Handcuffs (Krsto Papic)

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Handcuffs es considerada por la crítica internacional como una de las mejores películas de la historia del cine yugoslavo. Su autor, Krsto Papic, igualmente fue uno de los más importantes cineastas croatas de todos los tiempos y sin duda uno de los responsables de situar al cine yugoslavo de los setenta en el lugar que merecía. Reseñar una película con tantas aristas y de tan diversa índole es sin duda una tarea compleja y arriesgada, derivado ello del propio riesgo político que encierra la propuesta. Y es que Handcuffs fue una de las primeras obras en exponer las purgas políticas y caídas en desgracia que tuvieron lugar en la Yugoslavia del mariscal Tito con motivo del enfrentamiento personal y político que se produjo entre el croata y Stalin, incidente que indujo a una serie de depuraciones indiscriminadas entre aquellos ciudadanos que aún simpatizaban con las creencias doctrinales del caudillo georgiano. Tanto es así, que la cinta arranca con una escena sin diálogos ciertamente sugerente y estremecedora. Así mientras la cámara otea el escarpado y salvaje horizonte de las montañas de Dalmacia, una figura fantasmal aparece en escena. Se trata de un ciclista que se encontrará con una pareja de guardias que intuimos estaban esperando la llegada de este ente. Sin mediar ningún tipo de palabra, el trío compuesto por el ciclista y los dos policías se dirigirá a una minúscula aldea habitada por un viejo pastor. Las miradas secas y vacías de emoción de los integrantes de la guarnición chocarán con la del aldeano, que a punta de pistola será expulsado de su hogar para ser ejecutado en medio de las inhóspitas montañas dalmacianas.

Tras este abrupto e impactante arranque, la mirada de Papic se centrará en radiografiar una celebración. La de la boda de un antiguo partisano embutido en las batallas contra el ejército nazi que tuvieron lugar durante la recién concluida II Guerra Mundial llamado Ante que ha contraído nupcias con la bella Visnja ante la presencia de los vecinos del pueblo a los que se ha unido la honrosa presencia de Andrija, un héroe de guerra y oficial del ejército, amigo y compañero de andanzas del novio, cuya asistencia a la boda será observada con orgullo por parte de los habitantes de la villa. El alegre caminar en medio del sendero que conduce a los viandantes al banquete que se celebrará en el hogar de Ante será interrumpido repentinamente por la aparición nuevamente del extraño personaje montado a lomos de una bicicleta. Algo se percibe en el ambiente. La atmósfera de desconfianza y traiciones que empapa el aire y nacida de las inclemencias políticas que están teniendo lugar en la Yugoslavia de posguerra parece haber hecho mella en los asistentes. Las risas tornarán en sospechas, y la fiesta en mortuorio, en el momento en que al convite arriban los dos guardias que fueron presentados en la escena inicial con una orden para arrestar a uno de los convidados al festín. ¿Quién será el nombre del traidor al Régimen de Tito que se esconde bajo la apariencia de un respetado conciudadano seguidor de la doctrina oficial?

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A partir de este momento Papic torció las aristas inicialmente planteadas, que todo hacían pensar que nos íbamos a enfrentar con una de esas típicas historias rurales donde la pasión desmedida y la brutalidad ambiental camparían a sus anchas a lo largo del devenir de la narración, para dibujar una especie de fábula de suspense e intrigas políticas escenificadas con mucha inteligencia en un marco propicio para que la sin razón y la ambigüedad moral desplieguen todo su arsenal. Porque podemos definir Handcuffs como una especie de reverso tenebroso y balcánico del Bodas de Sangre de Federico García Lorca, con la diferencia de que la traición que se vierte en la cinta yugoslava se enfoca en el ámbito político más que en ese entorno racial, de odios y amores enfrentados por los convencionalismos y circunstancias sobre los que pivota el eje de la historia surgida del ingenio del poeta granadino.

La película es una maravilla desde un punto de vista técnico y visual, contando con una fotografía de un regusto pictórico y paisajista sencillamente espectacular. En este sentido, Papic supo captar la esencia de los paisajes dalmacianos radiografiando los usos y costumbres de los lugareños, siendo éstos un personaje más, y muy importante, en medio de la epopeya. Así, podemos disfrutar de melodías ancestrales cantadas por actores no profesionales, bailes rituales plasmados con una belleza sublime que se elevan como una especie de metáfora sexual y de desenfreno ayudando pues a engalanar las intenciones soterradas desde el punto de vista moral y político que encierra el film. Y es que cada escena integrada en la historia tiene un sentido y carácter simbólico. No puedo dejar de mencionar la bellísima secuencia en la que unas novicias encierran a la novia en su habitación conyugal jugando con ella una especie de juego sexual semejante a una bacanal en la que de una forma muy subliminal se deja entrever el desvirgamiento de la prometida a manos de unas lascivas campesinas con ansias de tocar los pechos y el sexo de su compañera.

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Igualmente portentoso se alza el retrato bruto y descarnado que Papic efectúa alrededor de los habitantes de las aldeas montañosas de Dalmacia. Así, conoceremos desde al tonto del pueblo fascinado por la captura de un cuervo (es imposible no acordarse del Azarías de Los Santos inocentes mimetizado en este personaje), pasando por los viejos pueblerinos desdentados y curtidos por el duro clima tan viciados e infieles como su bruto y animal talante, y sobre todo el carácter apóstata, hipócrita e interesado del novio Ante, un personaje que ante la sospecha que la orden de arresto contenga su nombre dadas sus simpatías hacia Stalin, no dudará en eliminar toda prueba que le pueda inculpar, amoldándose a los nuevos vientos que soplan como un sastre que teje con el hilo que mejor se amolda a su bienestar personal aunque éste sea contrario a sus convicciones y creencias.

Sin duda la cinta vierte una terrible e inspiradora crítica en contra del carácter desleal, infiel y vil que ostenta el ser humano cuando su existencia y tranquilidad se ven amenazadas. Así, Papic no dejará títere sin cabeza, mostrando una galería de personajes desagradables con los que resulta imposible mostrar cualquier síntoma de empatía. Tanto es así, que incluso ese héroe admirado por todos y sincero amigo del novio, Andrija, será el protagonista de una de las escenas más provocadoras y atrevidas de la cinta; la de la violación por parte de éste de la prometida de su amigo, una secuencia de una brutalidad y descaro arrebatador para la época en la que fue rodada. Tan solo se percibe cierta condescendencia por parte de Papic hacia el personaje de Visnja, que será presentada como una víctima de los miedos, argucias y resentimientos que explotan en medio de la celebración, y que como a buena víctima Papic la reservará un poético, alegórico y consistente final.

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Y es que sin duda Handcuffs es una de esas películas de contexto rural que no deja a nadie indiferente merced a la poderosa puesta en escena de la que hace gala, así como por su excelente radiografía de los vicios y costumbres arraigados en los pueblos de la Croacia profunda que serán empleados, gracias a un montaje en paralelo ciertamente sugerente, como una representación de la bestialidad y la naturaleza deshonesta, cruel e infiel inherente al ser humano. A destacar las excelentes coreografías de danzas y cantos ancestrales que nos regaló Papic en varias secuencias intercaladas a lo largo de la trama, e igualmente la milimétrica y minuciosa parábola pintada alrededor de la esencia que moldea a unos seres humanos guiados únicamente por su interés en salvar su confort aunque ello suponga renunciar a su propia esencia.

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