El vagabundo (Raj Kapoor)

Cuando pensamos en el cine de la India seguramente nos venga a la cabeza dos corrientes radicalmente contrapuestas: el cine social y realista rodado en blanco y negro (con Satyajit Ray y Ritwik Ghatak a la cabeza) y el cine musical de coreografías multitudinarias, fotografía colorista e historias básicamente románticas con ciertas reminiscencias a los culebrones venezolanos del llamado cine de Bollywood. Pero, ¿existe un cine que mezcle ambas corrientes logrando con ello resultados ciertamente espectaculares? La respuesta es sí, y la tenemos en la película que vamos a reseñar a continuación, que se trata ni más ni menos que de uno de los grandes clásicos de la historia del cine indio y sin duda una de las cintas germinales del arte de Bollywood: El vagabundo del director y actor indio nacido en Pakistán, Raj Kapoor.

¿Es El vagabundo una película made in Bollywood? Sí, no cabe duda que presenta todos los paradigmas de este tipo de cine: espléndidas e hipnóticas coreografías musicales enmarcadas en una historia que emana un profundo romanticismo que se mezcla con tragedia debido a centrar la atención romántica en una fábula de amor imposible entre un hombre y una mujer pertenecientes por el designio fatal del destino a castas aparentemente distintas. Igualmente se encuentra insertado en el espíritu del film un reconfortante aire crítico en contra de los convencionalismos sociales y los infames caprichos de las clases privilegiadas de la sociedad india, las cuales a base de fijarse más en las apariencias que en el alma de los descastados, condenan a éstos a la más cruel miseria y desesperanza.

Porque la cinta, si bien ostenta unos extraños y magistrales números musicales, es sobre todo una fábula moral que apuesta por el amor y la integración de los perdedores en el sistema, declarando de este modo un bello manifiesto en favor de la igualdad de clases en pleno auge y vigor de la clasista y tradicional sociedad india de los años cincuenta. Esto lo hace quizás, planteando una pregunta que puede resultar chocante y moralizante en pleno siglo XXI ¿es la maldad una patente exclusiva que depende de la substancia humana o es la maldad una evolución de las experiencias a las que se ve arrastrado un hombre inicialmente puro motivado por la pobreza que marca su existencia? La película apuesta claramente por una de las respuestas planteadas conduciendo la misma a un destino fatal a los protagonistas.

A pesar de ser una película de Bollywood, presenta unas singularidades que la convierten en una rara avis única en su especie. En primer lugar Kapoor sitúa buena parte de la historia en los barrios bajos y desfavorecidos de la ciudad empleando para ello esquemas más emparentados con el neorrealismo italiano de finales de los cuarenta que con el propio cine hindú tales como peleas de barrio entre los chavales, la presencia de bandidos y criminales que tratan de atraer hacia la delincuencia a inocentes niños, y sobre todo la opción de fotografiar la historia en un prodigioso blanco y negro que ennegrece el ambiente aparentemente festivo de los números musicales. En segundo lugar, a pesar de la atmósfera neorrealista comentada, el cineasta indio dota al film de un saludable talante cómico optando por revestir la trama de lo que yo suelo denominar la dignidad de los pobres. Frente al carácter tenebroso y tremebundo del neorrealismo italiano, Kapoor refleja la miseria con una mirada alegre y esperanzadora, ayudado por el cosmos romántico que brota de la trama y por la propia espiritualidad hindú, para nada dada a las quejas y lamentaciones. Y finalmente, aunque la película se desarrolla en un ambiente agradable y romántico, el film da un giro en su media hora final de modo que este cosmos de honradez y decencia torna hacia parámetros dominados por el fatalismo y la tristeza provocando en el espectador un estallido brutal de emoción que seguramente provocará más de una lágrima de esperanza y dolor.

Por todo ello El vagabundo es sin duda una de las obras fundacionales del neorrealismo hindú base para las posteriores incursiones más sobrias efectuadas por Ray y otros cineastas de corte más intelectual. Puesto que hay que indicar que El vagabundo a pesar de ser una obra muy desconocida y poco vista en occidente, fue y es una de las películas más famosas en oriente, y no solo en la India (donde es una obra de las películas más vistas de la historia e imprescindible para conocer el posterior desarrollo del cine de este país), sino en países como China, Rusia, Japón y todo el lejano oriente (Tailandia, Singapur, Filipinas, etc) El vagabundo es uno de los clásicos monumentales (como Ciudadano Kane o ¡Qué bello es vivir! lo son, por ejemplo, en occidente).

He de advertir que la cinta dura la nada despreciable cifra de tres horas, duración motivada sobre todo por la presencia de los prolongados y espectaculares números musicales insertados fundamentalmente en la parte central del film. No obstante, estas tres horas pasan en un abrir y cerrar de ojos casi sin que nos demos cuenta debido al ritmo dinámico que fluye como la corriente del río Ganges, tal como acontece en las grandes películas, río entre las cuales se encuentra El vagabundo. Además de contar con una historia entretenida, muy bien trenzada y estructurada por parte de Kapoor, la cinta ostenta en el poder visual su mejor carta. Porque el film es fundamentalmente un fascinante viaje visual a la India más tradicional y profunda versado tanto en potentes imágenes de escenarios naturales del país oriental (ríos, ricas mansiones, barrios bajos, calles suntuosas y pobladas de gente, bosques y lagos en los que se llevan a cabo impresionantes números musicales, etc) como en el dibujo de las tradiciones y forma de ser del pueblo hindú por medio de una crítica historia por la que no parece pasar el tiempo, lo cual convierte al film en un sugestivo itinerario a través de la cultura India.

La película comienza con una escena judicial en la que se acusa a un vagabundo (Raj) del intento de asesinato de un afamado juez de la ciudad (el Juez Raghunath). Raj, que parece estar abocado a un castigo ejemplar por su osadía, tiene la ayuda como abogada defensora de la ahijada del juez atacado (la bella Rita) la cual es a su vez la novia del acusado. Para tratar de justificar al acto de su amado, Rita interrogará a su tutor y padrino (el cual defiende que el mal es hábito innato presente genéticamente en el interior de los pobres) lanzando al juez una serie de preguntas personales sobre su pasado y sobre las circunstancias que le llevaron a echar de su casa a su esposa cuando ésta se encontraba embarazada de su primer hijo.

El interrogatorio es el punto de partida empleado para iniciar un largo flashback (recurso muy habitual en el cine de otro gran cineasta como David Lean) en el que se narra toda la historia que dio lugar a los circunstancias que desembocaron en la celebración del juicio y la acusación de intento de homicidio de Raj. Así, tras un primer y fascinante número musical, se relata la historia pasada del juez, un joven abogado que repudiado por su familia al enfrentarse a los convencionalismos sociales mediante su casamiento con una viuda de clase inferior a la que amaba (Leela). Fruto de la primera noche de amor mantenida en la luna de miel, Leela se queda embarazada, pero esa misma noche un bandido que opera por la zona llamado Jagga y que odia al juez por un acontecimiento ocurrido en el pasado, secuestra a la esposa del letrado.

Pasados unos días, Jagga (el cual descubre que la mujer está embarazada del juez) libera a Leela del cautiverio en aras de lanzar una terrible venganza en contra de su enemigo, ya que Jagga es conocedor de las teorías del juez acerca del origen innato de la maldad. Una vez retornada a casa, el estado de embarazo de Leela se manifiesta unos días después de su liberación, lo que lleva pensar al juez que su mujer ha sido violada por el bandido portando por tando ésta en su vientre al hijo de un criminal. Cegado por los celos y el odio, el juez echará a su mujer de casa embarazada de su vástago. La venganza maquinada por Jagga, por tanto, ha surtido efecto.

Leela dará a luz a Raj alejada de su marido e inmersa en la más desesperante pobreza, sin embargo, luchará con toda su alma para que su hijo acuda a una escuela de familias adineradas para que de este modo en un futuro pueda convertirse en un famoso juez. En la escuela, Raj hará amistad con una bella niña hija del juez de la ciudad (Rita), la cual siente una inocente atracción hacia su compañero por lo que le invita a su fiesta de cumpleaños. En la fiesta Raj conocerá al padre de Rita y al nuevo juez enviado a la ciudad, un hombre atormentado con un inquietante odio hacia los pobres que Raj desconoce que es en realidad su padre.

A pesar de los esfuerzos de Leela, los escasos ingresos que ésta obtiene con su trabajo de costurera obligarán a Raj a trabajar como limpiabotas para poder obtener así el dinero suficiente para seguir estudiando en la escuela. Descubierto el trabajo de indigente de Raj, el director del colegio decidirá expulsarle, ya que el prestigio del centro educativo impide tener como alumno a un marginado. Abandonado a su suerte, Raj será acogido en el seno de la banda de Jagga, un bandido que en realidad desea utilizar a Raj para maquinar y dar efecto su cruel venganza.

Pasados los años Raj, convertido en un apuesto joven, cruzará su camino con el de una bella estudiante de leyes a la que intentará robar el bolso con objeto de apoderarse de las llaves que le permitan expoliar el lujoso automóvil de la joven. Tras una serie de avatares, Raj descubrirá que la joven a la que ha intentado hurtar es su antigua compañera Rita, una guapa e idealista mujer que tras el fallecimiento de su padre se encuentra bajo la tutela del miserable hombre que conoció en la fiesta de cumpleaños de Rita, es decir, el juez Raghunath (el verdadero padre de Raj). Éste, cegado por sus obsesiones, desaprueba la relación de Rita y Raj, ofuscado por sus tradicionales creencias acerca del origen criminal en el hombre, e igualmente, porque secretamente se encuentra enamorado de su pupila.

Raj tratará de abandonar la banda de Jagga empleándose como trabajador, pero su origen terminará marcando su destino de modo que será despedido de sus honrados intentos por insertarse en el mundo laboral. Raj, por tanto, únicamente tendrá el apoyo económico del bandido Jagga el cual le prestará dinero para que pueda comprar un regalo de cumpleaños a Rita, pero exigiendo como contrapartida que le ayude a cometer un robo. Todos estos avatares desencadenarán unos fatales acontecimientos que acabarán arrastrando a Raj a intentar matar a su propio padre. ¿Resultará victorioso el amor o los convencionalismos sociales son demasiado resistentes como para que el amor rompa sus robustas cadenas?

Este argumento tan enrevesado y a priori melodramático es la base para construir una bella, cruda y sensible película con un final más duro del que cabría esperar por como se desarrolla la columna vertebral del film. Impresionantes son los números musicales, al más puro estilo Bollywood, en los que Kapoor demuestra su talento y dominio de la puesta en escena. Obligado es destacar a la pareja protagonista, la cual desprende química a raudales, interpretada por el propio Raj Kapoor y la guapísima Nargis. Los dos interpretan el que para mí es el número musical más sensual y bonito del film (ojalá la luna no nos mirase por un momento) que posee una hipnótica música tradicional hindú así como una minimalista y romántica coreografía interpretada por ambos actores. Este número más ascético tiene como contrapunto la siguiente secuencia musical, en la que se describe un viaje a los infiernos con todo lujo de detalles ornamentales ostentando una coreografía multitudinaria y tenebrosa con suntuosos decorados (escaleras infinitas que parecen llegar al cielo, multitud de extras danzando al ritmo de la música hindú, bailes rituales entorno al fuego y caras infernales, etc). Dos números que quedan grabados a fuego en la memoria del espectador, que nada tienen que ver con los clásicos esquemas del musical americano y que sin duda gustarán tanto a amantes como detractores del cine musical.

Por tanto, solo puedo recomendar esta pieza maestra del cine indio. Una obra de una espectacular belleza que entra por todos los sentidos y un ritmo vertiginoso que atrapa al instante enmarcada dentro de una historia moral de tintes neorrealistas de un romanticismo exacerbante que es, sin duda, una de las más grandes obras maestras no solamente del cine oriental de los cincuenta, sino que sobre todo es una pieza de museo de obligada visión y deleite para los amantes del cine social.

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