Deux Fois (Jackie Raynal)

Jackie Raynal nos ofrece con Deux Fois una de esas obras misteriosas que se sitúan al margen tanto de todo convencionalismo como de todo juego que, desde el margen, termina estableciendo sus puntos y reglas, manteniéndose en esa «alguna otra parte» 1 a la que hace alusión Ana Navarrete en su tesis doctoral La crítica de la modernidad como crítica a la autonomía del arte, precisamente para separar a la película y su autora de los movimientos de Cooperativas tanto como de otros experimentadores individuales del lenguaje cinematográfico como Godard o Huillet. A mí me trae sin cuidado la preocupación bautismal del crítico obsesionado con etiquetar, e incluso reconozco, más o menos en la línea que mantiene Serge Danei en la entrevista que le hizo Bill Kron en 1977 2, que es difícil hablar sobre películas experimentales porque atañen a sistemas que son más primarios, pero son precisamente esta incapacidad de situar a Jackie Raynal en una tendencia concreta de vanguardia, así como la dificultad de traducir a palabras Deux Fois para poder establecer relaciones con otras obras de su tiempo, dos elementos que cubren a esta figura y su obra con un manto de niebla que las vuelve eternas en ese no poder cerrar el proceso de terminar por conocer un objeto que no permite ser conocido.

Es en este sentido que, a rasgos generales, solo puede decirse de Jackie Raynal que es una de esas individualidades que toma como fundamento la idea de Alexander Astruc del Cine como lenguaje de nuestro tiempo al que «ningún terreno puede quedarle vedado» 3, que aparece en su texto sobre la Caméra-Stylo escrito dos décadas antes del estreno de Deux Fois, para construir a partir de ahí un camino de experimentación que permita la expresión del pensamiento en la imagen y el sonido. Pero no es este, el de Jackie Raynal, un emanciparse de las maneras de hacer habituales a través del lenguaje cinematográfico que derive en una rara avis que se encuentra en un permanente desfasaje, sino que más bien opera en la dirección contraria, es decir, viviendo desde demasiado cerca su tiempo para, a través de la creación de relaciones y puentes entre diferentes autores, orientaciones y movimientos, crear un espacio particular que se corresponde con esa alguna otra parte de la que se hablaba más arriba. Este crear un objeto único a partir de un lugar propio, al que se llega no desde la extrañeza, sino desde la interacción y la mirada hacia todo aquello que se hace en un momento determinado para trascenderlo, se manifiesta de manera clara en la síntesis que Jackie Raynal lleva a cabo en Deux Fois y en la que mezcla elementos como el mirar a cámara para dirigirse al público o la repetición a través del montaje propios de la Nouvelle Vague, con ese tono documental en busca del azar y el retrato de la ciudad y la gente que la habita del que hacen uso Jonas Mekas, Lionel Rogosin y demás autores del underground norteamericano. Es esta manera de atender a varios puntos para dibujar nuevos espacios e ideas en una actitud conciliadora, la cual se opone a esa necesidad de seguir ciegamente un estilo y desmarcarse de todo lo demás para referirse a ello con recelo —algo que se refleja en la anécdota de Jackie Raynal según la cual «Mekas venía a verme para decirme que me partiría la cara si no ponía películas independientes (…) yo le puse en su lugar y le dije que, como buena hija de Langlois, programaría todo tipo de películas» 4—, una actitud que, junto con una entrega hacia el cine que la llevó a abarcar tareas que van desde el montaje hasta la programación del Bleeker Street Cinema, pasando por la dirección e interpretación, hace de Jackie Raynal una figura clave del cine europeo y norteamericano de la segunda mitad del siglo XX.