La mula (Anónimo)

La mula olía a desastre desde hace años. Todo indicaba, tras la marcha de su director 10 días antes de finalizar el rodaje y el montaje auspiciado por la productora, que teníamos entre manos la nueva Manolete (Menno Meyjes, 2008). El cartel, con Mario Casas a la cabeza, ya invitaba a huir del cine por lo anclado que está el chaval en esas películas producidas para adolescentes. Y sin embargo, a pesar del desmadre en el guión, con un montaje que a veces no funciona, con una dirección de fotografía en ocasiones desacertada y otras ridícula, la cosa funciona de manera más que digna. Y el responsable de ello, es un señor llamado Michael Radford que si nos quedamos hasta los créditos finales, descubriremos que no firma ni la dirección ni el guión.

Empecemos con lo malo, o con lo que no termina de funcionar.

Primero el guión. Por escenas, cumple, regalándonos algunos buenos instantes, sobre todo en lo que corresponde a la comedia. En conjunto, es un desastre en cuanto a las subtramas y motivaciones de los personajes. Queda claro que cuando se mueve por el aire bufonesco que recuerda a Azcona y Berlanga (todos lo han escrito ya y yo no voy a ser menos, el visionado de la presente cinta te lleva irremediablemente a ciertas situaciones ya vistas en La vaquilla), cumple, pero cuando se mete en el drama o en el romance, fracasa miserablemente.

La fotografía… rara vez suelo hablar de ella si no es por la intención que procura ofrecer su cineasta. El problema que veo, es que se nota demasiado la marcha del director cuando aún no estaba acabada la obra, y se nota que hay planos y escenas introducidas a posteriori, una vez ya en la sala de montaje, grabados en ocasiones casi con cámaras caseras. Vale, ajá, ¿pero esto hace que la historia sea mala o peor? Creo que es un fallo no haberla cuidado más, pero no, ante vuestras preguntas internas que formuláis, no, ni detiene la acción ni muchos lo notarán. Aún así, mal por Michael por no cuidar más la imagen.

Pero lo mencionado anteriormente no hunde la película, sobre todo por dos de los aciertos magistrales que Radford, el hombre que despreció su obra antes de acabarla (los rumores, entre nosotros y sin que se lo digáis a nadie, hablan de bastante mal rollito entre la productora española Gheko y el director y la parte de la producción inglesa), parece dominar a la perfección.

En primer lugar es el humor. Un humor, como decíamos, bufonesco, cercano a Azcona, pero de igual manera por momentos parece acariciar el realismo mágico de la antigua Yugoslavia. Y un humor que cumple. No es magistral, pero nos regala buenos momentos.

En segundo lugar, complementario totalmente a lo anterior, es el tratamiento que hace su director, acompañado de Juan Eslava Galán, co-guionista y escritor de la obra en la que esta basada el filme, de la guerra civil. No engaña a nadie, no está con el bando nacional, pero eso no le impide mostrar a la soldadesca como en la mayoría de los casos eran, gente que por azar caía en un bando u otro y debía servir a quien gobernara esa zona. Prácticamente obra el milagro: ridiculizando en la parte final a Franco, y mostrándose en contra de sus posturas, no evita hablar de los desmadres de todos sin caer en la absurda e irreal equidistancia, mostrarse humanista en su sentido más amplio de la palabra (suele evitar enseñar las muertes de los soldados, que suelen irse para el otro barrio fuera de plano) y que los hombres integrantes del ejercito nacional, nos caigan bien a fuerza de ver a unos seres humanos hundidos en el barro con más ganas de volver a casa que otra cosa.

Porque el punto de vista elegido es la de los soldados del ejercito que se sublevó en armas contra la República. Y huye de relatos morales sobre la maldad de ellos. Esa maldad está presente, en pequeños comentarios (la procedencia del pendiente que el personaje de Mario Casas le regala al de María Valverde), pero no nos centramos en ella. Ojo, que está presente y sobrevolando el ambiente en todo momento; pero no se recrea innecesariamente en ello.

La parte romántica no termina de despegar, pero es mejor que cuando la cinta se pone seria, y patina terriblemente, como por ejemplo  ese amigo del protagonista que desea cambiarse de bando ya que él está a favor de la libertad. Simplemente no funciona, y no por el actor. No ayuda la música que se ha decidido introducir en ciertos pasajes. Pero lo dicho, el humor y el humanismo de la cinta, contra todo pronóstico y gracias y a pesar de su director, salva la función de forma decente.

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