La alternativa | Alice (Jan Svankmajer)

«Oh dear! Oh dear! I shall be too late!»

El Conejo Blanco, Alicia en el país de las maravillas

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¿Quién no conoce el clásico de Lewis Carroll? Alicia en el país de las maravillas es una de esas obras literarias que admite por su velada inocencia todo tipo de interpretaciones, desde las blancas historias de Disney a las lisérgicas interpretaciones musicales de Jefferson Airplane. La curiosidad lo puede todo y se adapta a la perfección a niños y adultos, con cualquier intención.

En esta ocasión es la magia del más detallista creador de stop-motion del mundo del cine (realidad o no es lo que siempre he pensado del checo), quien aprovechó este cuento para desarrollar su primer largometraje tras años compartiendo sus creaciones insólitas. Amante de lo arcaico, capaz de recrear una nueva realidad con sus ideas sobre la anatomía, la morfología animal y la ligereza del movimiento, supo hacer respirar a cualquier pieza inanimada para expresar todo tipo de emociones.

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Lo cierto es que Alice —Neco z Alenky como título original— es un territorio tan amplio que admite cualquier invención del propio Svankmajer. La primera vez que tuve oportunidad de verla sus recreaciones animales, marionetas y radicalidad daban un aire oscuro y no tan alejado del terror a lo que conocemos como inocencia (base inocua del film), pero con el tiempo es la habilidad de la pequeña protagonista la que demuestra que para los niños no hay miedo o extrañeza ante lo desconocido, sin un adulto que le induzca a ese temor. Como si de un relato narrado directamente de un manuscrito se tratara, se suceden todos los escenarios reconocibles del cuento original, pero como un punto de partida donde inventar un nuevo mundo en el que cada detalle desemboca en un enriquecedor escenario que da vida a todos los objetos inanimados de la película.

En esta ocasión hay seres vivos, la gran Alice (y sus labios), las gallinas (quién no espera que esta aletargada ave con plumas haga acto de presencia si es Svankmajer quien se encuentra tras el proyecto) y unos adorables erizos + cerdito que pasaban por allí. El resto simplemente simula todo aquello que creó Carroll en su juventud. El director siempre se sirve de objetos, huesos y algunos tejidos blandos (carne fresca) para conferir vida a sus películas. Los personajes complican sus formas pero dicen lo de siempre, algunos se auto-construyen en el momento para esfumarse en la nada, dando una dignidad única al creador por su paciencia en un trabajo de horas que se evapora en segundos en pantalla.

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Con facilidad se encierran los escenarios en habitaciones sucesivas, aprovechando el contexto de grande y pequeño que transforma a Alice en humana y muñeca en su búsqueda de un conejo blanco disecado, valorando este hecho por encima de su papel, así, en vez de resultar extraño o desagradable se convierte en un guiño a la misma creación, tanto de vida como de invención. Las estancias se plagan de elementos con los que interactuar generando la plenitud visual, ya que la historia apenas se apoya de diálogos y prescinde totalmente de la música, considerando su presencia un edulcorante innecesario. Son los aviesos ojos de la niña, los complejos compañeros de aventuras que emiten sonidos bruscos y tajantes y la escenografía lo único que importa.

Pero no olvidemos que esto es un cuento, uno que dilata la fantasía hasta encontrarse con la mirada del genio, uno donde Alice observa, comparte, descubre, acepta los cambios que va encontrando con la naturalidad del que no comprende y quiere mucho más, como cualquier niña inquieta. Porque «Señorita, ¡es tarde, muy tarde!» dice el conejo cada vez que ella le alcanza mientras mira ese reloj de pulsera que habita en sus entrañas de restos de madera, y nosotros con ella disfrutamos de una adaptación personal y única de un relato que siempre ofrece sueños prolongados y que con los años gana significados complejos. Esta vida es un cuento, uno que da vida a todo lo inanimado, uno en el que no se puede decir muy alto: colorín colorado, este cuento se ha acabado, ¿acaso le queremos dar un fin?

No si no mantenemos los ojos cerrados.

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