La chica del 14 de julio (Antonin Peretjatko)

Vaya sorpresa más agradable ha resultado ser la opera prima de Antonin Peretjatko, experto cortometrajista que salta al largo en una comedia alocada, fresca y divertida que bebe del tono romántico y absurdo del mejor Hal Hartley, los Monty Python o incluso de los Zucker (hay un gag que remite inmediatamente a Agárralo como puedas, y funciona a la perfección).

Se nos presenta un canto a vivir la vida de manera loca, en una «road movie» llena de situaciones desternillantes y unos personajes que buscan el amor de forma desesperada en cualquier parte, con toques de realismo mágico o de absurda cotidianidad.

Cinco jóvenes se embarcan en una aventura llena de obstáculos que les lleva de París a la costa francesa para pasar las vacaciones, en un ambiente tan crítico como festivo. Así, sobrevuela todo el tiempo en el relato la palabra crisis llevada al terreno más desenfrenado, donde el gobierno francés cancela las vacaciones para ahorrar y se instala un toque de queda.

Desde sus primeras imágenes, archivo de los dos últimos presidentes de la República asistiendo al desfile del 14 de Julio, y gracias a la manipulación del sonido y el tiempo, se entiende la mala leche del director filtrada por la comedia que, al parecer, ha dividido a los asistentes al pase en el Festival de Cine Europeo en dos bandos enfrentados irremediablemente.

Así, mientras los jóvenes viven en una sociedad que se rige de manera absurda y abusiva, vamos topando con personajes cada cual más salvajes y divertidos, desde la mascota del tour de Francia, que decide darse a la fuga, hasta ladrones disfrazados de policías pasando por niños vestidos de cucarachas gigantes para asistir a una obra de Kafka. El cineasta utiliza todos las herramientas conocidas para construir la comedia, desde el humor absurdo pasando por el metacine, donde en ocasiones los personajes miran a cámara para explicar divertidas anécdotas.

Todo resulta un soplo de aire fresco, presentándonos un relato tan original como crítico, acompañados de unos personajes a los que se les coge cariño con facilidad. Y es que nos presenta a unos jóvenes que intentan ser derribados por una sociedad que parece venirse abajo por momentos. Unos jóvenes franceses con los que cualquier joven europeo puede sentirse identificado, que se han encontrado de pronto en un callejón sin salida.

Vitalista hasta decir basta, las risas son continúas en todo momento, y aunque el ritmo es maravilloso y toda la cinta pasa en un suspiro, lo cierto es que su parte final muestra síntomas de cansancio, aunque sin llegar agotar la fórmula. Pero es en su parte central y tras el encuentro con un personaje (el médico) donde se llegan a las cotas más altas de humor.

Una cinta romántica hasta la médula pero que no resulta empalagosa, además de ser fogosa y vitalista sin caer en la irritación, y divertida hasta decir basta. Su cámara captura un espíritu de bendita locura, llena de aires de libertad. Sin duda, otra gran joya escondida que el festival ha dado a conocer. Es una lástima que si algo podemos asegurar sobre la cinta, es que tiene muy difícil su llegada a las salas de cine patrio.

El mensaje político esta ahí, entre risas, para que no resulte tan violento: La guillotina no fue un mal invento.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *