El concilio de los pájaros (Timm Kröger)

Dos hombres y una mujer acuden a la cabaña de un remoto bosque con el objetivo de reunirse allí con un cuarto individuo, en el contexto de la Alemania de entreguerras (año 1929). Cuando llegan al lugar, sin embargo, comprueban que su amigo no está presente, por lo que empezarán a buscar pistas por toda la casa que les indiquen qué ha podido suceder con él.

Y chitón. Nada más se debe revelar del argumento de El concilio de los pájaros (Zerrumpelt Herz) ópera prima del germano Timm Kröger, que hasta ahora había desarrollado su carrera cinematográfica como director de fotografía. El motivo de pedir silencio no es que la película que aquí nos concierne tenga fastuosos giros de guión, que de hecho alguno hay, sino que la notable atmósfera construida por el cineasta merece la pena ser descubierta poco a poco por el espectador. Como se suele decir, en el cine no importan tanto las grandes ideas sino cómo las desarrollas, guiones que sobre el papel parecen poca cosa se pueden tornar, gracias a una sabia utilización de imagen y sonido, en propuestas muy interesantes.

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Algo así es lo que sucede en El concilio de los pájaros. Con pocos recursos, Kröger termina por conseguir mucho, logra tejer un relato cuyo interés va in crescendo, simplemente sabiendo jugar con los medios y con la tensión del espectador, ya que realmente no pasa nada en lo referente al argumento como para que se cree tal atmósfera. Una fotografía virtuosa en interiores, suaves movimientos de cámara y un número de planos no demasiado elevado hacen discurrir a la obra con un ritmo pausado que le sienta fenomenal.

Pero no todo el poderío de la película viene del aspecto audiovisual, ya que los diálogos están cargados de sentido. A través de las pistas que los protagonistas van recopilando sobre el paradero de su amigo, el espectador va creándose una imagen de éste en su cabeza, aunque realmente es complicado saber por dónde va a estar la próxima vía de escape; en otras palabras, no se puede discernir qué contemplaremos en la escena siguiente. Aunque es cierto que se repite la secuencia de los tres protagonistas caminando por el bosque, Kröger nunca lo hace desde la misma perspectiva, llegando a ofrecer tomas francamente hermosas como aquella en la que se encuentran con una mujer en medio de un prado.

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Tampoco es desdeñable la actuación de los tres intérpretes principales. Destaca la joven Eva Marie Jost, de formación teatral, en el papel de Anna, la abnegada esposa de Paul. Es ella quien capta la mayor variedad de registros y quien realza el sentido de los planos con un registro gestual parco pero efectivo. En cualquier caso, tampoco es una cinta donde el reparto adquiera una importancia singular, puesto que no son pocos los planos que Kröger toma desde sus espaldas, como si el auténtico protagonista fuera el escenario y la tensión que éste despierta en lugar de los propios individuos que lo pueblan.

Como aspecto menos positivo, hay que decir que el último cuarto de hora se le atraganta un poco a la cinta, ya que ese suspense que había ido creciendo poco a poco se desploma en el momento en que el misterio cesa, pasando entonces a una escena que apuesta más por el simbolismo que por la explicitud. La secuencia final, eso sí, se encarga de cerrar correctamente una trama que, con sólo 81 minutos de duración, cuenta bastante más que otros films más abigarrados. El concilio de los pájaros merece mucho la pena como ejercicio cinematográfico de alta pulsión, que no supera los límites que se marca a sí misma y que, quién sabe, podría constituir el pistoletazo de salida para descubrir a un nuevo talento germano como Timm Kröger.

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