Goodnight Mommy (Severin Fiala, Veronika Franz)

Goodnight Mommy

Película de sensaciones incómodas, cruda, de espacios nítidos y con una impecable fotografía, de tal pulcritud que resultará a su vez tan perturbadora como irritante. Goodnight mommy no es una película que se vaya a paladear placenteramente ni a despertar simpatías entre todos los públicos. Habrá quien se largue de la sala, confuso, disgustado y puede ser que hasta mareado. Así dicen, ocurrió en el Festival de Venecia y —siendo un dato posiblemente deudor de su campaña de márketing que cualquiera puede poner en duda— resultará de lo más efectivo para darle mayor difusión a una cinta que, sin ser fácilmente catalogable, seducirá por de pronto a los amantes del género de terror. Y puede que también a algún aficionado al gore.

Internando su cámara en la naturaleza psicológica de dos gemelos pre-adolescentes y en la lucha de poder que ambos mantienen con su madre, Elías y Lukas aguardarán ansiosos el regreso a casa de su progenitora luego de que ésta venga de someterse a una intervención quirúrgica facial. Adivinándose y luego confirmándose un trauma familiar reciente, los hermanos recelarán del nexo maternal con la mujer recién llegada y envuelta en aparatosos vendajes, de su auténtica identidad y de la irascibilidad de su carácter. Esa confusión —que se traslada de manera inquietante al espectador— irá creciendo en aumento con el aislamiento de esa casa retirada a un lago y con los tiempos muertos que los niños ocupan jugando a hacer crecer sus suspicacias, apartados de la calle, de otro contacto social y, durante una temporada de vacaciones escolares.

Ella (Susanne Wuest), obsesionada por su físico, reposa convaleciente en su casa de diseño no siendo ajena del todo a lo que germina de las fantasía infantiles, pero tal vez sintiéndose incapaz de atajar la situación como no sea reaccionando con una severidad y contundencias que la alejarán mucho de seducir las simpatías del público.

Goodnight Mommy

Goodnight mommy o en su versión original Ich seh, Ich seh (veo-veo) parece destinada a recoger el testigo de Funny Games de Haneke, si bien posiblemente sea más evocadora de El Otro de Robert Mulligan y no tanto de la película del austriaco realizador de La cinta blanca o Amor. Sí, son innegables los paralelismos con Funny Games, sobre todo porque Goodnight mommy se reproduce estéticamente de manera mucho más fiel al estilo narrativo de Haneke, alegando también un ritmo pausado y distante. Sin embargo es de suponer que quienes hayan visto la película de Mulligan puedan tomarle la medida a esta cinta mucho antes, adivinando lo que se cuece en el trasfondo de los personajes y leyendo anticipadamente el giro sorpresa de su desenlace.

Sin aparatosidad, sin más recursos que en gran parte su iluminación y el juego de contraluces interiores, sin una banda sonora chillona que induzca demasiada intranquilidad en el espectador, la película dirigida por Severin Fiala y Veronika Franz en su primera incursión en el largometraje es capaz de recrear aquél ambiente bucólico de la película de Mulligan del 72 y a su vez de encerrarnos en un contexto insano de sofisticado diseño metalizado, inerte, glacial.

Igualmente, sin catalogar su género como película de terror psicológico, gore, de suspense o quizás todo a la vez, un total acierto del guión es seguramente su desapasionada violencia y el hecho de que el sadismo y la brutalidad se ensañen sobre personajes con quienes resulta extremadamente difícil empatizar. La película nos despoja por eso de nuestra capacidad como jueces comunes y observadores morales sobre el bien y el mal, convirtiéndonos en espectadores de un aséptico ejercicio de ingeniería de la violencia. La tensión y el miedo emocional ante una incertidumbre constante sobre la identidad de los tres personajes involucrados en la trama es otra de las cuestiones a destacar en las interpretaciones sobre las que descansa la narración y por ello, un ejercicio de distanciamiento que nos obligará a no tomar parte como defensores de una u otra causa. Es más, en su astuta inconcreción argumental, es más fácil que se nos lleve a justificar las motivaciones de quien ejerce la violencia antes que a concederle el beneficio de la duda a quien la sufre.

Goodnight Mommy

Lo más loable de la cinta de Fiala y Franz es el gran logro en la combinación de recursos técnicos y narrativos entre sí —que se avendrán todos a una en perfecta afinidad—, procurando despertar la misma sensación de desazón en el espectador: tanto al nivel interpretativo de sus actores como en sus efectos sonoros y en la iluminación de ambientes. Nuevamente, la sobriedad de la fotografía trasladará al patio de butacas una lectura horripilante de la violencia, en la que se diseccionará quirúrgicamente el sadismo, de manera que sea más llevadero y ajeno a nuestra propia realidad interpretar que lo que vemos en pantalla es un acto de injustificada brutalidad que no nos concierne. No es una película que se deje interpretar en base a pasiones humanas sino tomando mucha distancia con respecto a psicopatías sociales que no sabremos ni clasificar.

Sí, hay violencia gráfica. Acertadamente los planos generales del exterior de la casa nos distancian de la realidad que se genera dentro de la casa de los horrores. Recordando el abuso de violencia irracional que se perpetraba en Funny Games, hay también logrados efectos basados en la sencillez de las formas técnicas que sin embargo provocarán una inquietud constante pero sin sobresaltos a lo largo de todo el metraje. Su ritmo, sin altercados, pausado y sobrio, es otro de los efectos ganadores que resaltan un guión que interpretado por otros mercados cinematográficos sería puro gore. No, afortunadamente, en este caso.

Aún así, quizás resulte más fácil ver una película de puro y duro gore que no esta interpretación de la irracionalidad violenta. Por de pronto, la película ha resultado ser una grata sorpresa para los públicos de Sitges, Venecia y Tesalónica. En Cineuropa Compostela ha despertado filias y fobias por igual. Pero desde luego ha sido una de las cintas que más expectación ha despertado por méritos propios. De las que no pasan desapercibidas y de las que para bien o para mal se hablará.

Goodnight Mommy

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