El hombre de hierro (Andrzej Wajda)

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El film polaco El Hombre de Hierro (Czlowiek z zelaza, Andrzej Wajda, 1981) fue proyectado en el pase sorpresa del Festival de Cannes de 1981 y consiguió la Palma de Oro y el Premio del Jurado Ecuménico. Aunque muchos críticos la consideran como una continuación de El Hombre de Mármol, realizada cuatro años antes, lo cierto es que Andrzej Wajda, a pesar de que aparecen personajes y temáticas comunes, no la realizó con esa intención. Así, El Hombre de Hierro surge a petición de los propios trabajadores de los astilleros que deseaban plasmar en un film no sólo sus reivindicaciones laborales, sino también el modo en cómo estos deseaban exponerlas al estado: sin el uso de la violencia y acorde con los postulados de sus creencias católicas. Sin embargo a pesar de los muchos galardones y nominaciones que consiguió la película (Nominada al Oscar: Mejor película de habla no inglesa; Premios César: Nominada a Mejor película extranjera; Círculo de críticos de Nueva York: Nominada a Mejor película extranjera), el estreno en su país no estuvo exento de polémica: el gobierno polaco instauró la Ley Marcial y clausuró la productora de Wadja. Básicamente, lo que “molestó” a los gobernantes polacos fue la imagen que se daba en el film de un Estado Omnívoro, controlador absoluto de los medios de comunicación.

El primer aspecto interesante del film tiene que ver con Winkel, el protagonista de la historia: un hombre desencantado y alcohólico, que trabaja como redactor en una emisora local y que por tanto participa y es cómplice de la manipulación informativa que el gobierno comunista impone a los medios de comunicación. Al comienzo de la película, Winkel ensaya con unas amas de casa, integrantes de una asociación feminista, unas declaraciones previamente pactadas y guionizadas, en la que éstas exponen sus quejas por los efectos negativos que diferentes huelgas producen en el acontecer cotidiano del ciudadano medio polaco. Sin embargo, su actitud poco comprometida y escéptica obedece a una razón hasta cierto punto comprensible: en el año 70, intentó realizar un documental que reflejase, de manera veraz y fidedigna, la masacre de la que fueron objeto los obreros participantes en una huelga de protesta, por parte de un Estado policial y represor. Su objetividad no gustó a sus superiores, por lo que fue castigado por ello. Así que a partir de entonces decidió no volver a implicarse en asuntos políticos y convertirse, por mera supervivencia, en cómplice de éste.

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Por ese mismo motivo, sus jefes piensan que Winkel es el hombre perfecto para cumplir una importante misión: debe recopilar información que sirva de base para la realización de un reportaje sobre el líder obrero Maciej Tomczky (Jerzy Radziwilowicz, actor fetiche de Wajda), que dirige una interminable huelga de los operarios de astilleros. Así, el redactor debe escribir un guion que consiga manchar su imagen ante la opinión pública y provocar así la división de los huelguistas y el fin de la huelga. Para ello, se entrevista con algunas personas que conocieron a Maciej en el pasado y estas conversaciones le sirven para conocer más profundamente aquellas razones y motivos que le impulsaron a comprometerse intensamente por la lucha obrera. La biografía personal del líder, sus dramáticas peripecias, provocan una transformación en Winkel y una suerte de redención del personaje, al que Wajda no llega a “salvar” del todo. Marian Opania nos ofrece una interpretación realmente excelente, muy convincente, profunda humana, intensa y sobre todo muy creíble de un sujeto alcoholizado, en ocasiones bastante patético, que, pese a su escepticismo y falta de compromiso ante la penosa situación de su país, terminará tomando conciencia de que puede ni debe mantenerse al margen ni participar de la farsa en la que ha transformado su oficio por mera supervivencia, aunque finalmente se sienta en tierra de nadie, cuando el cambio político se produce.

El protagonismo de la cinta es compartido por Maciej Tomczky, cuya biografía personal vamos reconstruyendo a partir de las conversaciones que Winkel mantiene con aquellos que le conocieron: un amigo, su madre, su esposa, etc…, estructura narrativa, de evidente cariz literario, y que parece inspirarse en la de Ciudadano Kane de Orson Welles; las anécdotas que jalonan la actividad política de Tomczky se nos muestran a modo de flashbacks, introducidos por la narración que de los hechos realiza cada uno de los entrevistados. Tanto Winkel como el espectador consiguen tener – al contrario que en la cinta de Welles – una visión bastante completa del líder sindical, conocer sus cómos y porqués, así como todos los sufrimientos que padeció a consta de mantenerse fiel a sus postulados Personaje complejo, luchador infatigable, que renuncia a sus estudios universitarios para emplearse como trabajador del astillero, ya que considera que la lucha de su padre, el líder laboral Mateusz Birkut, protagonista del film anterior El hombre de mármol (interpretado también por Jerzy Radziwilowicz), no fue suficiente. Por eso Maciej se erige en continuador de la obra de su progenitor, sobre todo a partir del momento en que éste muere, víctima de la masacre obrera del año 70.

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Igualmente interesantes y conmovedoras resultan las mujeres que intervienen en el film: la anciana señora Hulrwicz, y Agnieszka, su esposa, (personaje que también aparecía en El hombre de mármol; fue la realizadora de un controvertido documental sobre su padre) interpretadas magistralmente por Irena Byrska y Krystyna Janda, respectivamente. La señora Hulrwicz es madre de una de las operarias de los astilleros y cuenta a Winkell un episodio sobre la muerte de Mateusz Birkut en la huelga del año 70, suceso del que fue testigo de primera mano y que resulta sumamente clarificador acerca de los motivos que provocaron el fallecimiento del líder sindical. La interpretación de Irena Byrska desborda humanidad por los cuatro costados y resulta éste uno de los segmentos más conmovedores de la cinta, no sólo por la portentosa y creíble interpretación de la actriz sino también por que Wajda nos ofrece sin duda el flashback más conseguido de todo el film, mezcla de pesadilla y evocación de tono religioso por lo que acto de Birkut tiene de autoimolación.

Con respecto al personaje de Agnieszka, cuando Winkel se entrevista con ella la documentalista se encuentra presa. Le cuenta a éste su relación con Maciej, que no fue sólo sentimental sino que también fueron camaradas de lucha y juntos se apoyaron el uno en el otro para continuar opositando contra un Regímen castrador y represor. La interpretación de Krystyna Janda resulta, en ese sentido, impactante, mezlcando naturalidad con emoción, aportando además una humanidad al personaje que desprende una conmovodera autenticidad., que me evocó de inmediato el personaje de Lara (Julie Christie) en Doctor Zhivago.

El estilo de Wajda es similar al que esgrlimen otros realizadores especialistas en el cine militante o reivindicativo, como Ken Loach o Costa-Gravas: es decir, personajes que parecen extraídos de la realidad más palpable y cercana, que se expresan con naturalidad (a través del sonido directo) y una puesta en escena limpia, sin subrayados, en el que la cámara parece inexistente, lo que no quiere decir que el realizador polaco no demuestre un excelente dominio de los conflictos dramáticos – consigue momentos de profunda emoción – y del montaje, aspecto en el que Wajda evidencia una gran maestría. El Hombre de Hierro incluye además imágenes documentales verídicas que alterna con otras de ficción, de modo que los personajes son testigos o participan de los cambios sociales y políticos que van teniendo lugar a lo largo de la cinta. La peícula funciona entonces como documento histórico fundamental sobre la profunda importancia del sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa (que interviene en algunas secuencias) como principal impulsor de los cambios políticos y sociales en la Polonia de los años 80.

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