La tumba de Bruce Lee (Canódromo Abandonado)

La tumba de Bruce Lee

Lo primero que me gusta de La tumba de Bruce Lee es que no se parece a nada que haya podido ver antes; un film muy original y absolutamente insólito no sólo en el paranorama del cine español sino a nivel internacional también; nada que ver con el cine independiente americano, por ejemplo. Eso no significa que nos encontremos ante una obra maestra ni con una película redonda y plenamente conseguida, pero sí es cierto que el balance general resulta, al menos para mí, bastante positivo; de hecho, ha sido una película de la que aún hoy me cuesta desprenderme o en la que dejar de pensar.

La tumba de Bruce Lee ha sido financiada por una larga e interminable lista de mecenas que han aportado su granito de arena para que el proyecto salga adelante mediante el «crowdfunding», ha sido realizada además por un peculiar trío de directores —Julián Génisson, Lorena Iglesias y Aaron Rux— agrupados bajo el exztraño seudónimo de Canódromo Abandonado (www.canodromoadandonado.com). Como colectivo, han realizado además vídeos de “humor obsesivo” sobre diversas temáticas: el ahorro, el cine, el baile español, el lenguaje de los sueños o la medicina experimental. De igual modo, este trío de locos interpretan los papeles principales del film, algo que como veremos más adelante incide de manera positiva y negativa a la hora de aportar credibilidad o verosimiltiud a la película.

El argumento no puede ser más raro: una pareja española deciden viajar juntos a Seattle para cumplir dos objetivos. Ella (Lorena Iglesias) pretende seguir un curso de comunicación no verbal que le sirva para mejorar en su trabajo como encargada de una tienda de chucherias Belros; él (Julián Génisson) es un joven introvertido y serio, obsesionado con Bruce Lee y con sus anecdotas más legendarias, y quiere visitar la tumba del mítico luchador, y que al parecer se encuentra en el cementerio de esa ciudad norteamericana. Una vez allí, sus ilusiones se verán truncadas: por un lado, Lorena descubre que ha sido víctima de un timo, y Julián, por mucho que lo intenta, no consigue dar con la tumba de Bruce. Cada uno por su lado, conocen a un extraño sujeto llamado Charlie (Aaron Rux) que se convierte para ellos en una suerte de gurú que les guiará espiritual y emocionalmente para conseguir sus objetivos, a través de una serie de consejos insólitos e increíbles pero que ambos seguirán al píe de la letra…  y hasta aquí puedo contar.

La tumba de Bruce Lee

Lo más loable de La tumba de Bruce Lee reside precisamente en el partido que el trío de realizadores saben extraer de tan modesta producción; aunque está rodada con sonido directo, los aspectos técnicos parecen bastante cuidados: excelente fotografía, un montaje sin saltos de raccord, y en general un buen ritmo narrativo. Como ya apunté antes, el hecho de que los roles principales estén interpretados por tres actores no profesionales incide de manera positiva, ya que aporta frescura y naturalidad a la historia, pero también negativamente ya que el tono de las conversaciones o los diálogos se me antojan algo monótonos y faltos de garra.

Otro elemento destacable reside en las características del proyecto en sí: es decir, un grupo de amigos que se reunen para realizar una película, financiada con la ayuda de simpatizantes. Se trata por tanto de un guión absolutamente libre, en la que los tres realizadores han querido contar su historia como les ha dado la gana, sin presiones de productoras, subvenciones gubernamentales, ni siquiera teniendo en cuenta los gustos o modas imperantes en el público actual. Por eso, consiguen un film que constantemente juega al desconcierto con el espectador, quien no sabe muy bien qué es lo que está viendo: ¿una comedia bressoniana?, ¿un burla sobre la new-age y la generación Paolo Coelho? ¿Una película de corte fantástico o de terror?, la indefinición genérica resulta a todas luces sorprendente, dotándola además de una gran originalidad.

Pero lo más impactante de esta película lo encontramos en su alucinante desenlace —que no conviene desvelar—; un inesperado y brusco golpe de timón  que causa desconcierto y una espeluznante desazón en el espectador; el cambio de tono —hasta ese momento, hemos contemplado una historia más o menos amable y simpática, presuntamente inofensiva— resulta absolutamente brutal y escalofriante, desmontando cualquier expectativa que nos hayamos hecho previamente.

Lo dicho, un film absolutamente inclasificable con capacidad de sorprender y que, para bien o para mal, no deja indiferente, permaneciendo en la memoría días y días.

La tumba de Bruce Lee

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