El experimento del Dr. Quatermass (Val Guest)

Dentro de la dilatada y heterogénea filmografía que ha ido germinando desde años ha —más concretamente, desde 1934— por parte de la Hammer Productions, no es hasta la aparición en escena de El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Xperiment, Val Guest, 1955), que esta empieza a coquetear con la inclusión de elementos de carácter fantástico en sus obras, cosa que, al fin y al cabo, terminó siendo una de las señas de identidad más marcadas de la compañía —amén del reducido presupuesto de sus propuestas y de querer abrir el mercado de género anglosajón—. Digamos, eso sí, que la película de Val Guest, más allá de su fabulosa recepción de público y de ser la primera piedra de la época dorada de la Hammer, tiene una calidad cinematográfica algo discutible, dando la sensación en muchos momentos que, aunque hay talento detrás de las cámaras, la historia no está todo lo bien explotada que debiera viendo su potencial.

Pero, primero de todo, no estará de más contextualizar un poco los orígenes de El experimento del Dr. Quatermass. Desde sus inicios, la productora inglesa hizo sus pinitos en el mundo de la cinematografía mayoritariamente con comedias de consumo rápido y fácil olvido, así como algún que otro roce con el cine de intriga y suspense, género que hizo ver a los fundadores de la Hammer que realmente esto del cine podía salir rentable (nunca ocultaron su falta de pretensiones artísticas o intelectuales en sus filmes, defendiendo siempre sus películas como lo que verdaderamente eran: puro divertimento). Pero hacía falta “algo más”, un empuje definitivo que impulsara a la Hammer como una productora de verdadero respeto, que pudiese incluso codearse (siendo un tanto hiperbólicos) con las más grandes.

Puede casi afirmarse que la década de los 40 fue para la Hammer una década perdida (la guerra hizo mucho daño). Así que, con las bombas atómicas y los kamikazes ya a lo lejos, había que darle un impulso, ese algo “nuevo” que necesitaban. Se podría decir que Terence Fisher, con sus relecturas de los mitos clásicos del género, fue uno de los grandes culpables del proceso de renovación de la Hammer y, sin duda, su figura más representativa. De hecho, los primeros coqueteos con el fantástico de los que hablábamos unas líneas atrás fueron suyos, aunque en realidad no eran más que elementos anecdóticos dentro de sus películas que nada tenían que ver con el género en sí. El experimento del Dr. Quatermass abrió la veda de la ciencia-ficción para la Hammer Films y su éxito fue tal, que se realizaron incluso dos películas más (no secuelas) que la convirtieron en saga: Quatermass 2 (Val Guest, 1957) y ¿Qué sucedió entonces? (Quatermass 3) (Quatermass and The Pit, Roy Ward Baker, 1967).

Centrándonos ya en la película como ente individual e indivisible, para el que esto suscribe, existen una serie de elementos a subrayar como posibles motores del éxito del film de Guest, a saber: el tratamiento del amoral científico Quatermass interpretado por Brian Donlevy (estupendo en el papel sobrio, frío y marcadamente antipático que se demandaba para tal personaje), que no tendrá ningún tipo de pudor para con la(s) vida(s) humana(s) que pueda haber en juego y para subordinarlo todo y a todos a sus investigaciones científicas; un tratamiento de la atmósfera muy visceral que, además de cubrir con mucho oficio las limitaciones de los recursos a disposición, también acaba jugando un papel importante en el desarrollo de la trama, en la personalidad de los personajes que deambulan por ese Londres pre-alienígena; y finalmente, por ser una de las películas pioneras en mostrarnos la llegada de vida extraterrestre a nuestro planeta en forma de amenaza global y biológica.

Y, aunque el resultado final acabe siendo, en general, algo mediocre (el único personaje cierta identidad, profundidad en su tratamiento e interés es el doctor Quatermass, y los momentos de suspense no acaban de estar a la altura en ningún momento, dando la sensación de cine trasnochado que no ha conseguido que los años le traten del todo bien). Puede decirse, rompiendo una lanza en su favor, que tiene al menos unas cuantas escenas muy reseñables y rodadas con mucho oficio e inteligencia: la que abre la película, por ser concisa y meter de lleno al espectador en la atmósfera y mundo creados por Guest; la que cierra la película, con la cámara fija mirando como Quatermass se aleja de espaldas después de haber explicitado su idea de seguir adelante con su proyecto; y la más destacable para servidor, aquella en la que, mientras en fuera de campo hablan Quatermass y su ayudante, vemos cómo en la habitación de al lado, Caroon (único superviviente de la expedición intergaláctica) postrado en la cama con su mujer al lado (durmiendo, agotada), se despoja de las sábanas para acercarse raudo a un tiesto que contiene un cactus, momento esencial en el desarrollo de la trama que además proviene de la escena con más quilates de cine de la película.

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