sorpresa en mayúsculas de la que no sabía muy bien qué esperar. Si bien su trailer consiguió que me picara la curiosidad, no esperaba en absoluto las buenas sensaciones transmitidas al terminar la proyección.

Siete Psicópatas esconde tras su guión —con la fachada cafre y gamberra a medio camino entre la obra de Tarantino y la de Guy Ritchie— una historia mucho más profunda de lo que puede aparentar a simple vista, conducida por unos personajes con puntos de vista radicalmente distintos sobre la forma de enfrentar la vida. Si a esto le sumamos unos actores desatados —hilarantes Sam Rockwell y Christopher Walken—, un perro simpático, y el constante uso de metalenguaje, tenemos una película más que merecedora de estar entre mis 10 mejores del año pasado.

 

8- Shame (Steve McQueen)

Michael Fassbender. Ese nombre y ese apellido son suficientes para justificar la aparición de Shame en este top ten. El actor medio alemán medio irlandés carga sobre sus hombros la mayoría del peso del filme dando vida a Brandon, un adicto al sexo, y transmitiendo de forma inusitada la culpa, la obsesión y la impotencia que sufre un enfermo de estas características. Tan brillante interpretación combinada con el buen hacer de un McQueen elegante y sobrio da como resultado un viaje por la psique de Brandon de lo más turbador y agobiante.

Shame es una de esas cintas que te cogen del cuello al empezar, te vapulean a su antojo y consiguen que, una vez termine la proyección, te cueste levantar de la silla ante la dureza de su propuesta. Espléndida —aunque tenga ese momento destructor de ilusiones que supone ver a Carey Mulligan desnuda­—.

 

7- Compliance (Craig Zobel, Midi Z)

Continuamos con las atmósferas enrarecidas, esta vez en la trastienda de un restaurante de comida rápida. Compliance posee tres puntos que consiguen enganchar desde el principio: uno de ellos es su casi —salvo un par de momentos puntuales— naturaleza de ‹bottled movie› —esto es, ubicada en una sola localización—, lo cual refuerza la situación de angustia a la que se ve sometida Becky, su protagonista, y por ende, nos la transmite a nosotros. En segundo lugar, la cinta tiene la capacidad de dejarnos estupefactos conforme avanza la historia debido a la inverosimilitud de los acontecimientos, dando lugar a pasajes que pueden dejar estupefacto hasta al más pintado. Para rematar, y reforzando así el punto anterior, hay que remarcar que los hechos que Zobel y compañía nos cuentan en Compliance están extraídos de un caso real, lo que una vez terminada la película, da lugar a mucha conversación con otros espectadores.

Una cinta que, con muy poco, consigue revolverte las tripas y dejarte absolutamente descolocado y pensando en cómo narices debe funcionar la mente del ser humano para llegar a según qué extremos.

 

6- Wrong (Quentin Dupieux)

Rareza al canto. Después de dejarnos a unos maldiciendo y a otros —entre los que me incluyo— alabando su anterior cinta Rubber, el francés Quentin Dupieux vuelve a la carga con otra dosis de comedia “muy absurda”.

Supuestamente, Wrong cuenta la historia de Dolph, un tipo cuyo perro ha desaparecido, y su periplo por encontrarlo. Y digo supuestamente porque partiendo de este punto, Dupieux nos sumerge en una serie de secuencias —en algún momento llegan a resultar hasta inconexas— cuyo ‹leit motiv› es la absurdez de los acontecimientos que vemos en pantalla. No busquéis coherencia, ni una progresión dramática, ni siquiera un ápice de sentido; en esta película todo está mal, pero genera un caos delicioso y desternillante si consigues entrar en su juego, y eso sólo puede hacerse librándote de todo prejuicio y pensando en qué clase de droga ha consumido el director para parir semejante desmadre.

No nos engañemos; una película que comienza con un reloj que pasa de marcar las 07:59 a marcar las 07:60 no puede ser mala.

 

5- The Raid (Gareth Evans)

La quintaesencia del cine de acción contemporáneo. Podría quedarme con esta frase lapidaria y pasar a la siguiente película.

The Raid coge a un puñado de policías y los mete de lleno en un edificio atestado de los criminales más chungos de Jakarta. ¿Simple? Si. ¿Efectivo? También. Y es que la cinta dirigida por Gareth Evans es todo lo que el cine de acción dejó de ser a principios de los noventa; es visceral, adrenalínica, salvaje y llena de testosterona. Un filme con las coreografías de artes marciales más espectaculares y contundentes de los últimos años que consiguió levantar de las butacas a más de uno —y más de dos— en medio de su proyección en el festival de Sitges al grito de “¡mátalo!” o “¡dale duro!”.  Sobran las justificaciones; si os gusta la acción, ya tardáis en haceros con una copia en DVD o Blu-Ray, porque tristemente no se estrenó en salas en nuestro país.

 

4- Sightseers (Ben Wheatley)

Uno de los grandísimos sorpresones del pasado festival de Sitges y una de las películas más divertidas y con más mala baba que he podido ver en mucho tiempo. La historia erótico-romántica-criminal de Tina y Chris convierte los noventa minutos que dura en un desternillante compendio de situaciones a medio camino entre lo grotesco, lo patético y lo bochornoso gracias al grandísimo trabajo del equipo a la hora de dibujar a los personajes, a los que adjetivar como perturbados se quedaría extremadamente corto. La mayor historia de amor del año pasado es, a su vez, la más negra y la más divertida de todas. Y por si todavía queréis más justificaciones, produce Edgar Wright, lo que para un servidor ya es sinónimo de calidad.

 

3- Maniac (Franck Khalfoun)

Al leer que estaba en marcha un remake del estimable ‹slasher› ochentero de William Lustig que resultó ser Maniac no presté mayor atención a la noticia. Esperaba otro de esos productos surgidos de la carencia de ideas de la industria que se limitaría a copiar fórmulas y a explotar el filón de la casquería clásica para ofrecer un producto olvidable. Gran error.

Maniac consigue que el absurdo menosprecio al subgénero quede relegado a segundos planos gracias a la inteligencia que atesora, tanto en su propuesta de mecánica narrativa —estremecedor ese uso de la primera persona— como el tratamiento que le da al personaje protagonista; tratamiento que convierte la película en algo más que una sucesión de muertes salvajes —esto es violencia con todas y cada una de sus letras, y en mayúsculas—, siendo una suerte de psicoanálisis del ‹psychokiller›. A medio camino entre Drive, Taxi Driver y la Maniac original. La mejor cinta de terror del año.

 

2- Cabin in the Woods (Drew Goddard)

Joss Whedon, que estás en los cielos, bendito seas no sólo por parir Los vengadores, sino por haber escrito y hecho posible este festín referencial creado por y para los fans del cine de terror. Si con Scream Wes Craven deconstruyó el subgénero del ‹slasher›, con Cabin in the Woods Whedon y Goddard se atreven con toda la mitología habida y por haber, evidenciando los clichés —narrativos y argumentales— del género y convirtiéndolos en referencias perfectamente reconocibles para el ojo de un espectador entrenado que disfrutará como un auténtico enano de los mil guiños repartidos durante el filme. Una película capaz de convertir una sala de cine en una auténtica fiesta, mucho más inteligente de lo que puede aparentar, e injustamente castigada siendo lanzada directamente al mercado doméstico.

 

1- Red State (Kevin Smith) 

Mi adolescencia ha girado en torno al bueno de Kevin Smith. De hecho, mientras escribo tengo a escasos centímetros una copia en VHS de Clerks a la que miro con nostalgia y profunda admiración; así que es comprensible que Red State esté en mi top 10 del 2012. La incursión del director de New Jersey en un género al que no se había aproximado ni de lejos me hacía dudar de su capacidad a la hora de desenvolverse en un tono tan delicado como el que exige una cinta de estas características, pero este thriller con tintes policiacos posee todos los ingredientes necesarios para ser merecedora del premio a mejor película que se llevó en la edición 2011 del festival de Sitges. El trabajo de John Goodman y especialmente el de Michael Perks como Albin Cooper (líder sectario), las inesperadas y bien ejecutadas secuencias de acción, y ese epílogo centrado en el diálogo que deja ver al Kevin Smith más genuino, hacen de Red State un visionado obligado que además le sirve al director como una redención por todo lo alto de algún que otro desliz que ha tenido en sus últimos trabajos.

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