La alternativa | El tren de los espías (Mark Robson, Monte Hellman)

El tren de los espías

Este fin de semana se ha estrenado en nuestras carteleras La conspiración de noviembre (The November Man, Roger Donaldson, USA, 2014), un convencional film de espías (tiros, persecuciones y explosiones por doquier), producido y protagonizado por Pierce Brosnan que en esta ocasión interpreta a un agente de la CIA que debe encontrar y proteger a Alice Fournier (La ex-chica Bond Olga Kurylenko), ya que posee las claves para resolver un enigma en torno a la segunda guerra chechena, que implicaría directamente a Denisov, un político ruso quien desea convertirse en presidente del país. Basada en There Are no Spies, primera novela de la serie protagonizada por agente de la CIA Peter Deveraux, creada por el escritor Bill Granger en 1978, cuando aún estaban de moda las historias de espionaje en torno a la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, la intención de Brosnan es crear una nueva franquicia, tipo Bourne o Bond, y producir e interpretar el resto de novelas de la saga. Como alternativa a La conspiración de noviembre, presentamos en esta ocasión El tren de los espías (Avalanche Express, Mark Robson & Monte Helman, USA, 1978) clásica película de espías de finales de los 70 con la Guerra Fría como eje principal, que comparte con la película de Brosnan la presencia de un desertor soviético protegido por un equipo de agentes de la CIA durante el trayecto de un tren, y que fue, por muchísimas razones, una película maldita desde prácticamente la fecha de su realización; además en ambos films abundan los tiros, las persecuciones y las explosiones a mansalva.

El tren de los espías

El tren de los espías poseía todos los ingredientes para convertirse en un film taquillero y con gran éxito de público: un director solvente y especialista en el cine comercial como Mark Robson y un equipo técnico y artístico de excepción en el que destaca la aportación en la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Colin Forbes por parte de Abraham Polonsky, uno de los guionistas, junto a Dalton Trumbo por ejemplo, perjudicados por la “Caza de Brujas” del senador Joseph McCarthy, y responsable como realizador de una corta y más que interesante filmografía encabezada por la no menos maldita El poder del mal (1948), ejemplo de cine negro elegante, potente y sólido. No menos importante es la presencia como responsable de la fotografía de Jack Cardiff, operador británico de films de realizadores tan importantes como Powell & Pressburger (Vida y muerte del Coronel Blimp (1943), A vida y muerte (1946), Las zapatillas rojas (1948) o Narciso negro, 1947), John Huston (La Reina de África, 1951), Hitchcock (Atormentada, 1949), Fleischer (Los vikingos, 1958), Makiewicz (La condesa descalza, 1954) o King Vidor (Guerra y Paz, 1956). De igual modo, los efectos visuales y especiales corrían a cargo del gran John Dykstra, un especialista en los modelos a escala, utilizados por ejemplo en toda la saga de Star Wars, la serie de televisión de los finales de los 70 Galáctica (1978) y algunos films de Batman (Batman Forever, 1995 o Batman y Robin, 1997), Spiderman (Spiderman, 2002 y Spiderman 2, 2004) o X-Men (X-Men: Primera generación, 2011). Se trata de uno de los principales fundadores de la Industrial Light & Magic, perteneciente a Lucas Films, la empresa de Georges Lucas y Katheleen Kennedy, y que se ocupa principalmente de las escenas exteriores del tren y toda la secuencia de la avalancha de nieve. Y no olvidemos el reparto, en el que se mezclan actores del cine de acción de toda la vida (Lee Marvin, Maximiliam Schell, Horst Buchholz, Robert Shaw) con otros igualmente solventes pero que provenían de series de televisión de gran éxito por aquel entonces como Mike Connors (el detective Mannix) o Linda Evans (Dinastía).

El tren de los espías

El planteamiento inicial no puede ser más prometedor: El general Marenkov (Robert Shaw) huye de su país con destino a Italia donde se reúne con agentes de la CIA para hablarles sobre el proyecto “Cosecha Invernal”, una poderosa arma de tipo biológico que podría acabar con la humanidad en cuestión de segundos. Los soviéticos organizan un operativo para asesinarlo e impedir que el secreto se propague, por lo que la CIA forma otro con un grupo de agentes, capitaneados por Harry Wargrave (Lee Marvin), quienes acompañarán a Marenkov en un largo viaje en tren por toda Europa para protegerlo presuntamente. Sin embargo, en realidad lo que pretenden es utilizar al general soviético como cebo para conseguir desarticular el operativo ruso dirigido por Nikolai Bunin (Maximiliam Schell), colaborador junto a Marenkov del arma bacteriológica y que pretende atentar con su vida para que así el proyecto “Cosecha Invernal”, pueda hacerse realidad.

Sin embargo, a pesar de poseer todas las claves para convertirse en un film importante no sucedió así: la película pasó totalmente desapercibida y fue un fracaso de taquilla. Con el tiempo incluso se ha convertido en un film olvidado y que ni siquiera es tenido en cuenta cuando se hace un listado de las películas de espías más importantes de la Historia del Cine. Varios factores contribuyeron a que El tren de los espías sea visto como un film anárquico y deslavazado en el aparecen y desaparecen personajes por arte de magia y cuyo único interés reside en las escenas de acción y en la profesionalidad de sus actores que resultan convincentes y eficaces en cada uno de sus roles: impagable la creación de Robert Shaw como frío e inexpresivo general soviético así como la gratificante presencia del duro Lee Marvin, apoyado por un más que competente Mike Connors y una bellísima Linda Evans. A destacar, la breve aportación del gran Günter Meisner, actor secundario que lo mismo te hace de oficial nazi que de militar soviético, como en este caso, siempre con sus características gafas.

El tren de los espías

Para empezar, a pocas semanas de concluir el rodaje del film, fallece el realizador Mark Robson y será Monte Hellman —realizador maldito donde los haya, formado en la productora de Roger Corman, responsable de heterodoxos westerns de los 70 como A través del huracán o El tiroteo o films de culto como Carretera asfaltada en dos direcciones— el encargado de terminarlo y del montaje de la película. De igual modo, Robert Shaw, uno de los actores más importantes fallece durante la realización por lo que su personaje aparece y desaparece de escena de manera “misteriosa”. El hecho de que finalmente fuera Hellman el responsable del montaje del film se nota descaradamente en el hecho de que parece como si a mitad del metraje comenzará otra película diferente (la primera más seria y más sólida y una segunda más preocupada por el impacto y la acción a raudales), justamente con la inesperada aparición de Horst Buchholz, lo que se traduce en una trama caótica que lo sacrifica todo por la acumulación de secuencias de tiros, persecuciones y explosiones sin ton ni son, olvidando el interesante planteamiento inicial. Es presumible que el guion de Polonksy quedara en agua de borrajas. Curiosamente ni siquiera la aportación de John Dykstra en secuencias tan trascendentales como la de la avalancha de nieve resulta muy convincente, es decir las maquetas “cantan” que es un gusto. De igual modo, todas las secuencias exteriores que nos muestran el trayecto de tren resultan igualmente “chapucheras”, escena que dura muy pocos minutos, habida cuenta que el título original del film es Avalanche Express. ¿Tendría pensando Robson realizar una película de espías mezclada con la moda del cine de catástrofes? No olvidemos que fue el responsable de Terremoto; el caso es que nos quedaremos con la duda.

El tren de los espías

Con todo, El tren de los espías resulta un film bastante entretenido, que se sigue con interés, repleto de acción y con algunos momentos especialmente brillantes: por ejemplo, toda la parte inicial en la que varios agentes de la CIA deben pasarse una cinta de cassette con las ordenes de su próxima misión resulta especialmente ejemplar, no sólo porque ninguno de los participantes pronuncia palabra alguna, sino por lo que tiene de evocación de la serie televisiva de finales de los 60 Misión imposible, con la que el film posee algunos puntos de contacto sobre todo en su planteamiento inicial. De igual modo, la presencia de actores tan eficaces como Marvin, Connors, Schell o Shaw aportan una solidez al conjunto que quizá con otro plantel menos competente desvelaría todavía más las insuficiencias o carencias de este film de cine de barrio tan entrañable como divertido.

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