El helecho dorado (Jirí Weiss)

El helecho dorado

Érase una vez un apuesto y promiscuo pastor llamado Jura que durante la celebración de la mística noche de San Juan descubrirá en las profundidades del tenebroso bosque situado cerca de su residencia escondido entre las quebradizas ramas de un arbusto, un helecho de colores dorados por el que inmediatamente sentirá una mágica fascinación que le llevará a arrebatar este fantástico objeto de las fauces de la espesura, a pesar de la misteriosa y amenazadora presencia de los moradores de la arboleda. Resguardado en su cabaña, esa misma noche aparecerá de entre las brumas de la noche una espectral sombra que respondiendo al nombre de Lesanka adoptará la forma de una bellísima mujer de cabellos también dorados y rostro hipnotizador que acudirá al hogar del pastor para reclamar la devolución al bosque del helecho usurpado por Jura. Sin embargo, la belleza de Jura enamorará perdidamente a Lesanka por lo que en lugar de negociar el restablecimiento del helecho a sus dueños originales, ésta decidirá quedarse en la cabaña para convivir y disfrutar de los festejos rurales junto a su amor. El enamoramiento nacido de Jura y Lesanka se irá fortaleciendo entre bailes y juegos repletos de felicidad y pasión ante la mirada de sorpresa del resto de habitantes del pueblo, que conocedores del carácter irresponsable, impulsivo e insensato del pastor, admirarán la transformación acontecida en el mismo ante la nueva presencia de su rubia compañera.

El helecho dorado

Sin embargo la dicha de la pareja se derrumbará el día en que un oficial del ejército arriba al pueblo para reclutar soldados para la guerra, encontrándose Jura entre los seleccionados. Temerosa de no volver a coincidir con su compañero, Lesanka tejerá con las semillas extraídas del helecho dorado una camisa que entregará a Jura como símbolo de protección, advirtiendo a su prometido que no deberá, bajo ninguna circunstancia, desprenderse de esta prenda para así ostentar a lo largo de la guerra el milagroso auxilio del bosque ante la presencia de la muerte. Misteriosamente, Jura saldrá airoso de brutales refriegas con el enemigo de una forma inaudita gracias al resguardo de la camisa cosida por la dama del bosque, siendo por ello ascendido dentro del organigrama del ejército. Sin embargo, la aparición de la pérfida y rompecorazones Generálova —una caprichosa mujer de cabellos y ropajes más negros que la noche y a su vez hija del capitán que rige el batallón en el que está destinado Jura— desatará en el pastor toda una serie de sentimientos irracionales dirigidos por la pasión visceral y la posesión sexual, que convertirán a este Don Juan en una víctima sumida en el hechizo fatal de esta bruja aparecida de entre la muerte. Así Generálova convertirá al inocente oficial en una especie de prisionero para sus juegos de destrucción y extinción obligándole a acometer una serie de misiones suicidas que llegarán a buen puerto gracias al vestido mágico que Jura lleva puesto. La distancia y sobre todo la tiránica sumisión del pastor ante la presencia de la insidiosa hija del capitán, provocará el olvido del amor de Lesanka por parte de Jura. ¿Será capaz el pastor de desembarazarse de los designios de la pasión prohibida y enfermiza y retornar así a la senda del amor verdadero, o resultarán más atractivos los caminos de la muerte y la destrucción que los de la construcción y la paz construidos por la virginal Lesanka?

El helecho dorado

El cine checoslovaco vuelve a demostrar que fue la cinematografía más diversa, compleja e innovadora surgida en los años sesenta, y por qué no decirlo, a lo largo de toda la historia del cine. Y es que no se me ocurre ninguna otra filmografía que pudiera haber llevado al cine de una forma tan poética, romántica y a la vez trágica el cuento de hadas de mitología claramente europea escrito por el maravilloso Jan Drda, sin duda uno de los novelistas de referencia de las letras checoslovacas del siglo XX cuya sensibilidad y poesía colmó de arte al país centroeuropeo durante buena parte del citado siglo y cuyo imaginario colmó de historias fantásticas igualmente al mundo del séptimo arte de su país. La maestría que desprende El helecho dorado (Zlaté kapradí) se debe fundamentalmente a la mano prodigiosa de un cineasta de la talla de Jirí Weiss, director poseedor de una delicadeza supina, ya demostrada unos años antes con la majestuosa Romeo, Julieta y las tinieblas —quizás la obra más conocida del cine checoslovaco previa a la explosión de la Nueva Ola—, y que demostró de nuevo con esta cinta su inspirada forma de narrar historias profundamente humanas desde un halo mágico repleto de poesía.

El helecho doradoRomeo, Julieta y las tinieblas ostentan un vínculo común presente el mismo en la mayoría de los trabajos del realizador nacido en Praga: la destrucción del amor debido a la irrupción del más mortífero de los venenos para que éste brote, la espantosa guerra. En ambas cintas se esboza con un talante muy literario, debido a un dibujo muy romántico y clásico de la forma de entender el arte, el nacimiento, desarrollo y también el fin del amor puro y verdadero, aplastado éste por la atracción que el ser humano siente hacia la destrucción, la mezquindad, la ambición, los deseos prohibidos y la aberración suprema que es la guerra. Sin embargo, el realismo casi documental —es conocido que Weiss fue uno de los más grandes documentalistas del cine checoslovaco— que caracterizaba Romeo, Julieta y las tinieblas dará paso en El helecho dorado a un trazo influido por el cine fantástico basado en la mitología europea gracias a que el sustento narrativo del film se apoya en un cuento de hadas. A pesar de que la fantasía está muy presente a lo largo del metraje del film, ello no es óbice para que la cinta desprenda ciertos reflejos de realidad insertos en la más profunda irrealidad, diseñando así Weiss un fascinante juego de espejos en el que la maldad más realista se mezclará con la imaginación más infantil generando pues un espejismo de amor por la vida devastado por el desamor de la guerra.

El helecho dorado

Y es que el espectador no debe engañarse por el hecho de que el film sea básicamente la puesta en escena de un cuento de hadas, puesto que tras este disfraz ligado al entretenimiento escapista, se esconderá un profundo relato sostenido en un maravilloso uso del simbolismo mitológico que desprende enriquecedoras moralejas de vida que fácilmente podemos identificar en la actualidad de nuestro día a día, lo cual convierte a la cinta de Weiss en una obra inmortal ajena a las modas y al paso del tiempo de la que se pueden extraer maravillosas metáforas acerca del espíritu que sustancia al ser humano y de los errores que desde tiempos ancestrales los animales racionales cometemos a pesar de las enseñanzas vertidas por nuestros maestros y artistas. En este sentido, El helecho dorado de la historia que adoptará la silueta de la bella Lesanka representará al amor verdadero que surgirá de manera espontanea de la armonía y la paz que ofrece la convivencia rural en la profundidad de un bosque. Así para Weiss el universo rural y primitivo simboliza la auténtica esencia del ser humano, alejada pues de los artificios del mundo urbano y del progreso. Por consiguiente, este amor pintado de un modo tan sugerente y maravilloso por Weiss en su película, se destruirá en el momento en el que una de las creaciones del mal llamado progreso (la guerra) estalle en medio de la tranquilidad del bosque. La semilla empleada por Lesanka para coser la camisa a su amado Jura personificará a su vez la delgada línea que separa al amor de la maldad y destrucción, un vínculo que penderá de un hilo en el momento en el que la muerte (representada por la negra figura de la malvada Generálova) con sus bellos instintos de atracción y persuasión conquisten el alma del irreflexivo pastor para convertirlo en un esclavo de la violencia y el ultraje que constituye la vil guerra.

El helecho dorado

El genial Jirí Weiss hace gala de su estilo pausado y filosófico, dividiendo la cinta en dos partes claramente diferenciadas. La primera de tono fantástico y armonioso caracterizada por el reflejo de un mundo ancestral y arcaico en paz consigo mismo, sin duda un escenario perfecto para que aflore el amor. En esta primera, rodada con la maestría típica de los técnicos del cine checoslovaco gracias a una puesta en escena expresionista que mezcla el ámbito fantástico del film con un perfecto empleo de una fotografía muy paisajista que resalta la belleza campestre e los escenarios checoslovacos, la cinta encajará a la perfección con la narración de un cuento de hadas al más puro estilo de la Europa del Este retratando a la perfección los misterios que delimitan el universo del amor. La segunda parte dará comienzo en el instante en que los enamorados se vean obligados a separarse por la partida de Jura al frente. Este vector, de un tono más sombrío fundado en el cine de terror fantasmagórico, será esbozado por el autor nacido en Praga como una especie de episodio alegórico en el que la guerra y la muerte (personificada en la figura de la hija del capitán que destruirá como un león al acecho de una bella gacela al amor verdadero) camparán a sus anchas por escenarios colmados de brumas y cadáveres en los que el inocente Jura caerá bajo el poderoso hechizo sexual con el que la muerte ha embaucado desde tiempos pretéritos al ser humano. Y esta es una de las grandes verdades que desprende el film: la atracción enfermiza que los hombres han sentido desde sus orígenes hacia la muerte y el mal, mucho más poderosa que el influjo irradiado por el amor y la solidaridad y que por tanto nos convierte en unos animales de destrucción y perversidad en lugar de pacíficos y bienhechores. Ni siquiera la protección desinteresada del amor nos alejará del falso imán diseñado por la muerte rebosante de artificios y máscaras que nos engatusarán para eliminar todo signo de consciencia en nuestro ser.

El helecho dorado

Sin duda El helecho dorado es uno de los cuentos más fascinantes y magistrales llevados a la pantalla de cine por unos maestros de la imaginería fantástica europeo como fueron los checoslovacos. A diferencia de otras obras de tono más infantil (o mejor dicho cómico) como por ejemplo La dama de las nieves o El gato de Cassandra, la cinta de Weiss ostenta ese tono oscuro y mágico que tan buenos resultados otorgó al cine checoslovaco basado en relatos infantiles como por ejemplo El flautista de Hamelin, La bella y la bestia o Alice obras todas ellas que guardan con la germinal cinta del director de Praga ese tono oscuro y fatalista ciertamente inquietante para el espectador. La cinta culminará con una escena maravillosa e inolvidable que nos recordará que nuestros pecados en el presente darán lugar a unas consecuencias irrecuperables, de modo que ni siquiera nuestros gritos desesperados de remordimiento arreglarán los funestos efectos que provoca nuestra querencia a la muerte. Toda una alegoría en contra de la guerra. Imprescindible.

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