Dollhouse (Kirsten Sheridan)

Es de noche. Cinco gamberros, tres chicos y dos chicas, ocupan una casa de lujo que parece deshabitada. Juegan, cometen actos de vandalismo, desvalijan la nevera y se drogan escuchando como banda sonora la barroca In the Hall of the Mountain King de Edvard Grieg. Las escenas de júbilo y desenfreno se suceden como juego de niños en el que los participantes se tiran comida y se divierten destrozando todo lo que encuentran a su paso. No existe el respeto hacia la residencia que habitan temporalmente. Los actores parecen no estar actuando sino jugando a desmembrar cada mueble de la estancia. De repente una de las componentes del grupo parece que se aparta para recorrer, con cara melancólica, las habitaciones. Su cara refleja la tristeza del recuerdo de un tiempo pasado mejor que el presente.

Pasados unos minutos, en los que somos testigos del desorden y vicio que impregna la personalidad de este Club de los cinco del siglo XXI, hace aparición un nuevo personaje: un vecino pijo y adolescente intrigado por el escándalo que parece está pasando en la casa supuestamente abandonada. Descubriremos que la chica que recorría las habitaciones, es realmente la hija de los dueños de la casa que se encontraba desaparecida tras fugarse sin motivo aparente. Se siente que entre la chica y el nuevo inquilino existió una relación de amistad o ¿amor? ¿Cuál fue el motivo de la desaparición? Lo sabremos al final de la película.

Definición de cagada: (vulgarismo) acción torpe o equivocada. Trasladado a Dollhouse: escena final. Conclusión absolutamente loca, sin sentido, torpe e improvisada que desbarata el argumento de la película. El desarrollo de la trama muestra la degradación de una generación de jóvenes obsesionados por la imagen y las nuevas tecnologías (muy bien retratado por la fascinación que sienten los protagonistas por grabar cualquier estupidez en sus móviles). Un colectivo enganchado al alcohol, el sexo, las drogas y a la diversión desenfrenada. Un grupo de adolescentes que no son más que juguetes rotos encerrados en una caja de muñecas diseñada por la sociedad egocéntrica y corrupta en la que nos ha tocado vivir. Una juventud desorientada que habita en la irrealidad, capaz de deprimirse ante la muerte de una paloma y al mismo tiempo no dudar en golpear y hacer daño a sus semejantes. Todo eso se echa por la borda por un final tramposo que provoca que nos quedemos con cara de tontos por el engaño al que hemos asistido.

Heterodoxa, provocadora, de narración anárquica, y confusa. Quiere plasmar con estilo documental una noche de diversión con una puesta en escena plagada de movimientos bruscos y nerviosos tanto a nivel actoral como fotográfico. Sin embargo, este deseo no llega a realizarse satisfactoriamente debido a un desconcertante final que convierte a Dollhouse en fallida. El secreto que quiere silenciar la protagonista, tal como se nos muestra en el cartel de la película, acaba convirtiéndose en el lastre de la cinta.

El cine, como arte que refleja la realidad, se ha interesado en múltiples ocasiones en la adolescencia. Desde la germinal Cero en Conducta pasando por las estupendas Los chicos terribles, If… , La última película, American Graffiti, El club de los cinco o incluso la saga American Pie. Dollhouse es respetable en su intento de mostrar la condición alucinógena de una parte de los adolescentes europeos. Sin embargo el carácter atropellado de su guión y puesta en escena y ese final que he definido como cagada, hacen que la propuesta de Kirsten Sheridan, hija del gran director irlandés Jim Sheridan, pase sin pena ni gloria ante la retina del espectador. Una pena.

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