De tal padre, tal hijo (Hirokazu Koreeda)

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El hecho de que se pueda observar en la filmografía de Hirokazu Koreeda cierta reiteración en la temática de sus trabajos no impide que el prestigio del director sorprenda una y otra vez con nuevos discursos que no suenan para nada a repetitivos. Más bien parece que Koreeda emplea como simple contexto dicho tema recurrente, esto es, la familia, para plantear distintas reflexiones que, si bien parten de premisas semejantes, en realidad hablan de temas muy diversos. Por ejemplo, en el caso de Nadie sabe nos hablaba de las devastadoras consecuencias de una exagerada desatención hacia los infantes; algo que nada tiene que ver con la situación resultante de una separación que deben asumir los niños de Kiseki; ni tampoco con la relación paterno-filial condicionada por la irrupción de la vejez de Still Wallking. Hablamos de películas que retratan distintos temas concernientes a la familia, o más bien de distintos aspectos derivados de las relaciones familiares. Esta vez, el director de Air Doll parte de su contexto recurrente para plantear una historia acerca de los lazos familiares y sobre el peso que ejerce en ellos (o no) el parentesco biológico.

De tal padre, tal hijo parece, en cierto modo, una revisión del anterior trabajo del director japonés, ahora vista desde “el otro lado del espejo”: si Kiseki estaba protagonizada por dos niños que debían afrontar la separación de sus padres, y en consecuencia, el ser separados también el uno del otro, en el nuevo trabajo de Koreeda los padres son los protagonistas, quienes ven cómo el vínculo aparentemente irrompible entre ellos y sus hijos es interceptado por terceras personas; terceras personas que de repente se introducen (sin quererlo) en su cerco familiar. Así es como nace en la familia que protagoniza el film una sensación de ruptura semejante a la de Kiseki, esta vez vista desde los ojos de los padres. Koreeda retrata con infinita ternura la incómoda experiencia de dos personas que son presa de una más que humana dicotomía, para la que todavía hoy no hay respuesta. Además, Koreeda tantea con habilidad los terrenos de lo anecdótico y lo trascendental, logrando que el desenlace de la película, por más que trate un tema “trascendental”, sea tan solo el desenlace de un caso particular que Koreeda jamás vende como una “solución universal”.

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De hecho, da la sensación de que De tal padre, tal hijo está más interesada en exponer el conflicto que en dictar soluciones, en reflexionar sobre la situación de sus personajes que en plantear supuestas fórmulas mágicas para resolver conflictos irresolubles. Algo que Hirokazu Koreeda hace de forma magistral, tratando con todo respeto el tema del que habla y afrontando sin miedo el reto que supone partir de una situación de tan difícil resolución. A medida que el relato avanza, el director da una vuelta más a la tuerca, pareciendo el desenlace cada vez más y más complicado pero transmitiendo al mismo tiempo cierta serenidad, que elimina de la película todo peligro de caer en un predecible culebrón. Pero lo más sorprendente es que, a pesar de anteponer la experiencia vivida por los personajes a los hechos en sí, y a pesar de preferir el planteamiento de las situaciones a el dictado de una solución idílica, Koreeda logra también dar a la trama excelentes resoluciones y un desenlace hermoso por la credibilidad que desprende. Algo que actúa como la cereza colocada encima de un pastel que redondea una obra casi perfecta.

Porque Koreeda no se contenta con mostrar la experiencia relatada únicamente desde la perspectiva de los padres, sino que aprovecha también para darnos una interesante (aunque breve) radiografía sobre la sociedad japonesa contemporánea, atreviéndose a mostrar ciertas ideas fuertemente incrustadas en la creencia popular que condicionan inevitablemente el proceso de asimilación que viven dichos padres. Tenemos, por ejemplo, el caso del padre del personaje (brillantemente) interpretado por Fukuyama, quien insiste en que el parentesco biológico es lo único que importa; o los directores del hospital en el que la esposa de Fukuyama dio a luz, también convencidos de que el conflicto no tiene más que una solución. De hecho, la película que nos ocupa sabe contraponer con toda elegancia la percepción que tienen dos familias en cierto modo opuestas de unos hechos de difícil asimilación; todo ello sin que salgan a relucir tópicos de ningún tipo y esquivando sin dificultad el manido relato de buenos y malos. Una película que, en definitiva, apunta a ser de lo mejor que el cine nos ha dado este año.

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