Circles (Srdan Golubović)

En estos momentos, en la madrugada del Domingo al Lunes, Circles es por ahora la mejor película vista en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.

Antes de entrar en materia, hay que señalar un detalle importante. Kugovi, en su versión original, no ha caído del cielo y no es verdad que no hubiera cierta expectación por verla. Llevo tiempo remarcando que la cinta tenía todas las papeletas para situarse entre las favoritas. Y esto se debe a un trío artístico formado por el director, productor y guionista Srdan Golubovic, quien está detrás de la cámara, uno de los mejores guionistas de los Balcanes y director ocasional Srdjan Koljevic, que firma el libreto y la mujer del primero, la productora Jelena Mitrovic, que ha producido algunas de las cintas más interesantes de los países de la antigua Yugoslavia. Juntos llevan ya un buen puñado de cintas, y era cuestión de tiempo que lo petaran, visto la mayoría de sus trabajos anteriores.

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El detonante de la historia ocurre en plena guerra de Bosnia, en 1993, cuando un joven soldado (movilizado) serbio va a comprar cigarrillos, se despide de su padre, va a buscar a su novia y se va a jugar al ajedrez con su mejor amigo, médico. Por culpa de unos dichosos cigarrillos (marca Drina, fumado con ahínco y desesperación por todos los Balcanes), unos compañeros de armas del chico encuentran una excusa como otra cualquiera para darle una paliza hasta la muerte al quiosquero, un musulmán. El chico, ante la injusticia de su colega, decide intervenir.

Después de esa corta intro saltamos en el tiempo y en el espacio, ya que la historia se narra en Alemania, donde vive ahora el quiosquero musulmán perfectamente integrado y que recibe la visita sorpresa de la novia de Marko, el chico que le salvó, en Belgrado, donde el amigo médico se reencuentra con un viejo conocido no demasiado querido, y en Trebinje, en Bosnia, en la parte controlada por los serbios, donde el padre del muchacho construye una pequeña iglesia Ortodoxa y es ayudado por uno de los hijos que pegaban al quiosquero. Con el título queda claro que estamos ante los ecos de una acción pasada que aún no se han borrado, como las ondulaciones del agua al caer una piedra, tardan en desaparecer.

El cineasta Srdjan dosifica la información de manera magistral, ayudado en pequeñas escenas donde prima el enfrentamiento interpretativo de altura, no por nada algunos de los actores más importantes de la península balcánica se reúnen en esta cinta. Se juega a desgranar poco a poco las acciones, pero creando interés ante las decisiones éticas y morales a las que deben hacer frente todos los personajes. Perdonar, vengarse de quien no siente compasión, ayudar hasta las últimas consecuencias a alguien por el sentimiento de culpa acumulado… son sólo algunas de las dudas que merodean en la cabeza de nuestros personajes, todas creadas por esa acción pasada que ha marcado de manera inexorable el destino y las vidas de quienes estuvieron involucrados de alguna manera con ese soldado, Marko, que en mitad de una sangrienta guerra civil impidió un asesinato más, pagando caro por ello.

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Personalmente, me quedo con la historia del amigo médico, que en la mesa de operaciones un buen día se encuentra con un ser malvado, aquel soldado borracho que empezó la paliza al quiosquero. Elijo esa historia por encima de las otras dos, porque aunque reúne las mismas características de las otras, tiene uno de los enfrentamientos entre actores más impactantes, con acusaciones volando en ambas direcciones y donde se evita crear un malo de cartón piedra simplemente dándole verdad en sus reproches, para hundimiento del médico. Genial, esa escena vale por toda la cinta.

Una historia que se cuenta con calma pero no irrita ni aburre al personal, desgranando poco a poco las acciones, creando interés y sufriendo por los personajes en todo momento, aunque no todas las historias están igual de bien plasmadas, siendo la acontecida en Bosnia la más floja o la que peca de cierta sensación a conocida, pero aún así interesante.

Poco más puedo decir de una de las cintas del año. Sabe construir escenas separadas para el recuerdo y al mismo tiempo hacer que estas hagan de la trama algo redondo y siga avanzando en todo momento, imprimiendo una atmósfera que huele a derrota y a opresión a partes iguales, sin caer en la lágrima fácil o el tremendismo, cosa que se agradece.

El tono es por ello un auténtico equilibro que nunca cae en lo sentimental barato y encima es capaz de imprimir cierta sensación de esperanza. Que Marko, ese insensato joven, ese estúpido héroe, hizo una buena acción en medio de la oscuridad, y los círculos de dicha acción, resonarán en varias personas sin detenerse, nunca.

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