Ken Loach… a examen

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El cine de Ken Loach puede gustarte más o menos, pero una cosa está clara: No te va a dejar indiferente. Uno puede no compartir su discurso, pero desde luego, las películas de este cineasta británico tienen el don de hacer que nos impliquemos en la historia. Todas sus historias, desde las más antiguas como Family Life o El guardabosques están unidas por un mismo patrón: Siempre cuentan la historia de un personaje al que podemos denominar como un perdedor, la historia está orientada a la ternura y hay una gran habilidad en tomar el pulso a lo social.

No extraña, por tanto, que en las películas de Loach siempre haya una clara división entre el bien y el mal. Lo maligno suele estar encarnado por los personajes que tienen poder (económico, político, físico) mientras que nuestro héroe/perdedor es lo opuesto, pero a pesar de ello, y precisamente por ello encarna el bien. La premisa está clara: el poder corrompe. Por eso no extraña que haya hecho una película como El espíritu del 45 que reflexiona sobre la sociedad y sus valores. De algún modo ya hizo parecido en una de sus películas más conocidas, El viento que agita la cebada.

Igual que en este documental analiza como afectó la posguerra a los distintos escalafones sociales, en el largometraje que protagonizó Cillian Murphy nos habla de otra historia controvertida como es la guerra irlandesa y el conflicto del IRA. Es difícil caer en este tipo de narraciones históricas sin tomar partido por alguno de los bandos, y el acierto de Loach es darnos el contexto, pero dedicarse a contarnos una historia particular a la que sobrepasan los acontecimientos.

En El viento que agita la cebada vemos como los británicos ejercen en Irlanda de forma gratuita un abuso de poder y autoridad aprovechando su posición, y no dejan más remedio a los campesinos irlandeses que rebelarse ante las injusticias. Damien, un joven médico irlandés que se va a ir a trabajar a Londrés, al ser partícipe de cómo los ingleses desgarran Irlanda poco a poco, decide quedarse a luchar por su país y, junto a su hermano Teddy, forma una milicia para combatir a sus enemigos.

El viento que agita la cebada

Damien, que se nos presenta, pese a su inteligencia, como un perdedor. Es huérfano, es pobre, es poco poderoso. Pero aun así, es inteligente y sigue sus propios principios. La bondad está en estos hombres rotos, clásicos de Loach. A medida que los irlandeses van consiguiendo victorias y el ejército británico se rinde y empieza a hacer concesiones, vemos como la milicia se divide en varios bandos, según las ideas políticas de cada uno. Loach nos muestra, como suele ser habitual en él, los distintos puntos de vista para que tratemos de entender por qué pasan las cosas.

Por supuesto, no hay película de Loach sin conflicto. La tensión tiene que mantenerse hasta el final. De este modo, cuando los británicos ofrecen un tratado, Teddy y otros lo aceptarán, mientras que el grupo de Damien expondrá su rechazo. Los que han aceptado el tratado sustituyen a los británicos como policías y garantes del control. Y, por supuesto, al volverse poderosos comienzan a abusar de su situación y a olvidar sus valores. Todo nos lleva a esa idea del poder corrupto. Mientras que los pobres, los desheredados, la gran muchedumbre, siguen encarnando el bien.

Se dice de Loach que trata a sus personajes con una cierta condescendencia, pero sinceramente, yo creo que la idea de Loach es que el hombre es bueno por naturaleza, y son los mecanismos burocráticos que permiten que tenga dominio sobre los demás los que le vuelven malo. Por eso no hay condescendencia, sino simple esperanza. Transmitir esperanza a través de los conflictos. Un objetivo ambicioso, pero que película tras película cumple con nota este director.

The Wind that Shakes the Barley

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